Uribe recuerda a los líderes internacionales que Colombia aún no ha votado: «La firma es propaganda»

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Álvaro Uribe no ceja en su empeño de lograr que se escuche su voz. Insiste en que es mejor votar NO a los acuerdos alcanzados entre Santos y los narcoterroristas de las FARC que votar SÍ. Pero, sobre todo, insiste en argumentar. Se estará más de acuerdo con él o no, se preferirá un mal acuerdo que ayude al fin de los asesinatos, las extorsiones, las ocupaciones de tierras, las violaciones, el narcotráfico a gran escala, los secuestros… que la falta de acuerdo. Pero lo que piden Uribe y su partido, el Centro Democrático (CD), junto al también ex presidente Andrés Pastrana y millones de colombianos es que se discuta: «No queremos más shows como el del próximo lunes en Cartagena, queremos un debate», ha insistido el líder del NO. «Desde aquí emplazo al presidente Santos a que debatamos en público por qué él defiende sus acuerdos y por qué nosotros los rechazamos como una mala paz para Colombia».

El líder del CD ha puesto toda la carne en el asador este sábado en Neiva, capital del departamento de Huila, haciendo un «llamamiento a la comunidad internacional» para que le expliquen los porqués de su apoyo al acuerdo Santos-Timochenko.

«Si España dio ejemplo al mundo encarcelando a ETA, ¿por qué vienen a avalar que Colombia no sancione al tercer grupo terrorista más rico del mundo?»

Uribe reprocha que se presten a una firma que es «otro acto de derroche de recursos del presidente Santos», a quien afea que negara recursos públicos a la legítima posición del NO y sí los haya entregado a la legítima posición del SÍ: «Han abusado para presionar a los colombianos por el sí».

Posteriormente, ha señalado a los gobiernos latinoamericanos que viajan este lunes a Cartagena, empezando por los de Argentina y de Chile: «Aquí no hemos tenido ejércitos al servicio de la dictadura, como ellos; nuestras Fuerzas Armadas son democráticas. ¿Por qué hay que igualarlas con el terrorismo de las FARC?»

Y a los centroamericanos les ha recordado que sus «insurgencias civiles armadas» fueron «contra dictaduras», algo muy diferente a lo que ha ocurrido en Colombia los últimos 50 años: «Aquí hemos tenido el narcoterrorismo del cartel de cocaína más grande del mundo contra una gran democracia».

Por supuesto, España no se ha librado de su reproche, a pesar de la tradicional alianza del CD de Uribe con el PP de Rajoy –quizá más con el de Aznar–. Así, Uribe ha recordado que si España «le dio ejemplo al mundo encarcelando a ETA, ¿por qué vienen aquí entonces a avalar que este país no sancione al tercer grupo terrorista más rico del mundo?»

«Propaganda y derroche»

Para los partidarios del NO, el acto solemne de la firma de los acuerdos alcanzados en La Habana entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) no es más que un acto de campaña. Tiene sentido pensar así pues parece poco lógico que se escenifique oficialmente y con invitados internacionales el fin de un conflicto de más de cinco décadas y cientos de miles de muertos antes de que los ciudadanos refrenden en plebiscito el contenido de dichos acuerdos. ¿Y si sale el NO? ¿Qué se hace con el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, y su foto aplaudiendo en Cartagena de Indias? ¿Y con la bendición del número dos del Vaticano, Pietro Parolin? ¿Y con el refrendo de la decena y media de mandatarios latinoamericanos? ¿Y qué hace España con su rey emérito desautorizado por millones de colombianos en las urnas?

Los acuerdos que se sellarán en una ceremonia el lunes 26 de septiembre en Cartagena de Indias prevén la desmovilización de las FARC y de todos sus integrantes. Pero algunas de sus comandancias ya han desertado públicamente y se han hecho al monte de nuevo, la última este mismo fin de semana en la X Conferencia convocada por Iván Márquez y Timochenko, los líderes narcoguerrilleros, en San Vicente del Caguán (Caquetá).

«Esto que ha firmado Santos no es la paz, es un desprecio a las víctimas, es la entrega de las instituciones colombianas a los terroristas»

En seis meses, las FARC deberán sellar sus armas en depósitos visados por Naciones Unidas, aunque se guardarán una de las llaves que los abran. Además, se ha implantado un sistema de justicia transicional que permitirá que los integrantes del grupo que confiesen sus delitos purguen sus penas en un régimen de libertad vigilada, si bien todos ellos recibirán ayudas económicas y a su reintegración social.

No se le exige a sus líderes que entreguen los miles de millones de dólares amasados con el tráfico de cocaína ni como castigo ni como medio de resarcimiento a las víctimas. No se les perseguirá legalmente, porque el delito de narcotráfico se ha asimilado al delito político y, además, se creará un nuevo cuerpo de seguridad para protegerlos especialmente en su integridad. Además se les regala representación política en el Parlamento durante dos legislaturas para normalizar su presencia en las instituciones más allá de que alcancen el apoyo popular o no…

Ése es el precio, someramente explicado, que paga Colombia y sus ciudadanos por esa «mala paz», según el diagnóstico de Pastrana, de Uribe y de sus votantes y seguidores. ¿Merece la pena? Los colombianos deben votarlo el 2 de octubre en plebiscito. Si bien antes ya habrán asistido a la fiesta de Cartagena… y además, la propia votación tiene una salvedad, y es que bastará con un 13% de refrendo al SÍ respecto al censo en caso de que la opción defendida con el dinero público tenga más votos que el NO.

En estas circunstancias, pedir el NO en las urnas es muy difícil en «la gran democracia colombiana». Pero el todavía político mejor valorado de su país no se arredra y continúa su larguísima campaña contra el texto de los acuerdos: «Nosotros queremos la paz, claro, como todos los colombianos de bien. Pero esto que ha firmado Santos no es la paz, es un desprecio a las víctimas, es la entrega de las instituciones colombianas a los terroristas, que han marcado la agenda y han hecho de legisladores, es un salvoconducto al castrochavismo», insiste Álvaro Uribe.

 

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