Las imágenes tan icónicas -y cinematográficas- que reflejaban a cientos de personas abarrotando las bolsas a lo largo y ancho del mundo se van difuminando: gracias a la digitalización, los brokers se han trasladado a oficinas que concentran la actividad bursátil.

“La aparición de las múltiples plataformas de ejecución ha significado un claro riesgo para las bolsas, que se han consolidado como platós televisivos o como centros más simbólicos que prácticos. Hoy en día la operativa se hace delante de las pantallas, ya sea de un trading desk en casa, desde el iPad o incluso desde un smartphone. El trabajo del trader se ha convertido en algo solitario», explica Gisela Turazzini, CEO de Blackbird, bróker online.

«Si nos focalizamos en el sector de la Bolsa, está claro que el primer paso fue terminar con las salas de Bolsa, que vivieron su último auge antes del cambio de siglo. En el 2000 la aparición de los primeros brókers online dejó vacías las salas de Bolsa y se aceleró el proceso de formación, profesionalizando un sector, que por vez primera daba la agilidad suficiente a los pequeños inversores, para poder operar en Bolsa.  Actualmente, el desarrollo de los brókers online está en plena evolución y el reto en estos momentos es posicionarse del lado del cliente y no en su contra. El inversor cada vez está mejor informado y más formado, y nos encontramos un nivel en el trading particular, muchas veces por encima del profesional y ello se debe a la digitalización, sin lugar a dudas», apunta Turazzini.

Robots bursátiles

Tampoco El lobo de Wall Street es la imagen de La Bolsa de Nueva York actual. Lo cierto es que muchas decisiones de inversión que se cuecen al otro lado del charco están automatizadas: las órdenes de compraventa de títulos y la gestión pasiva son desarrolladas por ‘robots’ bursátiles.

Al son de los brókers online, aparecieron los operadores que agitan las bolsas de forma silenciosa: los llamados ‘robots depredadores de mercados’. Ahora, un chip dentro de un ordenador es el que toma millones y millones de decisiones por segundo que afectan a la economía mundial y a las finanzas personales.

Se trata de algoritmos informáticos ultrarrápidos, capaces de operar en cuestión de milisegundos. Según el artículo Abrupt rise of new machine ecology beyond human response time publicado en la revista Nature, los humanos tardamos un segundo en reaccionar físicamente ante un peligro. Una cifra que puede reducirse en un tablero de ajedrez: un maestro de este juego puede tardar 650 milisegundos en darse cuenta de un ‘ataque’. Estos algoritmos pueden reaccionar en una fracción de milisegundo, es decir, mil veces más rápido que cualquier humano.

Para que se hagan una idea: según este estudio, entre enero de 2006 y febrero de 2011, se registraron un total de 18.250 acciones extremas en los mercados bursátiles que sucedieron en menos de 1,5 segundos, incluyendo alzas de precios y caídas financieras.

Las cifras dan vértigo y según los expertos, se incrementarán en los próximos años. Este sistema de algoritmos ha invadido al ecosistema humano y aún está lleno de misterios y de preguntas por responder.

El Palacio de la Bolsa de Madrid

En el Palacio de la Bolsa de Madrid ya no queda rastro del humo de tabaco que nublaba los pasillos hace cien años. Tampoco del sonido de decenas de teléfonos, ni de los gritos, ni de la adrenalina de ver cómo crecía la cotización de un valor o del estrés al ver que caía. Hace ya doce años, la empresa Bolsas y Mercados Españoles (BME), que agrupa a las cuatro bolsas españolas, finalizó el traslado de gran parte de sus empresas y áreas de negocio a su sede en el municipio madrileño de Las Rozas.

Un edificio de 11.000 metros cuadrados en la zona norte de Madrid se ha convertido en el refugio de la mayoría de operaciones bursátiles. Allí, el día a día, es mucho más tranquilo. El emblemático palacio se reserva para tareas simbólicas y para todos aquellos ciudadanos que quieran visitar la infraestructura que diseñó el arquitecto Enrique María Repullés y Vargas.

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