Si lo que te pide el cuerpo es un roguelike de calidad, divertido y refrescante, no te pierdas nuestro análisis de Enter the Gungeon.
Enter the Gungeon es un videojuego indie… espera, ¿otro indie? Pues sí. Y es que, ¿alguien pone en duda la importancia hoy en día de los indies en este mundillo, especialmente en PC? Las oleadas de videojuegos con un estilo propio y marcado inundan el mercado y ejemplos como este demuestran su capacidad de seguir sorprendiendo y divirtiendo tanto como cualquier Triple A.
Enter the Gungeon se define a sí mismo como un Bullet Hell Dungeon Crawler que viene a significar que el juego te va a violar muy seguido se desarrolla en una mazmorra –cuyas salas se generan aleatoriamente- que hay que explorar hasta el final y en la que nos enfrentaremos a diversos enemigos que disparan muchas balas. Muchas, muchas balas que hacen de cada uno de los pisos un trepidante infierno con una dificultad endiablada.
Los que hayan probado otros títulos de índole similar como The Binding of Isaac o Forced Showdown habrán indentificado elementos comunes en la premisa ofrecida por Enter the Gungeon con el núcleo de la jugabilidad de estas aventuras. Y, efectivamente, esta ópera prima del estudio independiente Dodge Roll bebe de las mismas aguas que estas obras, pero sabe diferenciarse de ellas con gran habilidad.
Y lo hace con los dos elementos claves que marcan cada una de las partidas que se desarrollan en el interior de la armazmorra: la innumerable cantidad de armas disponibles y la mecánica de saltar para esquivar las balas –y en ocasiones salvar pozos- siempre que los proyectiles lleguen a tu personaje en la primera mitad del salto, pues en la caída se pierde la invulnerabilidad.
Hablemos de las armas: en Enter The Gungeon las hay de todo tipo y entre ellas algunas verdaderas locuras. Su arsenal va desde lo más común como una pistola, un rifle, un lanzagranadas o una escopeta, típicas de un juego de disparos hasta verdaderas excentricidades como un buzón que dispara sobres, una pistola de agua o un cañón de camisetas. Una completa y enorme armería que aporta mucho contenido y uno de los objetivos del juego: descubrir todas las que se esconden en los tesoros encerrados en los cofres de su mazmorra y desbloquearlas.
En cuanto a la mecánica de saltos es una herramienta que es indispensable aprender a aprovecharla en su plenitud si pretender llegar lejos porque los enemigos y, sobre todo, los jefes son implacables y desbordan al particular “Rambo” que controles con oleadas de balas que has de saber esquivar si no quieres morir una y otra vez. Y aunque llegues a dominarla, seguirá siendo difícil.
Quizás alguno se sorprenda ante ello y piense que el poder destructivo que aporta el arsenal de armas anteriormente mencionado aporta a la aventura una dificultad laxa. Pues no, este es un juego realmente difícil porque si nosotros somos poderosos los adversarios lo son aún más y te acribillan con ráfaga tras ráfaga de plomo.
La única forma de poder seguir adelante en una aventura que no perdona los fallos es acostumbrarse con sudor y sangre a saber cuándo saltar y cuándo utilizar los fogueos, que al activarlos eliminan todos los proyectiles enemigos y los incapacitan para seguir disparando por una breve facción de tiempo. Este objeto es especialmente necesario en los alocados enfrentamientos contra los jefes de cada piso que son verdaderas máquinas de guerra contra las que en ocasiones es imposible vencer sin esos pequeños momentos de respiro que te proporcionan esos consumibles.
Esta exigencia continua que se incrementa progresivamente según avanzas en la armazmorra llega a ser en ciertos puntos incluso excesiva, pudiendo llegar a frustrar a algunos jugadores que asisten a como su personaje muere una y otra vez en los mismos lugares sin avanzar durante horas. Es un problema que puede llegar a plantearse a los menos pacientes pero que, por el contrario, proporcionará un tremendo disfrute y placer a los usuarios más masoquistas que disfrutan bajo una presión casi inhumana.
Además, esa frustración inicial que sufrirán algunos es compensada por la frenética diversión que proporciona la mecánica jugable de la obra. Es especialmente destacable la cómoda experiencia que aporta utilizar un mando en este caso al utilizar un esquema de control de estilo twin shock shooter (un joystick para moverse, el otro para apuntar) aunque la versión con teclado y ratón es también perfectamente disfrutable.
Aparte de las armas y los fogueos anteriormente mencionados también hay disponibles tanto en la tienda como en los cofres numerosos objetos, funcionando algunos de ellos de forma pasiva y otros de forma activa. Aprender qué hace cada uno es recomendable sobre todo a la hora de comprarlos porque en su mayor parte cuestan bastantes casquillos de balas, la moneda del juego. Y la única forma de saberlo es ir obteniéndolos y leer sus descripciones en el balanamicón, un diario que registra los utensilios que obtenemos en cada partida.
Otro aspecto a destacar de esta obra es su aspecto pixel art que no se limita a ofrecer unos típicos gráficos 2D descuidados sino que todo lo referente a lo visual está muy trabajado y lleno de detalles, con animaciones de calidad y buenos efectos de iluminación y sombra que destacan sobre todo en los momentos en los que la pantalla está llena de disparos y enemigos. Además, todos los barriles, mesas, jarrones… que decoran las salas son interactivos y pueden romperse.
Enter the Gungeon es, en definitiva, un indie divertido y lleno de detalles con una jugabilidad muy satisfactoria y cuyos únicos puntos negativos son su quizás excesiva dificultad y la tendencia que tienen las obras en general de este género a resultar repetitivas, si la idea de desbloquear todas las armas y objetos no te es motivación suficiente. Aun en ese caso se trata de un videojuego muy completo que aporta las innovaciones suficientes para diferenciarse de sus competidos y resultar una experiencia refrescante en todo momento.