La política empieza por A

La política empieza por A

La política era aquello que Maquiavelo veía como un fin y Cicerón como el medio para persuadir y no caer en el contrasentido aristotélico de su función. Hubo un tiempo en que era respetada como un servicio público honroso, que prestigiaba a su hacedor y le hacía confiable como cuidador del parné común. Desde que Quinto Tulio, el hermano de Marco, aconsejaba a éste cómo tratar al votante en campaña, todo ha degenerado en oportunistas de la causa. Hodierno en España, en vez de Cicerones tenemos a los Garzón, que en la antigua Roma serían más carne de Coliseo que respetados tribunos. Eso de que Eduardo te susurre la economía al oído es como tener a Harpo Marx escribiéndole los argumentarios a Groucho.

A lo que iba. Está de moda modernizarlo todo. También lo político. En ese tránsito hacia la italianización de nuestro Parlamento, asistimos a la fundación de nuevas plataformas y partidos que nacen como oposición a la actual forma de hacer política, no sabemos si para modernizarla de verdad o para retroceder a las usanzas añejas que la hacían vistosa. Un denominador común a esas nuevas plataformas es que todas han elegido la misma letra para definirla, el mismo marco en el que sujetar sus principios y dibujar sus intenciones.

Primero fue Gorka Maneiro y su plataforma Ahora, respaldada por intelectuales que en su momento impulsaron UPyD y en parte apoyaron la expansión nacional de Ciudadanos. Ahora quiere ser el germen de una nueva izquierda nacional, ausente de complejos y aventuras plurinacionales, definida sin jaleos conceptuales en forma y fondo, defensora de una igualdad real antes que de un federalismo teórico de incompatible maridaje.

Después de Ahora, llegó Avanza, cuyas bridas maneja Benigno Blanco, ex Presidente del Foro de la Familia y vinculado durante años al PP de Mayor Oreja. Quiere ser la voz que no es VOX, capitalizar al votante de derecha más conservador, que niega el aborto como derecho, defiende a la familia como estándar social y abomina de ententes cordiales con nacionalistas, amén de plasmar con vehemencia su rechazo a las políticas migratorias que rigen en la Unión Europea. Captar el votante más a la derecha del PP es una apuesta que a punto estuvo de capitalizar VOX en las europeas, pero ahí se quedó. Mercado de votantes hay, sin duda. Otra cuestión es que lo sepan identificar, para presentar bien sus inquietudes emanadas de la desafección con el partido que en otro tiempo representaba sus valores, y luego seducir a esos mismos votantes para plantearle una alternativa más firme y visceral de la que existe.

El último en sumarse es Actúa, movimiento activista de izquierdas (o más) que lideran el juez-político Baltasar Garzón y el político-juez Gaspar Llamazares. Las redes sociales han sido un hervidero de interpretaciones jocosas sobre los fundadores, egotistas sin control a los que un titular y una cámara les pone más que a Pedro Sánchez una plurinación. Quieren ser la nueva izquierda que agite a la izquierda de toda la vida mientras otras izquierdas suman en confluencias con las izquierdas extremas de siempre. La izquierda siempre está en ovillo, enredando cuando se aburre.

Ahora, Avanza, Actúa. Tres palabras que serían un perfecto eslogan de campaña para un partido que busque un electorado depresivo (existe), un ciudadano desnortado (lo hay) y un ecosistema viciado (como el que tenemos). La primera letra del alfabeto reivindica la pureza contra la contaminación, la esperanza antes de la primera mancha, que convierte en pecador sospechoso a todo aquel que está en política “a saber para qué”, como replican en los mentideros de sofá. La política empieza por A, o debería hacerlo. Esa alfa que regenera costumbres viciadas por el poder y su querencia, principio de todo y omega frente a quienes la degeneran.

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