Pioz

“Madrid es una ciudad ideal para edificar torres biónicas pero sin llegar al kilómetro"

por diego buenosvinos

JAVIER

En el corazón del Madrid de los Austrias, entre calles adoquinadas, balcones centenarios y el pulso barroco de la historia, nació en 1954 Javier Pioz, una de las figuras más singulares y visionarias de la arquitectura contemporánea. Doctor Arquitecto por la ETSAM, Master of Science in Architecture por la Columbia University de Nueva York y becario de la Academia Spagnola di Belle Arti en Roma, Pioz no sólo ha recorrido las capitales del saber arquitectónico: ha creado su propia cartografía conceptual. En ella, la arquitectura biónica no es un estilo, sino una revolución epistemológica.

Una nueva biología de la forma

La arquitectura biónica, campo que Pioz ha contribuido a definir y teorizar desde sus cimientos, parte de una premisa tan sencilla como disruptiva: observar la naturaleza no como inspiración estética, sino como modelo operativo. Frente al formalismo y la repetición tipológica del siglo XX, Pioz plantea un enfoque sistémico: estructuras que respiran, fachadas que responden, edificios que, como organismos, optimizan recursos y se adaptan a su entorno.

En sus palabras, «la naturaleza ha perfeccionado soluciones constructivas durante millones de años. Lo lógico es aprender de ella». Bajo este enfoque, conceptos como ligereza estructural, flexibilidad formal, eficiencia energética y porosidad tectónica se convierten en principios de diseño, no en valores añadidos. No es una arquitectura que imita la forma de una hoja, sino que comprende el porqué de su geometría, su lógica interna, su comportamiento.

El salto al skyline del siglo XXI

Con obras levantadas en España, India, China, Rusia, Malasia y Emiratos Árabes, la obra de Pioz es también una cartografía de lo posible. Sus estructuras no sólo se elevan: desafían la concepción tradicional del rascacielos. En lugar de replicar el monolito de acero y cristal, explora configuraciones porosas, esqueletos tensoestructurales y sistemas autorregulados. Así, sus torres no son solamente hitos urbanos, sino prototipos vivos de una nueva forma de habitar las alturas.

Uno de los elementos recurrentes en sus proyectos es la biomímesis estructural: utilizar principios de organización presentes en sistemas biológicos (como el esqueleto del ave o la red vascular de las hojas) para optimizar pesos, distribuir cargas o regular la ventilación natural. Así lo define como «la arquitectura del futuro será evolutiva o no será».

Casa Club de la Escuela profesional de Tenis Juan Couder" en Madrid (Aravaca) - Museo-Hotel-Villa en Hanzhou, China

Habitar en equilibrio

El contexto actual —marcado por el cambio climático, la crisis energética y la urbanización extrema— exige más que arquitectura espectacular: requiere soluciones resilientes, adaptativas, regenerativas. En este sentido, Pioz articula una arquitectura de futuro anclada en la sostenibilidad y no en la nostalgia. La integración de vegetación, la recolección pasiva de energía, los sistemas de climatización natural o la adaptabilidad de usos son componentes intrínsecos, no accesorios.

Su visión no es utópica, sino radicalmente técnica: «No podemos seguir construyendo como si el planeta fuera inagotable. Cada metro cúbico levantado debe justificar su existencia en términos energéticos, ecológicos y humanos».

De la idea al manifiesto

Más allá de su obra construida, Javier Pioz es un pensador incansable. Ha formulado principios, diagramado procesos, diseñado un nuevo lenguaje para la arquitectura. Su apuesta por una tecnonaturaleza no niega la tecnología, sino que la reorienta hacia la eficiencia y el respeto por lo vivo. En un tiempo de crisis multidimensional, la arquitectura biónica no es una corriente más: es una brújula.

Quizá por eso, conversar con él es como hablar con alguien que ya ha visto el futuro desde la cima de una torre viva, ligera y flexible, una torre que no sólo se integra en el ecosistema urbano, sino que lo mejora. Porque, como bien dice Pioz, «la arquitectura debe dejar de ser un objeto estático y convertirse en un sistema dinámico de vida». Y en ese sistema, la naturaleza no es una metáfora: es el maestro.

Pregunta. -¿Cómo describirías el concepto de arquitectura biónica y qué te inspiró a crear una forma de emular a la naturaleza para incorporarlo en tus proyectos?

Respuesta.- La ciencia biónica nació en la década de los sesenta, del pasado siglo, bajo la máxima la naturaleza lo hizo antes y lo hizo mejor. Buscaba desarrollar ingenios industriales que inspirándose en el comportamiento biotecnológico de las formas y estructuras naturales. Por ejemplo, el mecanismo de percusión del aguijón de una avispa podría asimilarse al mecanismo de percusión de un martillo neumático; o, el mecanismo de desalación del agua del mar del pico del albatros, podría asimilarse al mecanismo de desalación de las desaladoras artificiales; la brújula solar polarizada es similar al mecanismo de orientación de las abejas; el motor a reacción es similar al mecanismo de expulsión de agua que utiliza el calamar para huir de sus depredadores, etc. Así nació el ojo biónico, la mano biónica, etc. En definitiva, el diseño biónico.

En común con esa línea de aprendizaje de la lógica de la naturaleza, la arquitectura biónica nació para encontrar innovadoras soluciones  constructivas y conceptos arquitectónicos que optimizaran el consumo de materia y energía, al igual que hacen las especies vivas de todo tipo. Sin renunciar a la creencia de que la arquitectura es fundamentalmente un arte, aunque también una técnica precisa, la arquitectura biónica es una síntesis de los principios comunes de la biología, la ingeniería y la arquitectura, al servicio de una arquitectura y un urbanismo realmente sostenible. ”

P. – ¿En qué medida la naturaleza y la biología han influido en tu enfoque de diseño arquitectónico?

R.-Los seres humanos vivimos siempre rodeados de naturaleza, aunque rara vez seamos conscientes de que formamos también parte de la misma naturaleza. Tendemos a verla como algo “bonito” , o que “podemos usar” , pero es muy infrecuente que sintamos la necesidad de aprender o de integrarnos con ella.

De siempre, los artistas, arquitectos y científicos han mirado a la naturaleza con deseo de aprender de ella o de imitarla. La naturaleza esta siempre frente a nuestros ojos. Lo único que cambia son los instrumentos que usamos para contemplarla y analizarla.

Hace muchos años (1981-82) tuve la fortuna de ser elegido Becario de la Academia de Bellas Artes de Roma , donde coincidí con brillantes artistas de diversas disciplinas. Su director, el escultor religioso y académico Venancio Blanco fue el primero en enseñarme a mirar la naturaleza con otros ojos. Él aplicaba estos conocimientos al campo de la escultura: “Mira como cada nueva hoja de la parra busca el espacio que dejan otros dos” me decía.

Era una maravillosa manera de repartirse por igual el sol y el aire. Estas
primeras observaciones influyeron sobremanera en mi enfoque arquitectónico a partir de entonces.

Años más tarde (1984-85) tuve la inmensa suerte de estudiar en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Columbia de New York, donde investigué en profundidad sobre la lógica estructural de la arquitectura de Antonio Gaudí y sus observaciones sobre las formas naturales. Podríamos decir que a partir de este momento inicié mi teoría sobre la arquitectura biónica.

P.- Tu carrera se ha centrado en la intersección entre la biología y la arquitectura. ¿Cuáles consideras que son los mayores desafíos al integrar estos dos campos?

R.- El mayor desafío es entender y aceptar que la naturaleza genera sus formas con sus propias herramientas, muy diferentes de las que usamos los arquitectos o ingenieros.

Básicamente, podemos decir que la naturaleza crea sus formas desde el interior (una semilla) hacia el exterior, mientras que la arquitectura las crea desde el exterior hacia el interior. En la naturaleza, la forma es por lo general el resultado de una ley flexible de crecimiento. Por eso todos los árboles de una misma especie se parecen, pero no son iguales. En la arquitectura, por el contrario, la forma suele ser el resultado de un rígido planteamiento a priori estético o modal.

En la naturaleza, la estructura expresa la lógica de la forma y por ello las formas naturales comienzan por definir su estructura de acuerdo con su lógica existencial. En la naturaleza no hay pilares o vigas, sino redes o tejidos, siempre más lógicos desde un punto de vista de ahorro de material. Por el contrario, en la arquitectura la estructura suele estar supeditada a la expresión formal arquitectónica, aunque en ocasiones, ésta entre en contradicción con la lógica funcional del edificio.

En el libro Principios de la arquitectura biónica, este arquitecto asegura que «busca un estado de inter-relación entre el ser humano, y la forma arquitectónica, que debe actuar como caja de resonancia de aquellas características comunes con el sentido de lo vivo. El valor de este tipo de arquitectura no estriba en su parecido biomimética, más o menos afortunado, con otras estructuras orgánicas, sino en la expresión de la mutua vibración entre el hábitat y el habitante».

P.- ¿Puedes compartir algún proyecto específico en el que hayas aplicado principios biónicos de forma destacada? ¿Cuál fue el impacto en la funcionalidad y estética del diseño?

R.-Considero que la arquitectura la crean seres vivos (los arquitectos) para el disfrute de otros seres vivos. De ahí la vinculación entre la arquitectura que yo llamo “viva” y la naturaleza viva.

Uno de los edificios de los que estoy más satisfecho, en cuanto a la relación arquitectura-ser humano, es el Centro de Salud Santa Isabel en Zaragoza. Un día, visitándolo, el director me presentó a una persona que al parecer iba al Centro todos los días. Al interesarme por su salud, me contestó que él estaba muy bien y que no acudía por motivos médicos, sino que venía porque era el lugar donde más a gusto se encontraba.

Yo había diseñado el hospital intentando tener en cuenta los ritmos cambiantes de la estructura, que era muy visible en esta arquitectura, buscando una resonancia entre el ritmo de las formas estructurales y el ritmo vital de los que usaban el centro hospitalario: médicos, pacientes, acompañantes, limpiadores, etc …

Me había inspirado en el ritmo de la estructura y los vacíos de los moluscos conocidos como “Nautilus Pompilius”.

Creo que éste es el edificio en el que la unión de la arquitectura con sus usuarios es más clara, efectiva y hermosa.”

P.- ¿Cómo crees que la arquitectura biónica puede responder a los problemas actuales de sostenibilidad y urbanismo en ciudades modernas?

R.-Somos ya algo más de 7.100 millones de seres habitando el planeta. Al comienzo del siglo XX solo éramos 1.000 millones, lo que quiere decir que en un siglo y cuarto hemos multiplicado la población mundial por 7,1 veces. Eso equivale a decir que nuestras ciudades ocupan hoy aproximadamente 50 veces más de lo que ocupaban en 1.900, y gastamos 350 veces más energía que entonces. Cada vez que se duplica la población mundial se multiplica por cuatro su ocupación del territorio, y por ocho el gasto de energía.

Esta simple reflexión ya obligaría a pensar que el problema de las ciudades del futuro será la energía, por una parte, y su capacidad de expandirse horizontalmente, por otra. Sin olvidar que, aunque una ciudad crezca, tambiénlo hace su vecina, hasta convertirse en gigantescas conurbaciones, como el caso de Tokio.

En este orden de cosas, no queda más remedio que volver los ojos a la naturaleza y aprender de ella los modos que usa para auto-organizarse y optimizar el gasto de energía y de materia, que es la base ideológica de la sostenibilidad en la arquitectura y en el urbanismo. La organización geométrica y formal de un bosque de árboles sería el modelo perfecto para analizarlo, comprenderlo y diseñar el crecimiento de las ciudades en equilibrio.

P.- La torre biónica de Shanghai tiene una belleza pocas veces conseguida en un edificio de uso residencial. ¿Qué podría decirnos de este proyecto?

R.- Siguiendo el mismo discurso de la respuesta anterior, la Torre Biónica de Shanghai nació para dar una respuesta lógica al desmesurado crecimiento horizontal de las megaciudades. Shanghai es una urbe que tiene 100 kilómetros de diámetro y cuenta con más de 7.000 rascacielos. Es decir, que la mayor parte de su territorio está ya ocupado por construcciones de más de 100 metros de altura.

Un día, visitando al Vicealcalde de Construcción de Shanghai, me comentó que su mayor problema era como abastecer de energía a los rincones más alejados de la ciudad. De ahí que el planteamiento de “ciudades verticales” era, para estos casos concretos de mega urbes, una necesidad a muy corto plazo.

La Torre Biónica no se diseñó como un rascacielos de enorme altura (1.228 m.), sino como una Ciudad en Vertical. Quizás, su belleza resida en que para su creación nos inspiramos en la lógica funcional de ciertas estructuras vivas: los huesos y las plumas del ala de un ave, las telas de araña, los dientes de león, los árboles y sus venas, fibras y raíces, las plantas y las hojas laminares, los nenúfares, la estructura flexible de las alas de las manta raya, etc. En definitiva, todas ellas estructuras-tejidos “multi-barras” que optimizan el gasto estructural y el comportamiento energético del conjunto. ”

P.- ¿Por qué Madrid aún no cuenta con un edificio de características tan singulares? ¿Qué ha impedido la creación o comercialización de una obra arquitectónica tan única en la ciudad?

R.- Esta es una fantástica pregunta. Por una parte, considero que la ciudad de Madrid no es muy amiga de los rascacielos. Da la sensación de que los habitantes de Madrid, como los de muchas otras ciudades similares, prefieren vivir en un urbanismo horizontal de moderada altura, aunque ello conlleve dedicar cada día un número insostenible de horas de desplazamiento tanto en coche como en transportes públicos. Si echásemos un cálculo del número de años que los ciudadanos pasamos en nuestros vehículos, quizá cambiásemos de idea sobre la ventaja o desventaja del crecimiento horizontal ilimitado.

Desde un punto de vista de eficiencia energética, el urbanismo vertical es mucho más sostenible que el urbanismo vertical. Ahora bien, los rascacielos que se diseñaron en el siglo XX y XXI no son los más adecuados para “vivir” en vertical. Es necesario desarrollar otros modelos de construcción que conquisten el espacio vertical de un modo más humano. Entiéndase que estamos siempre hablando de megaciudades de millones de habitantes, no de ciudades pequeñas de decenas o centenares de miles.

Desde mi punto de vista, Madrid sería una ciudad ideal para edificar Torres iónicas, aunque no necesariamente hubieran de alcanzar el kilómetro de altura.

P.- En cuanto al futuro de la arquitectura, ¿cómo ves la evolución de la biónica en los próximos años? ¿Qué innovaciones crees que podrían cambiar la manera en que construimos?

R.- Es muy difícil innovar en modelos arquitectónicos o urbanos si se siguen usando los mismos ladrillos que usaban los antiguos romanos, y métodos constructivos basados en pilares y vigas. Por poner un ejemplo, el hormigón armado aligerado ya se usó en la construcción del Panteón de Roma.

Es imprescindible innovar en materiales que posibiliten otras alternativas estructurales, y con ello la innovación en la arquitectura. Fijémonos en la enorme evolución que han experimentado los vehículos, los electrodomésticos, los teléfonos móviles, los sistemas de comunicación y relación entre personas, etc.

Arquitectónica y urbanísticamente hablando estamos en las antípodas del
progreso tecnológico. La biónica, y su análisis de la lógica de las formas y estructuras en la naturaleza puede ayudar a desarrollar innovaciones en el campo de los materiales. ¿Podrían las edificaciones tener sistemas dinámicos que les permitiese cerrarse por la noche y abrirse por el día para ahorrar energía? Las flores lo llevan haciendo millones de años. ¿Podrían los edificios girar siguiendo al sol para beneficiarse de su potencial energético? Los girasoles hacen los mismo desde hace mucho tiempo. ¿Podrían las ciudades disipar calor de manera natural y aumentar su confort bioclimático? Los bosques de árboles lo llevan haciendo desde que el mundo es mundo.

P.- En tus investigaciones, ¿qué avances o descubrimientos te han sorprendido más sobre las capacidades de la naturaleza para inspirar soluciones arquitectónicas?

R.- La naturaleza tiene todas las respuestas. Sólo hay que aprender a hacer las preguntas adecuadas. La sabiduría está en las preguntas. Las respuestas no son absolutas, son solo circunstanciales.

Hace poco vi en la Universidad Columbia de New York como trabajaban en el desarrollo de ladrillos “esponjosos” , es decir, con la capacidad de contraerse o expandirse para ajustar su respuesta y capacidad de aislamiento a las condiciones climáticas del entorno. Muchas especies de musgos y líquenes tienen esa misma capacidad de esponjamiento.

Pasando del concepto material “esponjoso” al concepto edificio “esponjoso” , es decir una construcción que sea permeable al paso del aire, podríamos encontrar en la naturaleza seres vivos, como las esponjas, cuya estructura está al servicio de facilitar que el agua las atraviese en gran proporción. Este concepto biónico podría usarse en la creación de modelos arquitectónicos esponjosos con mayor capacidad de confort bioclimático a bajo coste.

Los métodos constructivos con impresoras 3D poseen también un enorme potencial de innovación tecnológica. Me recuerdan a los sistemas que usan los pájaros para fabricar sus nidos: poco material, alta ligereza, mucha resistencia y sencillez de construcción.

P.- En términos de materiales, ¿la arquitectura biónica requiere nuevos tipos de materiales o tecnologías? ¿Cómo estás colaborando con científicos y expertos de otras disciplinas en ese sentido?

R.-Por una parte, la ciencia biónica puede ayudar a desarrollar nuevos materiales más eficientes desde un punto de vista estructural o climático. Por otra, la colaboración con científicos y expertos de otras disciplinas es fundamental. La biónica se entiende como un crisol de los principios comunes de diversas disciplinas científicas, una multi dimensión del pensamiento que los arquitectos podemos usar para aplicarlo en el diseño de arquitectura.

No obstante, incluso con materiales tradicionales, se puede tener un posicionamiento biónico y energéticamente sostenible. Simplemente hay que levantar la vista del tablero y preguntarse como utilizaría estos materiales la naturaleza. Por ejemplo, los termiteros están hechos con el mismo material que los ladrillos, arcilla, pero su diseño: poco material en la parte superior y mucho en la parte inferior favorece una diferencia de temperatura y humedad lo que provoca una circulación de aire de la parte fría (abajo) a la parte caliente (arriba); un fascinante sistema de aire acondicionado natural., Evidentemente, nuestras viviendas no son termiteros, pero ese concepto de ventilación natural si podría extrapolarse a la construcción convencional.

Pregunta.- La bioinspiración está ganando cada vez más relevancia en la arquitectura y el urbanismo. ¿Qué consejos le darías a jóvenes arquitectos interesados en seguir esta línea de investigación y trabajo?

R.- Lo primero que les aconsejaría, es que se alejarán de la bio-mímesis, entendida como el diseño miméticamente inspirado por las formas naturales, y que aprendan a observar la lógica de la naturaleza, no para copiarla, sino para aprender de sus mecanismos y leyes.

También les aconsejaría que no pensaran en la arquitectura exclusivamente como una expresión modal o estética. La arquitectura es un arte, desde luego, pero para innovar en la arquitectura es necesario investigar, aunque los procesos de investigación son siempre lentos, lo que puede entrar en contradicción con la velocidad con la que los arquitectos tenemos que diseñar nuestros edificios. En cierto modo, la investigación en la naturaleza y el diseño de arquitectura están en escalas de tiempo distintas, por ello es necesario investigar siempre para poseer y bases de datos válidas y desarrollar prototipos arquitectónicos con potencial para convertirse en futuras arquitecturas.

Hay que tener en cuenta que la investigación en la naturaleza no elimina ni arrincona la capacidad creativa de ningún arquitecto. Podríamos decir que el “deconstructivismo”, uno de los estilos que más ha influido en la arquitectura contemporánea de vanguardia, y su teoría del poder comunicativo de los fragmentos tiene poco que ver con la naturaleza, sin embargo, ello no es así, pues en la naturaleza todo acto de creación procede de un acto de destrucción, al igual que en los procesos de deconstrucción.

No hay nada reñido entre el aprendizaje de las leyes naturales y su aplicación a la vanguardia arquitectónica.

P.- Por qué Madrid no tiene aún un edificio que el mundo admire a nivel de la Ópera de Sídney, la Torre 30 St Mary Axe, la Torre Salesforce, La Casa Danzante o la Absolute Towers, por citar algunas joyas arquitectónicas de todo el mundo. ¿Usted brindaría un proyecto biónico a la ciudad de Madrid?

R.-Buena pregunta, ésta. Madrid es una ciudad admirada en el mundo entero, pero por otras razones diferentes de la posesión de un edificio representativo. Tenemos una inigualable gastronomía, un magnífico clima, una sin par simpatía, una capacidad inagotable de acogida, una sorprendente actividad cultural de todo tipo, una natural predisposición para el disfrute, y un Madrid histórico precioso para perderse por sus callejuelas.

Pero cuando los turistas nos solicitan conocer algún edificio moderno al que admirar, como sucede en otras famosas ciudades del mundo, tenemos que conformarnos con enseñarles el Museo del Prado, un poquito del Museo Reina Sofía y el estadio de futbol del Real Madrid. Y enseguida acabamos en el monasterio de El Escorial, en Toledo, o en el Palacio de la Granja.

Desafortunadamente, la expresión de la vanguardia arquitectónica, o urbanística en Madrid no es en la actualidad una necesidad prioritaria para los dirigentes de la urbe. Como arquitecto madrileño, nacido en el barrio de los Austrias, tengo que lamentar este olvido actual de la presencia de “gran arquitectura icónica” en la capital de España.

La buena arquitectura es la imagen que conforma el hábitat de los ciudadanos. Es el principal vehículo de transmisión de la propia cultura. Es en las Universidades donde hay que esforzarse por formar arquitectos con pensamiento de vanguardia, y no solo buenos profesionales del dibujo por ordenador. Es la sociedad, en su conjunto, la que debe posicionarse exigentemente por tener una arquitectura representativa de extraordinario nivel. Y es también deber de la clase política promover sueños arquitectónicos.

He viajado en numerosas ocasiones a Dubái y, al llegar a su aeropuerto, un cartel te recibe con una imagen de su “Torre del Emir” (800 m de altura), en el que se puede leer lo siguiente: si estas son nuestras realidades, imagínense nuestros sueños.

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Texto

Diego Buenosvinos

Diseño

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