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Sánchez impone al PSOE silencio sobre Díaz por temor a que guarde pruebas de su alerta sobre el Covid

Yolanda Díaz
Yolanda Díaz y Pedro Sánchez
Joan Guirado

Ni un reproche en público a Yolanda Díaz de los dirigentes del PSOE desde que ayer reconoció que ella y su equipo avisaron antes del 8M de lo que «se veía venir» con la pandemia. Pedro Sánchez ha impuesto silencio en sus filas para no dar alas a la vicepresidenta segunda del Gobierno. «No hay que hacerla grande», manifiestan en Ferraz. Pero hay un temor añadido en el equipo del presidente: que Yolanda Díaz y los suyos guarden algún tipo de comunicación que demuestre que Sánchez fue alertado de lo que venía por su hoy vicepresidenta.

De ahí que ni Moncloa ni Ferraz hayan salido a contrarrestar el bofetón que la vicepresidenta propinó a Sánchez. Más allá de recordarle que sigue ahí y que cuando quiere puede parecerse mucho a su antecesor Pablo Iglesias en las formas. Todo con la negociación de la reforma laboral de fondo, cuya derogación debe estar publicada en el Boletín Oficial del Estado antes de 31 de diciembre. Díaz sigue presionando para que se cumpla el acuerdo de coalición, aunque Nadia Calviño intente rebajar las expectativas.

Horas después de sus declaraciones en una entrevista radiofónica, fuentes de Moncloa acusaban a Díaz de «necesitar protagonismo». En privado algunos ministros sí se atrevían a asegurar que la gallega «jamás» hizo dicho anuncio. Pero eso era en privado.

La estrategia de Ferraz desde que la ministra de Trabajo y Economía Social empezó a enseñar sus cartas de cara a la próxima contienda electoral es la de arrinconarla. La de no darle demasiado protagonismo, más allá del que va inherente en su cargo. Es una de las principales amenazas del PSOE, aunque repitan a diario que «no va a conseguir el sorpasso». Pero ella no es Pablo Iglesias y no quiere situarse a la izquierda de los socialistas. Yolanda Díaz quiere ocupar un centro político que Sánchez trata de monopolizar. De ahí que el temor del PSOE tenga fundamento.

Tal como están las encuestas, con la gallega en un ascenso imparable, Pedro Sánchez está convencido de que cualquier cuerpo a cuerpo entre su partido y Díaz refuerza a la vicepresidenta segunda. Por eso «no hay que dar motivos para engrandecerla más». Algo así ocurrió en su momento con Iglesias. Al final, apuntan fuentes cercanas al presidente, «los errores o falta de prudencia nos pueden llevar a encumbrar a mártires que no son, y todo a nuestra costa». El silencio como respuesta a los ataques directos, como ya en su día se hizo con su antecesor, «es la mejor estrategia» aseguran. Al fin y al cabo es no darle importancia e incluso demostrar cierto desprecio.

Su disparo sobre el supuesto aviso que ella habría dado a los compañeros del Consejo de Ministros, causó sorpresa y estupefacción en el complejo presidencial. Prácticamente, nadie entendió el motivo de tal ataque que un año y medio después no era ni de autodefensa. Pero tampoco se descolgó el teléfono para exigirle una rectificación que hizo ella misma, mutu proprio, al ver el revuelo que sus palabras habían causado. Y cómo la oposición lo aprovechaba para cargar contra su Ejecutivo. En un tuit defendió luego que «el Gobierno ha sido ejemplar y responsable en la gestión de la pandemia».

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