4M / LAS ELECCIONES GENERALES DE MADRID

Pablo Iglesias fracasa con su campaña de odio en Madrid al no pasar del quinto puesto

El líder de Podemos anuncia entre lloros que deja la política y culpa de todos sus males al "fascismo"

La decisión de dejar el Ejecutivo para reeditar en la Comunidad la coalición con el PSOE ha sido todo un fiasco 

Pablo Iglesias
Pablo Iglesias apenas ha obtenido tres escaños más que en las elecciones de 2019.
Segundo Sanz

«Madrid no quiere a Pablo Iglesias». Ya se había escuchado este lema en campaña electoral, pero las urnas de este 4 de mayo lo han refrendado. El ex vicepresidente segundo del Gobierno ha anunciado que deja la política tras haber fracasado en su intento por reflotar Podemos en unas elecciones madrileñas jugadas en clave nacional. Con casi el 100% escrutado, la formación morada no ha logrado pasar de quinta fuerza con 10 diputados, pese a obtener tres escaños más que en 2019.

Iglesias ha firmado este martes en Madrid su epitafio político, culpando de todos sus males al «fascismo». La decisión de dejar el Ejecutivo central, donde era vicepresidente social, para reeditar en la Comunidad el Gobierno de coalición del PSOE ha sido todo un fiasco. En realidad, lo único de lo que puede presumir Iglesias es de haber evitado que los suyos se quedaran fuera de la Asamblea de Madrid, el horizonte que aguardaba a los comunistas hasta que el líder morado quiso encabezar la lista en un giro de guión. Así se entiende que sus compañeros de partido y corifeos mediáticos calificaran esta maniobra de «valiente» y «generosa».

Pero la pirueta ha quedado en eso. En un mero parche para una barca a la deriva. Iglesias no ha conseguido taponar la fuga de votos hacia Más Madrid, el partido de su ex número dos Íñigo Errejón, que con la ex diputada morada Mónica García ha rentabilizado un proyecto ecologista, tratando de imitar a los verdes de Alemania, huyendo de la agresividad del partido que fue su casa.

Agresiones

De hecho, Podemos no sólo agitó en esta campaña el odio hacia la derecha y el acoso callejero a Vox, que derivó en golpes y pedradas a la Policía y a los de Rocío Monasterio en la presentación de su candidatura en Vallecas, sino que además, mantuvo en plantilla a uno de los radicales detenidos por agredir aquel día a los antidisturbios. Daniel J.J. ha formado parte junto a su hermano Iñaki, alias ‘Pirrakas’, de la guardia pretoriana de Iglesias, lo cual trascendió hace sólo unos días.

El silencio cómplice del ministro del Interior, el socialista Fernando Grande-Marlaska, que sabía de la conexión entre al menos uno de los detenidos en Vallecas y Podemos, también puso de manifiesto el juego sucio de los socialcomunistas en esta campaña. Los socios del Ejecutivo de coalición se taparon así las vergüenzas mientras aireaban cartas de amenazas a miembros del Gobierno, algo que siempre ha existido, para movilizar a los suyos frente al «fascismo», con el que identificaban a PP y Vox.

Una sobreactuación que rozó el sainete en el caso de la carta-navaja enviada a la ministra de Industria, Reyes Maroto, por una persona que padece enfermedad mental y que hasta puso su nombre en el remite, como hace con cientos de cartas de este tipo que ha mandando a personalidades e instituciones durante décadas.

Tampoco el líder de Podemos salió airoso del debate en Telemadrid, al que llegó en el taxi de un miembro de su candidatura para salir después en coche privado hacia su chalet de Galapagar. E igualmente, no le funcionó el numerito en la cadena Ser después de que Monasterio, previa condena de la violencia, dejara la puerta abierta a sospechar de un montaje de Moncloa con las cartas. Iglesias abandonó el plató y hoy las urnas lo abandonan a él. Ahora sí que sí, cierre al salir, señoría.

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