Medio Gobierno de España festeja a ETA

Medio Gobierno de España festeja a ETA
Un momento de la manifestación de Bilbao (Foto: EUROPA PRESS).

Los cómplices del terror ya están en el Gobierno de España. El sábado, miembros de Podemos, que forma parte del macrogobierno de Pedro Sánchez, fueron del brazo y por la calle de los que hasta ayer mismo mataban a troche y moche. Los representantes de Iglesias, de Montero y de su piloto ideológico Monedero corrieron las calles vascas para exigir que asesinos como García Gaztelu, el pistolero que mató a Miguel Ángel Blanco, vuelva como un héroe a su casa. Son aproximadamente doscientos los presos de la banda que aún permanecen en prisión; treinta y cinco en Francia. En una cárcel se halla todavía Josu Ternera al que la Justicia vecina quiere extraditar cuanto antes a España, a pesar de que aquí, entre nosotros, no se ha movido un dedo para que este malvado individuo atraviese de una vez la frontera. A Ternera, Sánchez no le quiere en nuestro país, entre otras cosas porque él, jefe del brutal atentado de Zaragoza, guarda todos los secretos posibles de las múltiples negociaciones que los socialistas mantuvieron con los facciosos a los que dirigía precisamente Ternera.

El Gobierno que se nos viene encima se ha desplegado con sus delegados podemitas por las Vascongadas para pedirse a sí mismo que los etarras abandonen las celdas. No cabe mayor vileza. El sábado, a la misma hora que compañeros de los podemitas que forman parte del Gobierno de esta Nación atribulada gritaban a favor de los asesinos, la viuda de un político vasco acribillado por ETA enviaba a este cronista el siguiente mensaje: “Las víctimas ya somos un estorbo; nos tratan como si fuéramos los terroristas”. Lo escribía una mujer que, a sus veintiocho años, y con dos hijos de cinco y dos años, se espantó ante el cadáver de su marido postrado en las escaleras de su casa.

El sábado, todos los cómplices de Sánchez deambulaban por las calles de Bilbao, los de Bildu, los invitados especiales de Esquerra Republicana de Cataluña, los sediciosos del PdeCat, celebraban la pancarta “Orain preosoak” (“Ahora presos”) escrita por una organización, Sare, de la que la Justicia española no quiere saber absolutamente nada. Dirige este cotarro repulsivo Joseba Azcárraga, un dirigente del partido de Garaicoechea integrado en Bildu, sobrino de un teniente general del Ejército del Aire al que ETA, o sea los criminales a los que ahora festeja, eliminó sin piedad por el solo hecho de su pertenencia a unas Fuerzas Armadas calificadas como “enemigas”. Azcárraga, como un par de víctimas ahora alineadas con los filoetarras, son paradigma de una sociedad, la vasca, que, con su miedo eterno porque “no vaya a ser que…» abraza a los criminales y vuelve a matar a los mártires.

A la manifestación del Bocho no asistió, que se sepa, el PNV, cuidadoso en su ánimo de no ser confundido con esa gentuza a la que siempre ha cobijado directa o indirectamente. El PNV ha entrado en fase de renovación y en este tipo de etapas los sucesores de Arana se pliegan sobre sí mismos, se miran el ombligo reglamentario, y se olvidan del jaleo externo, una vez, eso sí, que han asentado en el poder de España a un conmilitón de los que el sábado apoyaron la libertad de los asesinos. Difícilmente sabremos si el apoyo de los seis parlamentarios peneuvistas en Madrid encierra, aparte de sustanciosos dineros, cesiones del poder central como, precisamente, el acercamiento, primero, de los presos, y después, gota a gota como le gusta a Sánchez realizar la política, excarcelaciones discretas que helarán el alma de las siete mil personas víctimas de la banda.

Una de ellas, la viuda heroica que no se ha marchado del País Vasco a pesar de que durante decenios ha sido mirada como una apestada, añadía al mensaje referido, esta tremenda coletilla: “El día de la Pascua Militar algunos de nosotros esperábamos que el Rey se acordara de nosotros como lo hizo de los soldados muertos fuera de España; no recibimos ni siquiera esa piedad”. Tremendo testimonio que refleja el dolor de estas personas a las que la sociedad pretende olvidar porque ahora ya no se mata, y a las que, a mayor abundamiento, se las considera un fastidio porque ahora lo que se lleva desde el Gobierno de la Nación es aplaudir (eso es lo que se hizo el sábado en Bilbao) a los asesinos. ¡Qué asco!

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