Los príncipes y princesas siguen prefiriendo casarse por amor

El príncipe Harry tiene nuevos problemas con su mujer
El príncipe Harry tiene nuevos problemas con su mujer

Hace ya varias décadas que los miembros de las Casas Reales de todo el mundo dejaron atrás la norma que regía con anterioridad que les obligaba a casarse con integrantes de la realeza. Y empezaron una dura pelea con sus padres y con los Jefes responsables de la administración de sus Casas para lograr un objetivo que, a simple vista, no parece muy disparatado: ni más ni menos que elegir a las personas con las que querían compartir sus vidas y casarse con ellas sólo guiados por el amor que les inspiraban.

Eso es lo que ha hecho el segundo de los hijos del príncipe de Gales y la princesa Diana quien contrae este fin de semana matrimonio con Megan Markle, una actriz defensora de la independencia de las mujeres, divorciada, criada en el seno de una familia desestructurada y para mayor escandalo, hija de una madre afroamericana. Desde un punto de vista conservador, se puede decir que Harry de Gales se ha saltado de golpe varios de los principios antes inamovibles para cualquier príncipe que se preciara de serlo. Pero ahora todo eso está, al menos en teoría, superado porque la pareja se muestra profundamente enamorada.

No es que el príncipe Harry sea el primero de la realeza europea en romper moldes. El hoy Rey Felipe VI eligió como cónyuge hace 14 años para compartir su vida a la periodista Letizia Ortiz quien comparte tres de las características que posee Megan Markle: es una mujer muy independiente y defensora del papel de la mujer en sí misma, es divorciada y creció en el seno de una familia rota por el divorcio de sus padres. El matrimonio por amor también se dio entre Guillermo y Máxima de los Países Bajos, Federico y Mary de Dinamarca, Haakon Magnus y Mette Marit de Noruega, Victoria y Daniel de Suecia, Felipe y Matilde de Bélgica e incluso entre el Rey de Marruecos Mohamed VI y su hasta hace poco esposa Lalla Salma.

Es evidente que aunque ninguna de esas parejas, con excepción de la marroquí, se ha separado o divorciado hasta ahora, sí es cierto que la adaptación de esas personas tan ajenas a lo que significa formar parte de una Familia Real, a su nuevo entorno y a las obligaciones que ello conlleva, no ha sido pareja. Más bien en algunos casos ha sido muy dura y algunos de los recién llegados a ese mundo de glamour que rodea a la monarquía todavía tropiezan, de vez en cuando, al tener que aceptar que las instituciones a las que pertenecen por matrimonio están siempre por encima de las personas. O al admitir que el papel de cónyuge de un príncipe o una princesa es accesorio y que sus funciones siempre estarán supeditadas a las de los integrantes de la realeza.

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