Abuchear al Rey y pitar el himno no es libertad de expresión

Aficionados del Barcelona pitando al Himno y a los Reyes en la Copa de 2016. (Foto: AFP)
Aficionados del Barcelona pitando al Himno y a los Reyes en la Copa de 2016. (Foto: AFP)

Es totalmente increíble que se siga pervirtiendo el sentido de una norma democrática fundamental como es el derecho a la libertad de expresión para justificar los pitidos y los abucheos que escucharemos este sábado ante la presencia de Felipe VI y cuando suene el Himno español en la final de la Copa del Rey de Fútbol. La libertad para expresar libremente lo que uno piensa, opina o siente, reconocida en nuestra Constitución, no puede convertirse por la voluntad de los independentistas catalanes en libertad para ofender a todos los que se sienten representados por la máxima autoridad del Estado, el Rey. Ni tampoco esa norma da alas a que no se pueda escuchar el himno español que millones de ciudadanos sienten como suyo y oyen en pie como señal de respeto.

No se puede entender que no existan medidas eficaces para acabar de una vez con esos exabruptos que incomodan a tantos y tanto aficionados al deporte del fútbol que tienen que aguantar cada año que cuando el equipo catalán llega a la final del campeonato no se respeten las normas mínimas de la buena educación y la convivencia que van unidos a la práctica del deporte. Un año más, millones de ciudadanos de este país tendremos que sentirnos profundamente avergonzados de ver al jefe del Estado aguantando estoicamente las malas formas y la actitud intolerante de los seguidores y también de los responsables del Barça —mes que un club— al campar sin límite en su ofensa a los demás.

De nada valen que los forofos sevillanos estén en contra de esa rechazable actitud de los barcelonistas. Se pasan sus alegatos para hacer un partido en un ambiente civilizado por donde se les antoja y al final tendrán que aguantar que el equipo catalán marque el ritmo de la final de la Copa del Rey. Para ellos, la final de la competición es, fundamentalmente, una ocasión de oro para reivindicar lo que ellos llaman derecho a decidir. Un momento más para exteriorizar su pulsión separatista y defender lo indefendible desde un punto de vista legal: la independencia de Cataluña.

Así que, de nuevo, veremos al Rey Felipe apretar la mandíbula, poner cara de circunstancias y llevar esa hora y media con toda la dignidad que es capaz, que es mucha, a juzgar por las muchas veces que ha aguantado ese mal llamado, en este caso, derecho a la libertad de expresión. Y que se quedará tan solo en un torticero uso de una norma a la que todo ciudadano tiene derecho.

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