Felipe VI afianza su posición ante los españoles tras la crisis de Cataluña

Felipe VI y Carles Puigdemont
Felipe VI y Carles Puigdemont. (Foto: AFP)

Aunque quizá ha pasado poco tiempo y nos falte perspectiva para hacer un análisis más profundo, sí se puede realizar, sin embargo, una primera valoración del papel del Rey ante la crisis política que ha atravesado España debido al desafío de los independentistas catalanes. Cuando las aguas parecen empezar a volver a su cauce y los secesionistas han aceptado plenamente celebrar elecciones bajo el paraguas de la Constitución y de acuerdo con la vigente Ley Electoral, es oportuno hacer un primer análisis de la actuación del Jefe del Estado español. La primera conclusión a la que se llega es que abordó el problema catalán de forma directa y con total firmeza. Una actitud que subió exponencialmente su valoración en las encuestas que otorgaron de nuevo el notable alto a don Felipe, una nota que tuvo la monarquía durante años y que perdió en los primeros años del nuevo siglo.

Después del fiasco del referéndum ilegal del 1 de Octubre, en plena campaña de descrédito de la prensa extranjera por las cargas policiales y con una población catalana no independentista encerrada en sus casas ante la ofensiva secesionista, don Felipe cogió el toro por los cuernos en su mensaje de la noche del 3 de Octubre. Lo hizo para denunciar la deslealtad de quienes habían vulnerado la Constitución y su propio Estatuto de Autonomía, los que habían socavado la armonía y convivencia de la sociedad catalana provocando su fractura y enfrentamiento. El Rey no se quedó solo en eso, sino que, ante el desconcierto político provocado por la situación caótica que se vivía en las ciudades y pueblos de Cataluña, señaló el camino a seguir al afirmar que era responsabilidad de los poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones.

A los ciudadanos de Cataluña les insufló una bocanada de oxígeno al asegurarles que no estaban solos ni lo iban a estar porque contaban con el apoyo y la solidaridad del resto de los españoles. Esas palabras tuvieron un efecto inmediato en la población que desde esa misma noche se atrevió a salir a las calles de Cataluña y de toda España con las banderas constitucionales para defender sus ideas con la libertad que antes no se atrevían a manifestar en público. El mensaje de tranquilidad, confianza y esperanza de la primera autoridad del Estado fue esencial para recolocar los ánimos de los desconcertados ciudadanos españoles.

Para muchos analistas políticos y observadores de la situación española durante esos terribles días vividos en el presente otoño, ésta ha sido la primera prueba de fuego del nuevo Rey en la que estaba en juego la confianza de la ciudadanía en la cabeza visible de la institución de la Corona. Una prueba que, según la mayoría de esos ciudadanos, ha pasado con notable alto e incluso y, para algunos, con sobresaliente. No era fácil superarla pero él arriesgó mucho y el resultado es que su prestigio ha aumentado.

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