Pedro Sánchez: el boxeador que se levantó de la lona y los dejó KO

Pedro Sánchez
Pedro Sánchez, de nuevo secretario general del PSOE (Foto: EFE)

Pedro siempre vuelve. La «sonrisa del destino» vuelve a señalarle con una mueca irónica y deja tiritando al PSOE. El partido centenario, imprescindible para entender cuatro décadas de régimen constitucional, al borde del abismo.

Como el boxeador sonado que, con el labio partido, una ceja rota y la mirada turbia, castigado implacablemente por los puños del rival, logra mantenerse en pie hasta que suena la campana y alza el guante en señal de victoria. Ni Sylvester Stallone en la enésima secuela de Rocky Balboa lo habría hecho mejor.

Sánchez hoy puede recordar las palabras que Apollo le susurró a Rocky antes de enfrentarse a Iván Drago, el último héroe de la Unión Soviética: «Vas a tener que ir a través del infierno, peor que cualquier pesadilla que hayas imaginado. Pero cuando termine, sé que serás el que se mantenga en pie. Sabes lo que tienes que hacer. Hazlo».

Pedro Sánchez no consiguió vencer a Mariano Rajoy en las urnas pero, al menos, ha logrado derrotar a las vacas sagradas de su propio partido. Uno tras otro, Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero, Alfredo Pérez Rubalcaba y José Bono han renegado públicamente de Pedro Sánchez y han advertido de la deriva a la que arrastra al PSOE, en su empeño por ser presidente del Gobierno mediante un pacto con Podemos y los independentistas.

Durante el debate de los candidatos celebrado el lunes, ante un estoico Patxi López convertido en convidado de piedra, Susana Díaz se lo recordó con unas palabras letales: «Tu problema no soy yo, tu problema eres tú. Zapatero ya no se fía de ti, Felipe González piensa que le has engañado. Cuando la gente que te acompaña no se fía de ti, tendrías que hacértelo mirar».

Del equipo de colaboradores que le respaldaron en las campañas electorales de 2015 y 2016, de fracaso en fracaso hasta la derrota final de los 85 escaños, apenas quedan ya un puñado de fieles. Le han dado la espalda el portavoz parlamentario Antonio Hernando, Eduardo Madina, el ex lehendakari Patxi López y el líder del PSC, Miquel Iceta, entre otros.

Pero el papel que mejor le encaja a Sánchez es el del galán de culebrón venezolano que, tras «una serie de catastróficas desdichas», espera con su mejor sonrisa un giro inesperado del guión para volver a colocarse al frente del PSOE. Esta vez, llevado en volandas hasta las puertas de Ferraz por el clamor de los militantes.

De nuevo, el PSOE guerracivilista de un Negrín decidido a alcanzar el poder a cualquier precio logra imponerse al socialismo sensato de Julián Besteiro e Indalecio Prieto.

La ‘noche de los cuchillos largos’

En la noche de los cuchillos largos del 1 de octubre, Sánchez anunció su dimisión como secretario general del partido al constatar que carecía de apoyos en el Comité Federal, dejando paso a la gestora presidida por Javier Fernández. Desde entonces, el PSOE vive un permanente drama.

Inasequible al desaliento, Pedro Sánchez hizo las maletas y voló a Washington para dar su apoyo a Hillary Clinton en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Ganó Trump, claro.

Un recorrido por su perfil de Twitter es un viaje a la profundidad insondable del pensamiento hueco. Desde la «pizza cojonuda» del restaurante Luna Rossa al taxista que, vaya por Dios, iba escuchando a Federico Jiménez Losantos en la radio. El hombre que se declaraba fan de Bob Esponja y quería ser presidente del Gobierno sin haber aprendido a utilizar el imperativo («Ser malos! buenas noches colegas»).

Todo tan volátil como el propio pensamiento político de Pedro Sánchez, capaz de celebrar un acto ante la bandera española más grande del planeta, para sostener luego que Cataluña «es una nación». Un digno heredero político de José Luis Rodríguez Zapatero.

Quienes le conocen aseguran que su mujer, Begoña Gómez, ha jugado un papel fundamental en la ambición del líder socialista, empeñado en ser presidente del Gobierno aunque sea sobre las ruinas del partido. Como socia y alta ejecutiva de Inmark, Begoña Gómez desmiente la lucha de su marido contra el empleo precario. Su grupo se dedica a ofertar contratos basura con un sueldo de 600 euros al mes, en el mejor de los casos, para comerciales puerta a puerta que se achicharran en pocos meses.

Pedro Sánchez Pérez-Castejón (Madrid, 1972) nació un 29 de febrero, por lo que sólo celebra su cumpleaños en los años bisiestos. Desde entonces le ha perseguido ese extraño azar. Su padre fue nombrado gerente del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (Inaem) por la entonces ministra de Cultura Carmen Alborch y luego trabajó para la Fundación Autor, dependiente de la SGAE.

‘Fuego amigo’ en Bosnia

En 1993, coincidiendo con el inicio de la última legislatura agónica de Felipe González, Pedro Sánchez se afilió al PSOE y fundó la agrupación de Juventudes Socialistas en su barrio, Tetuán. Estudió en el instituto Ramiro de Maeztu (en las mismas fechas que Letizia Ortiz, aunque no llegó a coincidir en las aulas con la futura reina) y jugó al baloncesto hasta los 21 años en el Estudiantes.

Tras estudiar Empresariales en el Real Centro Universitario María Cristina de El Escorial, adscrito a la Complutense, tuvo su primera prueba de fuego en Kosovo como colaborador del entonces Alto Representante de Naciones Unidas en Bosnia, Carlos Westendorp. Al parecer, no sacó ninguna conclusión de la sangrienta guerra fraticida desatada por los nacionalismos en la antigua Yugoslavia.

Pero los verdaderos padrinos políticos de Pedro Sánchez fueron Trinidad Jiménez y José Blanco. La primera le colocó como concejal del Ayuntamiento de Madrid y consejero en la Asamblea General de Caja Madrid, que le concedió una hipoteca con condiciones privilegiadas, las mismas que disfrutaban los empleados de la caja.

Su salto a la política nacional se debió a una doble carambola. Ocupó un escaño en las Cortes, en 2009 gracias a la renuncia de Pedro Solbes y en 2013 gracias a la marcha de Cristina Narbona. Durante la misma etapa, fue uno de los colaboradores del secretario de Organización del PSOE, José Blanco. Es decir, trabajó como fontanero del principal fontanero de Rodríguez Zapatero. Ironías del destino, ahora ha derrotado en las primarias a la presidenta andaluza Susana Díaz, hija y nieta de fontaneros.

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