Junqueras, molesto con la gestión del grupo de ERC en el Congreso

Oriol Junqueras
Oriol Junqueras y Cristóbal Montoro. (Foto: EFE)

Hace tiempo que el líder de ERC, Oriol Junqueras, ha hecho de la discreción el tono habitual de su comportamiento político. Se mueve, discreto, entre las bambalinas del Govern, e inusualmente cómodo en sus contactos con el Ejecutivo central.

El republicano mide con prudencia sus declaraciones, su actitud y se guarda de las polémicas. Guardando las formas, no deja de sorprender la estrecha relación que, de un tiempo a esta parte, mantiene con el Gobierno de Mariano Rajoy, y en especial, con la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, quien a partir de ahora pilotará la negociación territorial del Ejecutivo.

El diálogo es fluido, como demuestra el hecho de que el propio Junqueras telefonease a Santamaría, y al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, e intercambiase mensajes con el de Economía, Luis de Guindos, para «desearles suerte» al conocerse oficialmente la configuración del nuevo Gobierno. Aunque con proyectos muy diferentes, explicó preguntado por esa circunstancia, el republicano consideró que ese antagonismo político es compatible «con intentar tener una comunicación fluida con ellos y con todos».

‘Venderse’ como gestor

Pero en esa actitud se esconde en realidad la ambición de Junqueras de reforzar su poder, en la sombra, para asaltar, seguramente en el corto-medio plazo, el liderazgo del independentismo. Fuentes cercanas a la coalición que ahora mantiene con la vieja Convergència son claras al asegurar que esa candidatura no se reeditará en las futuras elecciones, convencidos los republicanos de que en solitario les ganarían la partida.

De hecho, el débil acuerdo político para concurrir a las autonómicas se fraguó porque a ERC no le quedó más remedio que ceder a las amenazas del entonces president de no convocar elecciones si no concurrían en una lista unitaria. Pero ese pacto tenía la misma fecha de caducidad que aquellos comicios y la convivencia, difícil, se lleva ahora con la certeza de que los socios acabarán tomando caminos separados.

Prueba de ello es que en las generales, los republicanos firmaron ya el divorcio y lograron, por primera vez en su historia, mejores resultados que los convergentes. Los pírricos ocho escaños del hoy llamado PDECat en diciembre fueron la evidencia de que ERC contaba con más fuerza dentro del independentismo. Ahora, y de acuerdo a los sondeos, Junqueras les barrería en  unas autonómicas.

Aprovechando el papel que le confiere ser el interlocutor económico del Govern, Junqueras sabe que puede reforzar su liderazgo y su talante de gestor frente a un Puigdemont cada vez más mermado entre el independentismo. El dirigente republicano tiene la competencia, clave, de elaborar los Presupuestos para el próximo año, piedra angular de la acción del Gobierno, y determinante para su hoja de ruta, que en este momento pasa por dar la prioridad a la recuperación económica y no tanto al referéndum en el que Puigdemont se parapeta de su débil gestión al frente del Ejecutivo de Cataluña.

Y en esa estrategia, en el entorno de Junqueras generan cada vez mayores discrepancias la imagen que en Madrid proyecta el grupo parlamentario, y que encabezan los portavoces Joan Tardà y Gabriel Rufián. Se considera que se está desaprovechando el hecho de que la antigua Convergència, ahora Partido Demócrata Catalán, no cuente ya con grupo propio en el Congreso y comparta bancada con los nueve diputados republicanos. Una ocasión única, consideran, para visibilizar su liderazgo como grupo propio y, en consecuencia, decantar el complejo pulso de poder que mantiene la coalición catalana.

Entre tanto, la principal amenaza para Junqueras está ahora en el embrión de partido de Ada Colau. Una formación que nacería con la voluntad de aunar las distintas facciones del soberanismo, incluida también la que ahora representan los republicanos. El proyecto, que tiene la firme intención de disputar el gobierno de la Generalitat al PDECat y a ERC, genera amplios recelos en este partido, decidido a boicotear los presupuestos municipales de la alcaldesa. 

Para ello, no han dudado en alinearse con partidos tan antagónicos al suyo como PP y Ciudadanos. ERC protagoniza en el Consistorio barcelonés una oposición cada vez más tensa, ensayo del futuro a nivel regional. Los republicanos, que reprochan a Colau que no cumpla ciertos compromisos pactados, no olvidan la ‘traición’ de CSQEP –el homólogo de BComú en la Comunidad– cuando se negó a apoyar los Presupuestos de Puigdemont advirtiendo que su partido no sería “moneda de cambio».

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