opinión

¡De pretexto la ignorancia!

Dinero.
Dinero.

«Reflexionar serena, muy serenamente, es mejor que tomar decisiones desesperadas», Franz Kafka.

Por algún extraño motivo, hoy ha venido a mi mente un fragmento de la obra ‘La acción humana’ de von Mises, en la que explicaba lo importante que es la libertad a la hora de tomar decisiones y la importancia que se deriva del error y de la experiencia del mismo para evolucionar en el transcurso de nuestras vidas. Al fin y al cabo, mi querida economía es la pura transmisión de conocimientos a lo largo de las generaciones, y aquí es donde entra en juego el conjunto de decisiones que a lo largo de los años las diferentes personas han tomado como grupo. Obviamente, lo reciente siempre tiene un peso mayor en el impacto de las circunstancias que mueven nuestra forma de vida, y es por este motivo que es especialmente importante valorar las elecciones que nos han traído hasta aquí, estando presentes en el aquí y el ahora para abrir nuestros ojos a una realidad previamente desconocida. Les invito a observar como todas las grandes fábulas siempre se han compuesto de historias acerca de ‘money seekers’, pero nunca de ‘money finders’; oportunistas versus creadores. Pero mientras dure la vida, que no pare el cuento… o eso dicen.

El año 2020 pasará a la historia de la economía mundial como el de la gran pandemia, un año que marcará el camino de las próximas generaciones bajo un impacto parecido al que existió tras los ataques terroristas del 11S de 2001. Las consecuencias económicas de dicha pandemia han arrastrado la mayor movilización de recursos de nuestra historia, un hito que está empezando a asomar su peligrosa cabeza susurrándonos qué esperar a partir de ahora, ya que como les explicaba la semana pasada, la inflación es una peligrosísima arma que podría azotar no solamente el ciclo económico, sino el bienestar de toda una generación bienavenida, algo especialmente dramático si entendemos que la crisis de 2008 ya trajo consigo una pérdida prácticamente total.

Algo que si me permiten encuentro especialmente perverso viniendo de los gobiernos actuales, gobiernos que hoy en día tienen la excusa perfecta bajo el amparo del miedo sanitario. La pandemia como bandera les servirá para buscar una mayor cuota de poder por parte de los Estados, acusando de manera directa al virus y a los mercados, excusándose a su vez en la necesidad de un mayor peso del Estado sobre la economía, valiéndose de la falacia de su eficacia a la hora de movilizar recursos para “proteger la economía” obligándonos a creer que es de recibo ampliar el presupuesto en materia sanitaria. Y es que cree el ladrón que todos son de su condición, y a veces la obviedad de los argumentos dista mucho de la imperante realidad reinante, una realidad que puede vestirse de múltiples colores en función de quién sea su altavoz, pero no se engañen; sólo basta con abrir bien los ojos y esperar. 

Pero como todo en esta vida, la mera existencia de múltiples versiones nunca ha sido capaz de ocultar el trasfondo de la auténtica realidad de las circunstancias, y es que las decisiones trazadas a lo largo del camino de nuestros mediocres gobernantes, hoy ponen de manifiesto en el marcador el resultado final de una ecuación de entrada mal planteada. La única realidad que concibo se llama hechos, hechos que me cuentan que bajo el presupuesto destinado por parte del Estado español a la sanidad pública, depende un sistema de Seguridad Social insostenible e ineficiente, que ha gestionado pésimamente los recursos que les hemos regalado con nuestro esfuerzo durante la última era de bonanza económica previa al ‘crash’ de 2008.

La burbuja inmobiliaria fomentada por el intervencionismo de aquellos que regulan en favor de la corrupción no deja de ser una paradoja a la vez que argumento para aquellos que injustamente se esfuerzan por liquidar nuestra maravillosa libertad llamada ¡mercados! Y muy lejos de la barata literatura con la que se pretenda vestir esta actual crisis, la realidad es que los problemas estructurales que han venido dilapidando al actual sistema social han terminado demostrando una vulnerabilidad que ha estallado por culpa de un temido ‘Black Swan’, ese suceso improbable y aleatorio llamado coronavirus… Pero no se engañen, no habríamos sobrevivido a cualquier otro detonante, ya que cualquiera de ellos hubiera puesto en jaque las carencias de un sistema que necesita de forma inmediata romper con el pasado y empezar de cero, renovar ilusiones y tratar de salvarse recomponiendo las heridas que este ya pasado reciente ha dejado en nuestra sociedad y en nuestro corazón.

Fue el corrupto y corrompido Estado el que  no pudo dejar de mostrarse como es, tras un largo disfraz que nos condujo a una de las mayores burbujas financieras conocidas junto a la complicidad de una laxa política monetaria impuesta por el poder de los bancos centrales. Fue una mala decisión del Gobierno intentar desesperadamente corregir la burbuja inmobiliaria de 2008 con otra idéntica basada en las renovables. Fue la corrupción provocada por ayuntamientos y cajas de ahorro la que terminó reventando el sector financiero, y fue el Estado y NO los mercados, los que decidieron derrochar toda la riqueza nacional, rescatando así a la banca, en vez de dejarla caer… ¡Soy liberal! Creo en las quiebras, son sanas, nos ayudan a dar un paso atrás para crear un mundo más sabio lleno de pasos adelante. 

BCE

Una vez más señores, el intervencionismo del BCE permitió al sistema cesar en las reformas que sí exigió el mercado en 2012, y que nos ha llevado a una kafkiana paradoja en la que bajo el pretexto de virus ha escupido absolutamente toda la vulnerabilidad escondida de nuestro sistema. No olviden que las reformas fiscales necesarias para reconstruir este desastre en Europa, deberán cohabitar con la obligatoriedad de los Bancos centrales de seguir apoyando a los mercados de deuda pública, algo que contraviene con su potestad de corregir una inflación, que se ha convertido no solamente en un veneno para la economía, sino en una nueva atrofia con la que aprender a cohabitar. Somos la generación de la permisiva aceptación de la ignorancia, somos la generación que faculta al Estado a seguir condicionando nuestras vidas, somos la generación de la queja sin atisbo de autorreflexión, esa reflexión que serena, nos regalará no permitirnos tomar decisiones desesperadas. El fracaso ya no es una opción, mi nombre es Gisela Turazzini Escuredo.

Lo último en Economía

Últimas noticias