EEUU no quita la red monetaria por temor a una recesión global

Janet Yellen, secretaria del Tesoro de EEUU. (Foto: GETTY).
Janet Yellen, secretaria del Tesoro de EEUU. (Foto: GETTY).

Lo tenía muy difícil la presidenta del Banco Central de Estados Unidos (la Reserva Federal) para contentar a todos y, decidiera lo que decidiera, iba a ser criticada por los perdedores y alabada por los ganadores. Hay muchos intereses cruzados para que llueva a gusto de todos y Yanet Yellen ha tomado el camino más fácil, manteniendo los tipos de interés en sus mínimos históricos (entre el 0% y el 0,25%), donde están desde 2008. Es decir, que se seguirá penalizando a los ahorradores y beneficiando a los endeudados, tanto en el sector público como en el privado.

El mercado lleva esperando muchos meses a que se produzca una subida, ya que la economía de EEUU crece en el entorno del 4% con pleno empleo (tasa de paro del 5%) y, hasta los más defensores del mantenimiento artificial de la economía mediante las inyecciones de liquidez del Banco Central, consideraban antes del verano que había que dar un cambio de rumbo a la política monetaria.

Sin embargo, todo cambió con la crisis bursátil de China, que en agosto mostró la cara y arrastró a los países emergentes, que ya estaban en una complicada situación debido a su elevado endeudamiento y al hundimiento de los precios de las materias primas. Y en clave interna norteamericana, la elevada deuda también de familias (especialmente estudiantes) y de empresas cotizadas han sido elementos que también han sido valorados por la autoridad monetaria.

Por tanto, el temor a una nueva recesión global ha pesado más en la decisión de Yellen, que necesita tiempo para evaluar la repercusión que tendrán todos estos factores internacionales en la economía de EEUU. En octubre volverá a reunirse el Comité Federal que dirige la Reserva Federal.

Barra libre financiera

La historia reciente de la política monetaria mundial ha estado marcada por la falta de ortodoxia financiera, siguiendo las recomendaciones de los seguidores del Nobel de Economía, Paul Krugman, que desde su atalaya semanal del New York Times, lleva casi una década animando a los banqueros centrales del planeta a inyectar dinero de nueva creación a mansalva, inundando los mercados de una liquidez que ha provocado una burbuja de deuda global y una subida artificial de las acciones bursátiles.

La Reserva Federal es la que ha orquestado esta barra libre financiera, exportando la inflación a los países emergentes, que han visto como se disparaban los precios de las materias primas (los que ahora se derrumban). Como señala el gestor de fondos y analista económico, Daniel Lacalle: “estamos viviendo la resaca de una década monetaria jamás vista”. Los emergentes multiplicaron sus “inversiones” con el dinero barato y, una vez que explota la burbuja, se encuentran con que esas “inversiones” no son rentables.

La explicación económica de todo este proceso es sencillo. Cuando una autoridad monetaria (banca central) mantiene los tipos de interés artificialmente bajos, las empresas se lanzan a realizar inversiones que sólo son rentables precisamente por ese bajo nivel de tipos de interés. Esto va provocando una descoordinación creciente entre lo que quieren los consumidores que se produzca y lo que realmente fabrican las empresas, hasta que llega un momento en el que se hace evidente que estas inversiones no son rentables y se pincha la burbuja.

No se permite el necesario ajuste

Una vez que llega la recesión es hora de deshacer posiciones y liquidar las inversiones no rentables, produciendo un efecto de saneamiento de la economía. Sin embargo, el pensamiento único monetarista/keynesiano del que hacen gala Krugman, el presidente del BCE, Mario Dragui, y todos los dirigentes de la reciente historia de la Reserva Federal, se basa en una sola premisa: que en lugar de permitir este ajuste hay que echar más gasolina al fuego. Es decir, se intenta frenar el efecto perverso de una burbuja creando otra mayor.

Krugman ha llegado a afirmar que lo ideal sería que los extraterrestres nos invadieran, para poder emitir deuda sin reparos en un modelo de economía de guerra. Se trata de una exageración pero define muy bien la forma de pensar de este economista y de sus seguidores. Cada día surgen más voces que denuncian estos errores teóricos y, en la medida en que lleguen a los políticos, se podrán empezar a solucionar los problemas.

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