Inversión

La empresa familiar: el valor de un sueño

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Freixenet es una de las empresas familiares más antiguas de España (Foto: GETTY)

“Quiero darte alas para volar, y raíces para no olvidar”.

Al escribir hoy en este blog sobre empresas familiares, y si es o no interesante invertir en estos momentos en las mismas, me viene a mi mente el recuerdo de cuando era niño y, mientras en la televisión de nuestro país ponían series americanas de imperios familiares en las que aparecían malos malísimos como eran Ángela Channing o J.R, contemplaba con admiración la destreza de mi padre y mi tío trabajando la madera en el negocio familiar- fundado por mi añorado abuelo. Mientras, éste seguía enorgulleciéndose de las herramientas de carpintero de su padre (o sea, mi bisabuelo) a la vez que ayudaba a sus hijos en la faena de cada larga jornada y aún tenía tiempo para hacer unas espadas de madera a sus nietos o a los amigos de éstos.

Al referirme a empresas familiares, en definitiva, con emoción me viene aquellos recuerdos de golpes de maza sobre escoplos, el sonido grave de una sierra de mano, el hipnotizante ir y venir de la garlopa o el olor de las virutas. Pero, sobre todo, recuerdo cómo lo que de forma sencilla había sido creado en el albor del siglo XX, poco a poco y con ilusión, fue creciendo y tomando forma.

Y es que al final uno, cuando habla de empresas familiares, se da cuenta que se trata de compañías creadas por personas con un sueño y una ilusión especial. Personas con unas “alas” que, en cada momento, les dan una libertad y una autonomía para luchar cada día con el objetivo de conseguir sus metas, pero sin olvidarse de sus raíces y siendo fieles a los valores que les vieron nacer como proyecto empresarial.

Ahora bien, este tipo de empresas son mucho más que sueños e ilusiones pues conforman la columna vertebral de la economía de muchos países generando una parte importante del empleo privado y teniendo una relevancia muy significativa en el PIB mundial. En este sentido, y según la última información elaborada por el Instituto de la Empresa Familiar, en España casi el 90% del total de nuestro parque empresarial está formado por este tipo de compañías. En la Unión Europea hay unos 17 millones de empresas familiares y en USA son capaces de generar el 50% del empleo privado.

Además, uno puede tener la idea equivocada de que se trata sólo de compañías de tamaño pequeño o mediano. Sin embargo, también hay empresas de mayor tamaño y muy conocidas, donde un elevado porcentaje de su capital social está en manos de una familia, como pueden ser: BMW, Ford, Samsung, Walmart, Jeronimo Martins, Arcelor Mittal, Volkswagen, Berkshire Hataway o las españolas Inditex, Ferrovial, OHL, Gestam, Grupo Antolín-Irausa SA, Mercadona o el propio Corte Inglés.

En el caso de las compañías cotizadas en bolsa, y cuya gestión está ligada a grupos familiares (por tanto, mantienen el control y la capacidad en la toma de decisiones), suelen tener un comportamiento bursátil más consistente a lo largo del tiempo y normalmente son más resistentes en momentos de incertidumbre.

La “lógica”, si podemos hablar de ello en mercados de capitales, dice que quienes tienen su patrimonio comprometido en su propia empresa (sobre todo, si ésta es fruto del legado familiar) no suelen asumir elevados riesgos en la toma de decisiones. Dicho de otro modo, son compañías gestionadas bajo un enfoque más prudente y, por ello, la seguridad es una nota importante para este tipo de empresa.

Ahora bien, de cara a un inversor minorista, prudencia y seguridad deben estar en equilibrio con la rentabilidad. Una empresa familiar no debe sólo crear valor a la familia fundadora de la misma sino también al resto de los inversores que creen en ella. En definitiva, raíces sí pero mente abierta para sumar talento que haga una compañía más fuerte y con valor.

Y es que una empresa de carácter familiar, aunque tiene una serie de virtudes frente a aquellas que no lo son, y que se manifestarán en mayor o menor medida en función del tamaño de dichas compañías, también han de enfrentarse a innumerables retos y desafíos desde sus inicios:

  • El proyecto empresarial y el proyecto de vida quedan tan unidos que a veces no se sabe dónde acaba uno y comienza el otro. Es preciso encontrar un equilibrio entre lo emocional y lo laboral para evitar perder la empresa o, como sucediera en aquellos “culebrones” de mi niñez, perder la familia.
  • La planificación de la continuidad de la compañía. El fundador (como persona física o jurídica) no sólo deberá ir delegando partes de su día a día sino que debe tener una “hoja de ruta” clara para que el relevo generacional  se lleve a cabo sin conflictos.
  • Adaptarse o morir. El sueño que dio pié a la creación de un proyecto empresarial no sólo debe estar abierto a la innovación sino, y lo que es más importante, a la profesionalización. Al final, en una empresa familiar debería existir tres elementos bien diferenciados; la familia fundadora, los propietarios de la empresa y quiénes son los gestores de la misma.  Si no se tiene buenos profesionales en puestos importantes de la compañía, aunque éstos no sean familiares de los fundadores, se corre el riesgo de ver morir la empresa.

Sabedores que más del 15% de las compañías incluidas en los índices S&P 500 y STOXX Europe 600 son empresas familiares, creemos que existen una serie de fondos de inversión registrados en CNMV que nos parecen interesantes en estos instantes; March Intl – The Family Businesses Fund, BL-European Family Business, u otros fondos en los que uno de los criterios más importantes para dar entrada a un valor en cartera es que sean empresas familiares.

Los responsables de gestión de este tipo de fondos suelen seleccionar empresas sin seguir a ningún índice de referencia y sin tener ningún límite a la hora de asignar pesos sectoriales o geográficos. Al tratarse de empresas familiares sí éstas deben contar con determinados requisitos; que más de un porcentaje determinado del capital social (entre el 25% al 30%) esté en manos de una familia; que exista el deseo de transferir la compañía a la siguiente generación; que un único grupo familiar controle el negocio; y que, al menos, un miembro de la familia esté involucrado en la alta dirección de la compañía. Pero no sólo son seleccionadas por cumplir con los anteriores requisitos sino que, además, deben tener unos fundamentales sólidos y cotizar con una valoración atractiva. Por tanto, suelen tratarse de fondos con un marcado sesgo “value” (o de valor).

Teniendo en cuenta que este tipo de fondos no son una idea comercial, sino que se trata de una alternativa de inversión adecuada sólo a inversores capaces de soportar altas dosis de riesgo y que, como siempre suelo aconsejar, debe ser valorada de la mano de un asesor objetivo que tenga en cuenta su perfil inversor y plazo de la inversión, sí quiero señalar que me gustan para el momento actual de mercados.

Y me parecen atractivos  por las propias características de las empresas familiares, por seguir pensando que el estilo de gestión “value” no está muerto, y porque las empresas que suelo ver en este tipo de fondos de inversión son compañías que dan mucha importancia a ser eficientes en los riesgo asumidos, a la excelencia en la calidad de los productos ofrecidos y servicios prestados, y a la rentabilidad que buscan para sus accionistas.

Alas, raíces y valor… tres pilares que, sin duda alguna, pueden darnos alegrías en este entorno económico financiero.

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