El histórico salón de té Embassy de Castellana cerrará sus puertas a finales de marzo

Embassy
Local de Embassy en el Paseo de la Castellana (Foto: Embassy)
María Villardón

El histórico Embassy del Paseo de la Castellana cerrará sus puertas a finales de mes. El salón de té fue creado por Margarita Kearney Taylor en 1931, uno de sus miedos era que su negocio no tuviera continuidad y que lo pudiera quedar, por ejemplo, alguna entidad financiera. Desde su muerte, Embassy ha estado regentado por la familia Rivera Sarmiento y ahora echa el cierre.

Según han confirmado a OKDIARIO fuentes de la firma, «en la actualidad la Dirección está estudiando distintas fórmulas empresariales que permitan hacer viable nuestra empresa».

Explican, además, que la crisis económica que ha atravesado nuestra economía, «y de forma muy directa en nuestro sector, ha contribuido a que esta empresa esté buscando cambios en el modelo de negocio que actualmente desarrolla». Esos sí, aseguran que en ningún momento se han planteado el cierre de la empresa, «tan solo se están buscando alternativas en la misma que permitan seguir ofreciendo nuestros servicios a nuestros clientes habituales y al resto de vecinos de Madrid». 

Con el cierre del salón habrá alrededor de cuarenta personas que no saben qué es lo que pasará con sus puestos de trabajo. Desde que los Rivera Sarmiento tomaron el timón de Embassy, la firma ha tenido que diversificar su negocio, ya no solo valía con el salón de té con sus maravillosos emparedados y dulces. Había que avanzar con los tiempos y llevar a más clientela para que se quedaran a pesar del paso del tiempo.

Actualmente cuentan con cuatro establecimientos en Madrid: Paseo de la Castellana, La Moraleja, Aravaca y calle Potosí. De momento, solo cerrará sus puertas el histórico del centro de la capital. Además, tienen servicio de catering para empresas y particulares, así como tienda gourmet, tanto on line, como física en las instalaciones de Castellana.

Embassy emplea a cerca de 40 personas y todavía no saben qué es lo que pasará con sus puestos de trabajo en el mítico lugar. Lo que sí es seguro es que las señoras que aún lo frecuentan se van a llevar un buen disgusto cuando conozcan la noticia del cierre.

Algunos clientes que frecuentaban Embassy han tenido reservadas mesas durante años, «esas clientas van siendo mayores y son sus hijas las que heredan el gusto por seguir yendo allí», decían desde la empresa. Ha sido el lugar favorito de políticos, empresarios, artistas y miembros de la Casa Real de España. De hecho, cada quince días, el salón de té manda a Zarzuela chocolate para el Rey Emérito Don Juan Carlos y emparedados de berros para Doña Sofía. También era usual ver desayunando durante media hora al presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo. 

El salón de té fue creado por Margarita Kearney Taylor en 1931, una irlandesa emprendedora que creó un lugar de reunión para mujeres, en aquel entonces solo había cafeterías y tascas. Aún en vida de la propietaria el salón de Castellana pasó a manos de la familia Rivera Sarmiento. De hecho, María Teresa Sarmiento, la actual dueña, llegó a trabajar junto a Margarita a la que ha definido como una mujer “elegante, inteligente, culta y con un carácter complicado».

Embassy comenzó como un club privado con 17 mesas con una barra y un mostrador, allí se vendían los emparedados tan famosos, así como la bollería. Básicamente, lo más famoso es el cóctel de champagne y el pastel de limón. Sarmiento me comentó en una ocasión en la que pude charlar con ella, que uno de los miedos de la irlandesa es que Embassy no siguiera, que el salón que con tanto esfuerzo había levantado no siguiera en pie. “Quería que todo fuera igual y no se cambiara nada, algo complicado en estos momentos”, relataba.

Margarita murió en los años 80, pero su preocupación era que su negocio terminase. «Había sido toda su vida con todas alegrías y penas, ella tenía miedo de que se lo quedase el banco, por ejemplo. Su alegría es que hubiera una continuación, para ella fue maravilloso ver que Embassy seguía adelante», me explicaba Sarmiento.

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