La Eurocámara aprueba el controvertido acuerdo comercial de la UE con Canadá

trabajadores desplazados
Parlamento Europeo. (Foto: AFP)

Pese a la fuerte contestación tanto dentro como fuera de la Eurocámara, los eurodiputados aprobaron este miércoles el acuerdo comercial de la Unión Europea (UE) con Canadá, que Bruselas busca convertir en el modelo de otros tratados, como el negociado actualmente con México.

«En estos tiempos inciertos, con el aumento del proteccionismo en el mundo, [el acuerdo comercial con Canadá conocido como] CETA subraya nuestro fuerte compromiso con un comercio sostenible», celebró la comisaria europea de Comercio, Cecilia Malmström.

La incertidumbre planea en el comercio internacional multilateral, después que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, retirara a su país del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) y anunciara su intención de renegociar el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN).

El país más perjudicado por el proteccionismo estadounidense es México, nación con la que la UE aceleró la negociación de la modernización de su acuerdo comercial, y cuyo «modelo se parece efectivamente mucho al CETA», según palabras de Malmström en rueda de prensa.

Por 408 votos a favor, 254 en contra y 33 abstenciones, los eurodiputados abrieron la puerta a la próxima puesta en marcha provisional, en principio a partir de abril, de este espacio de libre comercio de unos 550 millones de personas entre Canadá -el tercer miembro del TLCAN- y los 28.

La derecha y los liberales expresaron su apoyo al acuerdo, frente al rechazo de verdes, la izquierda radical y la ultraderecha. El grupo socialdemócrata votó dividido, lo que le valió las críticas de su principal rival, el PPE (derecha).

Tras la votación, el jueves llegará el turno del primer ministro canadiense, Justin Trudeau, quien subrayará ante la Eurocámara reunida en Estrasburgo (noreste de Francia) «el carácter singularmente progresista del acuerdo», según su oficina.

¿Desmantelar la democracia?

La aplicación provisional dejará fuera algunos de los aspectos más controvertidos como el mecanismo de resolución de litigios que facilita a las multinacionales denunciar a los Estados si consideran sus políticas contrarias a sus intereses comerciales.

Aunque Bruselas defiende que este tratado comercial suprimirá el 99% de los aranceles e implicará el ahorro de 500 millones de euros para los exportadores europeos, sus opositores consideran que el acuerdo es peligroso para el medioambiente y los agricultores europeos, y demasiado favorable a las multinacionales.

Varias decenas de opositores al tratado, tanto miembros de oenegés como de partidos de izquierda, bloquearon acostados en el suelo el acceso a la sesión plenaria, cuyo inicio tuvo que retrasarse algunos minutos.

«Decir sí al CETA es pisotear al pueblo» o «¿Desmantelar la democracia? ¡De ninguna manera!», rezaban algunas de las pancartas que portaban los manifestantes. Unas 700 personas protestaron además por las calles de Estrasburgo, según la policía.

Varios estudios contestan los aparentes beneficios del acuerdo, como el de la universidad estadounidense de Tufts, cerca de Boston, que estima que el CETA «implicará la pérdida de 230.000 empleos de aquí a 2023», 200.000 en la UE.

Para su entrada en vigor completa y definitiva, el acuerdo deberá ser ratificado por los parlamentos nacionales y algunos regionales de los 28 países de la UE, un largo trámite de años con final incierto, visto el veto durante días impuesto en octubre por la región belga de Valonia antes de la firma final.

«Los parlamentos nacionales (…) deben rechazar el tratado», urgió Karine Jacquemart, de la oenegé Foodwatch, para quien «el CETA es tan malo» como el TTIP, el más contestado acuerdo entre la UE y Estados Unidos cuyas negociaciones se encuentran congeladas desde la llegada de Trump.

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