Coyuntura económica

Si tu pueblo sueña; ¡privatiza!

Si tu pueblo sueña; ¡privatiza!

“Quejarse de que la economía libre favorece a los ricos es como quejarse de que la libertad de expresión favorece a los elocuentes”, Joseph Sobran.

Toda institución es la sombra de un solo hombre o mujer, personas que abanderan fuertes razones para justificar llevar a cabo fuertes acciones, convirtiéndose casi siempre en sus propias víctimas ante las maniobras de un destino transformado en péndulo, que los va zarandeando de jueces a verdugos a su antojo. Por esta razón siempre se ha mantenido que Dios no quiere cobardes como embajadores, y dicho esto, debieron echarnos cuando tuvieron oportunidad. Somos disruptores, vinimos para cambiar las reglas del juego, y la liberalización es un hecho.

Considero que la mayoría de cambios importantes llegan siempre bajo un cambio de actitud. Esa actitud de “hablar por hablar” que de no ser tan socialmente arrogante nos evitaría escuchar en las tertulias opiniones aparentemente bien argumentadas, pero no contrastadas. ¿Y qué temática se lleva la palma? economía y política. No me gusta generalizar, pero a groso modo no acabo de comprender cómo la vagancia social a la hora de contrastar la información ha llegado a ser diametralmente opuesta a la facilidad que tenemos de acceder a la misma, gracias en parte a la innovación tecnológica.

De personalidad curiosa, se me conoce por ser la antagonista de este asombroso fenómeno llamado “cuñadismo” que nos invita a hablar sin certeza, conocimiento, ni datos. Como decía mi mamá, ¡qué atrevida es la ignorancia!

Esta moda del cuñadismo político-económico nos deja un cóctel francamente sorprendente. Un cóctel que nunca lograría comprender la esencia del anarquismo del capital privado, ese maravilloso orden social sin poder, ergo ¡sin Estado! Quizás se pregunten cómo podría subsistir el orden en un Estado sin servicios públicos fundamentales como son la sanidad, la educación o la seguridad ciudadana. Pero todo proceso de cambio implica siempre en inicio una revolución, seguida de tiempo de prueba e implementación de aquello aún desconocido.

¿Acaso no existía la Ley, sin la figura del Estado en Roma? Nuestras creencias no nos hacen mejores, nuestros actos sí y por mi parte seguiré esforzándome por una revolución liberal sin utopías, por que el cambio ideológico se imponga y por que se defienda el desmantelamiento del Estado llevándolo a su mínima expresión, es decir, a la mínima participación de éste para con los recursos públicos.

La educación, por lo tanto, es uno de los principales hilos conductores de lo que pretendo exponerles hoy. En España el sistema educativo está a la cola de innovación alguna, entre otras muchas cosas, y es uno de los grandes exponentes de lo que significa un servicio público per se, pocas competencias y excesiva burocracia que nos da como resultado cantidades ingentes de estudiantes que únicamente aspiran a ser funcionarios y “asegurarse” un sueldo de por vida. Lo respeto debido a mi condición de liberal declarada, pero ello no debería implicar en ningún caso la palabra estancamiento.

Por otro lado no me extraña, nos han educado decenas de profesores que creen ser merecedores de una verdad sin criterio a la salvedad, fomentando la incapacidad de opinar en contra de algunas teorías, bastante bien hemos salido. No estoy criticando la bondad y calidad docente de nuestro país, ya que parcialmente soy una de ellos, pero sí a un sistema absolutamente decadente y que remitiéndome a los datos, parece que inservible también. Es la necesidad lo que agudiza el ingenio, al menos así fue y es en mi caso, y esta pandemia nos ha dejado un claro ejemplo de ello incrementado el sentido de responsabilidad del alumnado para concienciarnos de que esta sociedad necesita incentivos, y no castigos.

Y hablando de incentivos, la liberalización del ferrocarril me parece estar plagada de ellos. Aquello que durante tantos años ha sido fuertemente criticado al Estado español (la colosal e inservible inversión pública en el AVE), se presenta como clara ventaja para el propósito mundial de frenar el cambio climático. Y la puesta a la venta por parte de OUIGO de sus billetes ‘low cost’ a partir de mayo de 2021, nos abre las puertas a un escenario mágico. Facilitar la movilidad de las personas en la media distancia es un salto de elevadas consecuencias para nuestra economía, sociedad y medioambiente.

Temas tan polémicos como el incremento de los precios de la vivienda en Barcelona y Madrid, así como las elevadas tasas de gases contaminantes, se verán favorecidas por la comodidad que permite el tren de alta velocidad a precios al fin competitivos. Poco ha tardado Renfe en implementar el AVLO (su línea de trenes ‘low cost’), con un simple ‘remake’ de color morado del material rodante, tenemos ya una caída de los precios del -70%… ¿Sorprendente? no para aquellos que amamos y entendemos la libertad.

Así como la alta velocidad a precios competitivos permitirá una mejor calidad de nuestro transporte, también nos permitirá reflexionar sobre el imperante sentido que ha tenido la inversión realizada por el Estado español, para posicionarse como uno de los referentes mundiales en la alta velocidad. Y de la misma manera que la competencia mejora las condiciones de vida de los ciudadanos, lo hace en las empresas.

La francesa Alstom y la suiza Stadler Rail pasan a ser ganadoras de facto del mega concurso de cercanías, dando un toque de atención a Talgo y CAF, que desde aquí les impero ponerse las pilas si quieren hacerse un hueco entre la calidad técnica de los trenes franceses y suizos, y de paso darnos una alegría a sus accionistas. ¿Qué sucedería si en vez de concursos libres se decidiera a dedo el material rodante? Vamos, lo de toda la vida en el panorama político español… Pues obtendríamos trenes de peor calidad, frenaríamos la innovación y anularíamos la creatividad. Nos encontramos ante un statu quo obsoleto, ¿lo ven?

Si algo precisamente nos ha enseñado esta pandemia es que un Estado dirigido por gobernantes mediocres e intervencionistas, que creen estar plenamente capacitados para administrar nuestros recursos públicos, no es solamente una manera arrogante de entender el mundo, sino una total ignorancia manifiesta cuando osan quejarse acerca de que la economía de libre mercado favorece a los ricos, algo que como les citaba inicialmente, es como quejarse de que la libertad de expresión favorece a los elocuentes. Y desde aquí les invito a cada uno de ellos a merecer lo que sueñan y mirar al mundo como les dé la gana, pero a mi no.

Gisela Turazzini, founder CEO, Blackbird Bank.

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