¿Qué es la obsolescencia programada?

La obsolescencia programada hace referencia a la delimitación del fin de la vida útil de los productos. Pero, ¿qué consecuencias tiene?

obsolescencia programada
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Como hemos visto en el otro artículo, el concepto de obsolescencia hace referencia a la pérdida de valor de un elemento del activo como consecuencia de la aparición de una mejora en el mercado que supera en productividad a la tecnología existente.

En el contexto competitivo global, las empresas precisan de unas ventas regulares para poder seguir funcionando. Por lo tanto, necesitan de un consumo importante y continuado en el tiempo. Por ese motivo, en algunos casos, se lleva a cabo la siguiente práctica: configurar el producto de forma que, aunque habría la capacidad y los recursos técnicos para que durara más, delimitar su tiempo de vida útil. De esa forma, se obliga al usuario a tener que repetir el acto de compra. Este concepto recibe el nombre de obsolescencia programada.

Obsolescencia programada y ética

Una de las consecuencias más evidentes del consumo masivo son los residuos que genera. Toneladas de productos se acumulan en grandes vertederos que causan graves daños en la salud de las personas y en el mismo medio ambiente. Un ejemplo claro lo encontramos en los vertederos existentes en países en vías de desarrollo, donde se acumulan toneladas de basura, especialmente procedente de productos electrónicos.

La obsolescencia programada, pues, no hace otra cosa que agravar este problema. Por ese motivo, profesionales de distintos ámbitos piden a los Estados que legislen de tal manera que penalicen a los fabricantes que programen el fin de la vida de sus productos.

¿Cómo afrontar la obsolescencia?

Para una compañía, que precisa de una serie de innovaciones para salir adelante, es muy complicado evitar la entrada en la rueda de consumo antes expuesta. Sí puede intentar reducir el máximo posible los efectos negativos que causa, a partir de las siguientes acciones:

  • Reducir: adquirir solamente aquellos materiales que son realmente necesarios para el desarrollo del proceso. De esta forma, también, se consiguen minimizar costes como el de almacenaje.
  • Reutilizar: en algunos casos, es posible dar una función distinta a un elemento determinado para aprovecharlo en otro proceso o, en según qué casos, poder venderlo a otras compañías que lo puedan precisar, aunque sea a un precio inferior.
  • Reciclar: los Estados, conscientes del problema causado por la acumulación de residuos, han legislado con el fin de minimizar su impacto. Por lo tanto, las empresas, para evitar sanciones y no causar un daño en el medio ambiente, deben de seguir las pautas determinadas en cada caso. Como premio a su esfuerzo, pueden recibir certificaciones conforme su gestión de residuos causa un impacto reducido.

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