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La euforia por los activos de riesgo tras la llegada de Trump es un espejismo

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Donald Trump durante un mitin en su campaña por las presidenciales. (Foto: AFP)

Ya ha transcurrido más de un mes desde las elecciones presidenciales en Estados Unidos, suficiente tiempo como para poder hacer un primer balance de situación. El comportamiento de los mercados ha sido claro desde entonces: euforia por los activos de riesgo. Por el contrario, los activos refugio (bonos soberanos y oro) han tenido un comportamiento desastroso, sin olvidarnos de muchas divisas emergentes que no tienen nada que ver con un activo refugio por definición. ¿Porqué?.

Porque los grandes inversores institucionales se han puesto compradores desde el día de las elecciones y las bolsas han subido mucho en muy poco tiempo. En mi humilde opinión, no creo que hayan tomado una posición estratégica de largo plazo, más bien una posición táctica, pero eso ha sido suficiente para que el consenso de mercado, compuesto especialmente por analistas de bancos y gestoras de reconocidas por casi todo el mundo, se hayan sumado al carro del optimismo exacerbado y den por sentado que la administración Trump va a hacer milagros económicos. Curiosamente no es lo que piensan concienzudos gestores independientes ni versados gestores de Hedge Funds.

Yo soy crítico por naturaleza, defecto o virtud profesional tras muchos años dedicándome a la inversión de patrimonios y al seguimiento del mercado, y evidentemente cuestiono al consenso siempre. Con este criterio sueles evitar grandes sustos, como el ocurrido en el año 2008, o el del 2011, pero la verdad en los mercados financieros es la piedra angular más difícil de encontrar, y requiere de un grado de subjetividad enorme para acercarse a ella a base de eliminar la desinformación causada por los conflictos de interés que tienen bancos y gestoras para con sus clientes (siempre más interesados en su propia cuenta de resultados que en preservar el patrimonio de sus clientes).

El consenso cree que los beneficios de las empresas crecerán a un nivel de doble dígito el año próximo, y que vamos a ver mejoras en los crecimientos del PIB de todo el mundo, haciéndose realidad la tan querida inflación (querida por los deudores permanentes… estados, bancos y compañías poco productivas o incluso zombis). Algo no me encaja. Por ejemplo, la mejora del crecimiento esperado para los países emergentes… o para Europa. O incluso, la mejora del crecimiento económico y de los beneficios para los EEUU y muchas de sus multinacionales.

¿Por qué no me encaja? ¿por qué llevarle la contraria al eufórico consenso actual?. Hay muchos motivos, algunos de los cuales he expuesto en anteriores artículos y no me repetiré. Como resumen sencillo:

1.     Los tipos deberían estar según la regla de Taylor en un 3,75% en los EEUU frente a los actuales. Diferencia muy considerable como para obviarla y que tiene consecuencias en los errores de inversión cometidos siempre en las etapas de formación de burbujas.

2.     El mercado ha ajustado al alza el ritmo de las subidas de tasas de interés en los EEUU respecto al momento previo a la victoria de Donald Trump, pero muy lejos de la regla de Taylor. Se espera subida de tasas este mes por parte de la Reserva Federal de EEUU, y como mucho dos o tres subidas más el año próximo hasta niveles del 1% o 1,25% para finales del próximo año.

3.     Y lo que más me choca, y que encaja a la perfección con la irracionalidad típica de los momentos de euforia en los mercados, es que las perspectivas sean tan positivas para el crecimiento global, contando con subidas de tasas, subida del dólar y una deuda en máximos históricos, especialmente en las economías emergentes (y en dólares). Sinceramente, no puedo comprar tanto optimismo, sobre todo si tenemos en cuenta el factor geopolítico que analizaré brevemente en el próximo artículo.

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