El textil español apuesta por Cuba a pesar del férreo control del castrismo al capital privado

Mango
Tienda de la española Mango
María Villardón

El Gobierno de Cuba no deja nada al azar, al menos en cuanto a inversión extranjera se refiere. Todos los proyectos que se pretendan poner en marcha en el país deben personarse ante el Ministerio del Comercio Exterior e Inversión Extranjera (MINCEX). Una vez que esté en sus manos, el negocio debe elevarse a ser aprobado o no por el Consejo de Ministros. Todo, como ven, muy sencillo de poner en marcha.

La última empresa en mostrar su interés de desembarco en la Cuba de los Castro ha sido la española Mango. Abrirá una tienda en 2017, pero lo hará de manera franquiciada, una modalidad con la que lleva trabajando en la Isla durante 20 años. Próximamente, según adelantaba Modaes.es, llegarán a Cuba firmas del grupo Cortefiel como Springfield y Woman Secret’s.

Un proceso de expansión internacional de la textil de gran ambición teniendo en cuenta el marco regulatorio que hay en Cuba. Por ley, el 51% de las acciones de las empresas extranjeras que allí quieran comer un trozo de la tarta del negocio pertenecen al Estado cubano. Y no solamente eso, los empleados tienen que ser cubanos sí o sí, por lo que “la formación del personal y la supervisión de las tiendas es complicado”, apuntan a OKDIARIO fuentes de la propia compañía.

Pero estos son solamente dos hándicaps con los que las empresas de moda se encuentran en La Habana. Desde Mango señalan que sus problemas son, fundamentalmente, operativos, porque al ser “una marca de moda rápida necesitamos refrescar muy rápido las colecciones en tienda, las importaciones deben ser muy ágiles”. Pero a esto hay que añadir que en Cuba las telecomunicaciones funcionan a medio gas, internet funciona solamente en determinadas áreas y la comunicación con las tiendas “es más lenta de lo deseable”, comentan desde la compañía.

No obstante, fuentes de Mango, apuntan que el departamento de inversiones de Cuba es muy receptivo con las inversiones internacionales y que el problema ha sido que las compañías no han querido invertir en la Isla por las dificultades de la operación y por la posible inseguridad de las inversiones. “El Gobierno cubano ha estado siempre receptivo a hacer cosas, de hecho, sigue proponiendo ideas para seguir creciendo. La restricción no es el Gobierno sino la lógica empresarial en un país que se encuentra muy castigado económicamente”, explican en Mango.

El primero en llegar golpea dos veces

Llegar el primero a un país como Cuba es golpear de manera más fuerte en el corazón de los competidores. Mango llegaba a Cuba hace 20 años y la francesa Chanel hacía el primer desfile de moda de su historia en La Habana. ¿Quién gana en marca y referencia? Efectivamente, los que se adelantan al resto.

Otra cosa es el consumo, en el caso de Mango, la firma en Cuba ya no es low cost por culpa de los altos aranceles que les imponen. “Siempre han sido altos, la regulación que aplica a las marcas internacionales nos ha situado como una marca exclusiva, de precio alto y no asequible para todo el mundo o para todas las ocasiones”, explican a OKDIARIO desde la textil.

Ahora mismo el nivel adquisitivo del pueblo cubano no es alto, más bien todo lo contrario, pero la catalana se muestra optimista “no todos los cubanos pueden consumirla, pero sí existe la voluntad de hacerlo y hay un segmento que tiene esa capacidad”, aseguran.

La apertura de Cuba al mundo, ¿es tan real?

Cuando veíamos a Barack Obama bajar de su Air Force One en el aeropuerto de La Habana ya nos estábamos imaginando la llegada del capitalismo, de la innovación, de las grandes marcas y empresas del mundo. Imaginábamos colas y colas de ciudadanos esperando pedir un McChicken, veíamos como la globalización tomaba tierra en las calles cubanas, pero desde la visita del presidente de EEUU hasta ahora las cosas no han sido tan aperturistas como se celebraba.

El Gobierno cubano sigue con un marco regulatorio poco transgresor y atractivo para el capital extranjero. Las empresas instaladas en Cuba deben pagar a sus empleados, como hemos dicho siempre autóctonos, tienen la obligación de pagar a sus empleados a través del Estado. Una realidad que trae como consecuencia un nido de corrupción entre funcionarios y una economía sumergida sin parangón porque parte de las nóminas se dan bajo cuerda.

El sueño de apertura que se vendió con la visita de Obama solamente duró unas horas, unos días, aunque es una realidad que la prosperidad de la economía cubana debe pasar por el deshielo de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. Luego, quizá, las cosas vengan rodadas.

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