Doncic y Randolph se vengan del campeón (82-86)

Doncic
Doncic, encerrado por dos jugadores de Valencia Basket. (EFE)
Nacho Atanes
  • Nacho Atanes
  • Redactor de deportes y canterano de OKDIARIO. Desde 2016 cubriendo la información de tenis. También baloncesto, fútbol, ciclismo y otros contenidos.

La primera repetición de la final de la Liga Endesa 2016-17 no tuvo a Sergio Llull como actor principal en su cancha fetiche, pero el Real Madrid se las ingenió para salir victorioso (82-86) de un encuentro que fue una maravilla en sí mismo. Luka Doncic (16 puntos, 7 rebotes, 10 asistencias) y Anthony Randolph marcaron la diferencia en un equipo, el de Pablo Laso, coral y que confirma día a día que cualquiera puede marcar diferencias. Taylor, Ayón y Campazzo acompañaron a las dos estrellas eslovenas para imponerse a un vigente campeón que está empeñado en demostrar que lo suyo no es flor de un día, y a buen seguro que, jugando como en la tarde del domingo, no dejará dudas de ello.

De inicio comenzó siendo importante Jeffery Taylor. Como casi siempre, le tocó bailar con la más fea, en este caso el superanotador Erick Green y el sueco le secó en los primeros minutos en los que ambos ‘bailaron’ en pista. Para eso se le trajo, por eso se le renueva año tras año. Con Green anulado, Will Thomas y su garra se impusieron como generadores en Valencia, mientras que Felipe y Ayón se hacían fuertes para darle una ventaja pequeña al Madrid antes de la entrada de Doncic.

Desde el momento en que Luka pisó el parqué de la Fonteta, el encuentro cambió. Doncic le regaló al público valenciano el clinic por el que te cobraría un entrenador curtido en mil batallas y con los 50 ya cumplidos. Tiene 18 años, pero es capaz de realizar jugadas que no están al alcance de muchas de las estrellas europeas. El cielo, en este caso llamado NBA, es su límite, pero mientras tanto Randolph, Ayón o Felipe se benefician de sus interminables virtudes.

También sacó partido de jugar con el mago Luka no de los nuevos, Ognjen Kuzmic, que mostraba sus dotes en la zona, donde las continuaciones y los desafíos de fuerza serán lo suyo. El serbio jugó más que Ayón en la primera mitad, y aunque en su debe quedaron los tiros libres –0/3 con airball incluido– los errores en esta faceta no deberían convertirse en un habitual, ya que el año pasado promedió un 70%.

El marcador bajaba el minutero camino del fin del segundo cuarto y Doncic, ya en el banco, dio paso a los dos pequeños, Randle y Campazzo, que con sendos triples pusieron una máxima de nueve puntos en el contador de puntos. Una ventaja jugosa que no tuvieron casi tiempo de saborear en el banquillo merengue, pues dos acciones, triple incluido de Donerkaamp, dejaban la desventaja en cuatro.

Ya en la segunda mitad, Valencia demostró salir –mucho– más enchufado al partido. Los rebotes ofensivos explicaban la marcha más con la que los locales querían darle la vuelta al partido. El Real Madrid amagaba con cortocircuitar y los árbitros no lo pusieron fácil. Una zancadilla deliberada de Pleiss a Ayón fue ignorada por el terceto, que acto seguido sí penalizaron con antideportiva –y técnica a Laso– la devolución del Titán, que no templó sus nervios.

A partir de aquí todo fue cuesta abajo para Valencia, con Pleiss asomando como indefendible, y una auténtica tortura para el Real Madrid, obligando a Pablo Laso a pedir dos tiempos muertos para intentar solucionar el problema, traducido en cinco puntos de desventaja en el marcador. El técnico vasco optó por lo seguro, que no es otra cosa que centrar la atención en la conexión base-pívot (Doncic y Kuzmic) y dejar a Randolph que se encargara de ejecutar.

Último cuarto de órdago

Ocho puntos consecutivos e impresionantes del ‘esloveno’, a pase de su ‘paisano’ Doncic, devolvían la igualdad al luminoso, ligeramente agrietada por un tiro libre de Pleiss que no hacía sino confirmar que el último cuarto iba a ser de órdago. Las cartas estaban sobre la mesa y más que un partido cualquiera de Liga, esto era una cuestión de orgullo. La derrota en la final de la pasada campaña provocó críticas en muchas figuras madridistas, pero Randolph, posiblemente, se llevó la palma.

El ala-pívot, rejuvenecido y hipermotivado, desató la tormenta en la Fuente de San Luis con un mate y un 2+1 a la altura de un extraterrestre como él. El Madrid se distanciaba, pero esto no estaba ni mucho menos acabado.

El encuentro estaba tomando tintes épicos, con Doncic en versión Jordan blanco y Valencia entera a las espaldas de un jugadorazo como Will Thomas. Había aparecido Campazzo, con sus escasos 1’78, para hacer un tapón de locos a Green, pero el instant replay dio la pelota a los taronja, que volvían a colocarse a cuatro puntos. Dos nuevas acciones ponían de nuevo al mando a Valencia, pero Ayón demostraba ser el Titán dominante en la zona.

Valencia, Madrid, Madrid, Valencia. La alternancia en el marcador y la calidad suprema del choque hacían que el atrevimiento de apostar por un vencedor resultara una osadía. En estas, y con segundos ya para que terminara la función, Jeff Taylor, secante de profesión, se disfrazó de tirador para anotar un triple que colocaba al Real dos arriba. Una ventaja cortísima, pero que podía llegar a valer oro. A partir de ahí, el equipo blanco jugó como campeón de campeones con Ayón, en la recuperación y Campazzo como brillante ejecutor, para poner un lazo al triunfo y vengar la

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