El Real Madrid llega tarde y lleva a la historia a un Valencia campeón (87-76)

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Ayón y Felipe tratan de arrebatarle el balón a Dubljevic. (EFE)
Nacho Atanes
  • Nacho Atanes
  • Redactor de deportes y canterano de OKDIARIO. Desde 2016 cubriendo la información de tenis. También baloncesto, fútbol, ciclismo y otros contenidos.

España tiene nuevo campeón de Liga y no es el Real Madrid. Después de dos años de reinado blanco, la historia le dio a Valencia la oportunidad de saborear las mieles de la victoria y estos, con tres victorias consecutivas, se elevaron al escalón más alto de la mejor Liga de Europa, de forma merecida y con ayuda del vigente campeón, que no mostró ni mucho menos su mejor cara en un cuarto partido finalizado en 87-76 y decidido por un parcial estratosférico de los de Pedro Martínez en el segundo cuarto.

La Fonteta se había vestido de gala para el partido más importante de su historia. En el punto de mira, su primera Liga, y los encargados de hacer ese sueño realidad era un grupo unido, talentoso e inspirado hasta el infinito. Enfrente el Real Madrid, campeón de todo en los últimos años y que se encontraba al límite y con el peligro de no lograr ni la Liga ni la Euroliga, con todo lo que ello puede conllevar de cara al verano.

Se esperaba una batalla de poder a poder, y en los primeros minutos, aunque algo gris, lo fue. Se peleaba cada balón y los nervios llevaban a un desacierto totalmente lógico en ambos aros, pero Valencia, después de las primeras ventajas del Madrid, encontró el método para alejarse en el marcador de manera casi inverosímil e inexplicable para su rival.

No ocurrió nada, pero a la vez pasó de todo, y todo malo para el Madrid. Descontrol en ataque y en defensa, que acabaron con un parcial de 24-3 que gobernó el primer cuarto y permitió a Valencia Basket manejar ventajas de 20 puntos sobre el vigente campeón. Los jugadores se abrazaban, el público se dejaba la garganta a gritar. La Liga se rozaba con la yema de los dedos y nadie podía atreverse a decir que no era merecido.

El único rayo de esperanza para el Madrid era un desacertado Gustavo Ayón, que a base de tesón e insistencia se ganó un hueco entre los mejores del partido. El resto, por supuesto, vestían de naranja.

«Tenemos que tranquilizarnos», decía Felipe antes de marchar a vestuarios, pero la realidad es que los primeros ataques de la segunda mitad dejaron claro a dónde iba cada equipo. Cinco puntos de Sastre, que junto a Thomas había sido el mejor en la primera parte, contrastaban con la precipitación del Real, inexplicable teniendo en cuenta la experiencia de la plantilla.

El rebote ofensivo, al igual que en toda la eliminatoria, desangraba al Madrid, y la inspiración de Valencia hacía el resto. El empeño de Llull, muy individualista pero efectivo en este tercer cuarto, permitió a los blancos bajar de los 20 de desventaja, pero la remontada seguía pareciendo utópica.

La remontada fue imposible

Ante situaciones de emergencia la responsibilidad suele recaer en los pesos pesados de la plantilla, y Llull y Ayón se echaron el equipo a la espalda en busca de una machada casi imposible. Lo intentaron y consiguieron lo que parecía casi imposible, ponerse a once puntos a falta de una decena para acabar el partido, posiblemente también la final.

A pesar de que el agujero del rebote ya no iba a ser subsanado, la anotación de Llull y la inteligencia de Ayón siguieron sumando con Nocioni y Carroll como invitados en el quinteto de lo imposible. Valencia empezaba a acusar el miedo, pero el colchón seguía siendo suficiente para soñar.

Silenció la Fonteta Carroll con un triple que hizo bueno toda la anotación previa de Llull. El Madrid estaba a seis puntos, pero Sato apareció en escena para solucionar el problema y devolver la calma a Valencia. El rebote ofensivo también borró una canasta meritoria de Sergi. El Madrid tenía poco más de tres minutos para remontar nueve puntos y el cansancio comenzaba a notarse. El alambre cedía.

El desacierto, de nuevo, condenaba a un agotado Madrid –Ayón y Llull jugaron la segunda parte entera– y Sato seguía mostrando una pila extra que ya no tenía el Madrid. La Fonteta celebraba como una sola su primer título de Liga. La desesperación y el fracaso podían comprobarse solo con mirar las caras del banquillo blanco. En el otro bando, la historia había llegado a la capital del Turia. El Valencia Basket es merecido campeón de Liga.

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