Goleada insípida

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Bale celebra uno de sus cuatro goles al Rayo. (EFE)
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

Benítez, que ya se ha acostumbrado a que le piten los oídos en el Bernabéu cada partido un poquito más, ponía sobre el verde al once del Madrid que lleva en caída libre desde enero. Salvo el portero y Danilo, los mismos que se la pegaron con Ancelotti el año pasado. Ustedes se lo saben ya de memoria: Danilo y Marcelo por los costados, con Pepe y Ramos en el centro de la zaga. De ahí para arriba, el equipo médico habitual: Kroos, Modric, James y la BBC. Es lo que había, es lo que hay y quién sabe si es lo que habrá otra vez el año que viene.

Presionaba el Rayo de salida, siempre atrevido como su entrenador, pero poco tardó el Madrid en penalizar su primer error. Fue una pelota recuperada por Modric en el área propia. Benzema lanzó la contra hacia la carrera de Cristiano. Kroos y Bale le acompañaron en estampida por la derecha. Dos pases más hasta que la pelota llegó al galés. Danilo le doblaba al borde del fuera de juego. Bale le vio y el brasileño marcó de primeras por debajo del cuerpo de Yoel. Un gol de la era Mourinho.

Pero el Rayo nunca cesa. Así son los equipos de Paco, descarados y valientes, inasequibles a las goleadas. Siguieron dominando los visitantes, con los jugadores del Madrid en plena hora de la siesta. Se merecían el empate y no tardaron mucho en conseguirlo. Fue Amaya quien se encargó de hacerlo a la salida de un córner, esa jugada que Benítez presume de defender tan bien. El Bernabéu, que no aguanta más a un equipo infumable, estalló de nuevo en pitos.

Pero aún faltaba lo peor. Dos minutos después del empate, con el Madrid en huelga de brazos caídos, marcaba el Rayo el segundo. Fue una jugada por la derecha, con Marcelo haciéndose la permanente, y los futbolistas de Jémez jugando como en el patio de su casa. Lo marcó Jozabed y el Bernabéu dijo basta. La pitada resonaba por todas las paredes de un estadio que Benítez ha conseguido dejar medio vacío.

Tito se vistió de Nerón

Pero el Rayo decidió suicidarse a lo grande como Nicolas Cage en Leaving Las Vegas. Tito hizo de Nerón en el minuto 14 y se prendió fuego al llevarse por delante a Kroos. La roja era de libro. Jémez estaba a punto de romperse la camisa en el banquillo y saltar al césped. Al Madrid le daban más facilidades que a Rodrigo Rato para pedir un crédito.

Aun así, diez minutos tardaron los de Benítez en igualar el partido. Fue en un centro de Danilo desde la derecha que cabeceó magistralmente Bale. El brasileño empieza a parecerse al lateral por el que el Madrid pagó 30 millones y no al hermano negro de Arbeloa. Respiraba el Bernabéu, pero sólo para coger más aire para seguir pitando.

Tres minutos después fue Baena el que se vistió de Papa Noel para regalar al Madrid un penalti por un agarrón –agarroncito, mejor dicho– a Sergio Ramos. El público estuvo a punto de protestar el penalti aunque fuera a favor. Lo marcaba Cristiano pero no lo celebraba. El partido se había acabado, pero el plebiscito no.

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Bale y Cristiano celebran uno de los goles al Rayo. (EFE)

En los trece minutos siguientes dominó el Rayo a pesar de tener dos jugadores menos, pero los futbolistas del Madrid se movían menos que los leones de La Cibeles. A los 41 llegó el cuarto. Lo marcó Bale después de un pase de James y una maniobra de despiste de Benzema. El galés lucía estadística con dos goles y una asistencia. Al público le dio igual, porque silbó a los suyos al llegar al descanso.

El Madrid salió en la segunda parte dispuesto a divertirse a costa del Rayo y a ganarse el perdón de su afición. El quinto lo marcó Benzema después de una buena jugada colectiva que construyeron James y Cristiano en la frontal rayista. Las celebraciones seguían teniendo un tono de tristeza o al menos de melancolía. El Bernabéu detectaba el maquillaje como en una foto de Carmen de Mairena.

Goles sin sonrisa

Después del quinto llegó el sexto, segundo en la cuenta de Cristiano, después de una diagonal trazada por Modric y un pase medido de James desde la banda. Tampoco había nada que celebrar. Las caras de los futbolistas blancos sonaban como la canción desesperada de Pablo Neruda. Pocas veces tantos goles se celebraron tan poco. Los futbolistas de Benítez sonreían menos que un inspector de Hacienda.

Y después del sexto, el séptimo. Había arrancado el Rayo los aplausos del Bernabéu después de un par de buenas jugadas, pero el Madrid volvió a penalizar a la contra. Lo marcó Bale –el tercero en su cuenta– después de un buen pase de Cristiano. El público ni se inmutaba.

Un ratito después cayó el octavo. Era el minuto 69 y Bale marcó un gol un poco obsceno, después de hacer una pared sin querer con un defensa del Rayo. Benítez le sustituyó poco después para que se llevara la ovación del Bernabéu, pero ni por ésas. Salió en su lugar Arbeloa, jugador-portavoz del Real Madrid. Era un cambio tribunero sólo porque el sector más ruidoso de una afición harta pedía su presencia como premio por sus tuits, que no por su rendimiento deportivo.

Caían los goles ante un Rayo impotente. El noveno lo marcó Benzema después de un pase filtrado por Modric entre los pocos defensores rayistas. El francés definió con calma sin nadie que le encimara. Otro gol propio de un entrenamiento de los jueves. También sería de Benzema el décimo después de un pase de pecho de Kovacic dentro del área. Era el tanto que sellaba una goleada insípida, una goleada sin alma ni sabor, una goleada que no satisface a un Bernabéu que hace tiempo que ha VOTADO POR EL CAMBIO.

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