Ave, Cristiano

Sergio-Ramos-Cristiano-Ronaldo-Zidane
Ramos y Cristiano celebran el gol con Zidane. (Reuters)
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

Zidane salía con todo. Fiel a su estilo, el técnico madridista ponía a su once más ofensivo. Puede que hace unos meses, con Benítez quiero decir, el técnico hubiera aprovechado la ausencia de Bale para blindarse con Casemiro por el centro y dejar solos a Cristiano y Benzema arriba. Pero Zizou es más de nadar que de guardar la ropa.

Volvía Marcelo al equipo dispuesto a arribar el hombro, porque en la Champions no hay dolor. También volvía Isco, intocable para Zidane, que descansó ante el Athletic para llegar a Roma con las piernas frescas como el mes de agosto en Soria. Al timón, Kroos y Modric. Arriba, James, en pleno propósito de enmienda, con Benzema, al que le gusta la Champions más que una carrera de coches, y Cristiano, que había recuperado en la previa el orgullo de llamarse Ronaldo y el ojo del tigre.

Juntaba líneas Spalletti como si su equipo fueran las legiones de Julio César. Lejos de su área pero reduciendo espacios hacia adelante. El Madrid quería la pelota, pero el empuje de los romanos dificultaba el toque. Un disparo de falta de Cristiano desde el Aventino fue la primera aproximación del equipo de blanco que vestía ese gris pijamita.

Rodaba el balón a botecitos por el césped del Olímpico, ingobernable y juguetón como si fuera el conejo de la Loles. Poco a poco, la Roma se iba metiendo atás, siempre prietas las filas, pero con el Madrid empezando a merodear el área de Szczesny, nombre difícil de pronunciar aunque no seas Rajoy.

Un partido de pizarra y corsé

El peligro de los romanos estaba en las contras después de pérdida del Madrid y en que los de Spalleti no se cortaban en interrumpir el juego con faltas y más faltas, como una redacción de Paquirrín. La Roma se animó con una jugada en la que Carvajal tapó un remate de El Shaarawy dentro del área pequeña. Los de Zidane no eran capaces de presionar y se encerraban cuando no tenían la pelota. El partido empezaba a ponerse más feo que Juan Tamariz.

Nainggolan no hacía prisioneros en el centro del campo y al Madrid le costaba progresar, como a Pedro Sánchez con la investidura. Al partido le sobraba equilibrio, orden y pizarra y le faltaba imaginación, intensidad y áreas. Sólo la hipervelocidad de Salah, un Halcón Milenario hecho futbolista, ponía algo de vértigo en un partido encorsetado.

El duelo empezaba a escorarse hacia el área de la Roma. Isco ganaba peso en el juego merodeando el área del equipo de Spalletti, encerrado en su área como un niño malo castigado en su habitación. Pasada la media hora, un tuya-mía entre Marcelo y Cristiano, sombrerito incluido, acabó con una volea del brasileño que estuvo en un tris de convertirse en el primero del Madrid.

El Madrid echaba de menos a Modric, con Nainggolang cantándole Bailar pegados, y a Benzema, un galo rodeado de romanos como si jugara en un cómic de Asterix. Pasaban los minutos y los de Zidane dominaban el balón, pero sufrían en las contras con Salah, Perotti y Shaaraway. Precisamente, una contra del ex milanista al filo del descanso pudo acabar en un disgusto enorme para el Madrid si no llega a cruzarse un Varane providencial. Y con el susto en el cuerpo, como quien ha visto a Raphel en tanga, los de Zidane se fueron al descanso.

La bendición de Cristiano

De salida en la segunda mitad, Ramos sujetaba al Madrid, al que le duraba la pelota un suspiro. Una salida de Keylor evitó el gol de El Shaarawy, que se había aprendido el camino de la espalda de un Carvajal que parecía Danilo. Y cuando más sufría el Madrid, apareció Cristiano.

Arrancó la moto por la izquierda, trazó su habitual regate por la espalda y se sacó un disparo que tocó en Florenzi y acabó en gol. Fue un gol propio del mejor Cristiano, del futbolista dominador y poderoso de la época de Mourinho. Era el minuto 56 y el Madrid encarrilaba el partido.

Cristiano-Ronaldo-Roma-Real-Madrid
Cristiano celebra su gol ante la Roma. (Reuters)

El gol espoleó al Madrid, que empezó a asediar a la Roma, pleno de confianza. Era como si los jugadores de Zidane se hubieran quitado el corsé y enseñaran sus exuberancias de golpe. Cristiano empezó a gobernar el partido a sus anchas. Corría, mandaba, remataba… tiraba del carro. Pero los romanos no iban a rendir sus legiones sin pelear.

Entró Dzeko a pelearse con Ramos y Varane. Una cesión suya en el 70 acabó en un disparo de Vainqueur que encogió el alma de los madridistas. Dos minutos después, pudo hacer el segundo Cristiano, en un cabezazo en el segundo palo, después de un pase trazado magistralmente por James. Pero su remate se marchó desviado por poco. El Madrid masticaba con paciencia el segundo como quien come una merluza congelada.

Y llegó en el 85. Fue una galopada de Jesé, que condujo con el balón pegado al pie y sentó a Digne con un recorte seco. Luego, el Bichito se sacó su disparo habitual, raso, cruzado y al palo largo del portero. Era un golazo marca de la casa que cerraba el partido y, posiblemente, la eliminatoria. El Madrid, en un partido muy serio, daba el primer paso hacia la Undézima.

Lo último en Deportes

Últimas noticias