Las cabezas del independentismo catalán son del Espanyol

Las cabezas del independentismo catalán son del Espanyol

La nueva hornada de políticos que comienza a coger peso en el futuro de Cataluña, en su rama independentista, cuenta con un rasgo en común que no deja de resultar llamativo por el desarraigo de los colores que más defienden el territorio por el que ellos claman la independencia. Tres pesos pesados en el futuro de Cataluña, Jordi Turull, Elsa Artadi y Gabriel Rufián comparten, dentro de su afición al fútbol, un sentimiento de pertenencia con el Espanyol, que aparta su gusto del club catalanista por excelencia, el Fútbol Club Barcelona.

Turull, llamado a ser investido President, es forofo del conjunto perico, algo que para los independentistas más radicales podría ser considerado como una traición y algo difícil de comprender teniendo en cuenta el sentimiento que transmite el Espanyol, un club en el que en su estadio caben de igual manera banderas españolas y catalanas.

El nuevo candidato para controlar la presidencia catalana se suma así a la que fue otra gran candidata a hacerse con el cargo, Elsa Artadi, quien acostumbraba a acudir junto a su hermano al viejo estadio de Sarriá, donde el Espanyol celebraba sus partidos como local. Proveniente de una buena familia, también le daba la espalda al Barça, futbolísticamente hablando.

Estos dos políticos de reciente ebullición se suman así a uno de los dirigentes pericos por excelencia dentro de la independencia, Gabriel Rufián. El diputado de ERC tiene entre sus aficiones ineludibles el RCD Espanyol, tal y como ha hecho público en repetidas ocasiones, asegurando también que «ser de izquierdas es inherente» a seguir al conjunto blanquiazul. 

Rufián, con una bufanda del Espanyol.

Colau, también en contra del Barça

El Barça, además de por motivos meramente afectivos, ha encontrado problemas de otra índole dentro del gobierno en Cataluña. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, minimizó la dimensión del Espai Barça, del que la propia entidad culé presume como «el mejor complejo deportivo del mundo en el centro de una gran ciudad». La política de Barcelona en Comú, junto a su equipo, redujo el potencial hotelero, comercial y de restauración del proyecto del club, ejerciendo así también de enemigo del club afín al sentimiento independentista catalán de mayor reputación.

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