La goleada acabó en angustia

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Los jugadores del Madrid celebran el primer gol ante el Shakhtar. (AFP)
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

Revolucionaba Benítez su equipo titular como si fuera un Che Guevara con chándal. De un plumazo se limpiaba del once a cinco jugadores que arrancaron de inicio el Clásico: Keylor Navas, Danilo, Kroos, James y Benzema. Sumen a esos cinco castigados a los lesionados Ramos y Marcelo y tendrán un equipo más nuevo que los zapatos de Paris Hilton.

Se estrenaba en Champions Kiko Casillas bajo los palos, defendido por una zaga inédita. Los canteranos Carvajal y Nacho en los laterales, con el veterano Pepe y el novel Varane como pareja de centrales. En el centro del campo, volvía Casemiro, al que tanto echó de menos el Madrid en el Clásico, para sacar marcar paquete en el eje. A su lado, el dúo de croatas, Modric y Kovacic, que sí, sigue en la plantilla a pesar de que haya pasado más inadvertido en el Madrid en los últimos tiempos que una rubia en bikini en la Mansión Playboy.

Arriba ni James, ni Benzema: Isco. El malagueño actuaba de toma de tierra con los dos gallos intocables de la BBC, Bale y Cristiano, dos de los cuatro supervivientes del Clásico junto a Varane y Modric.

Era un partido para que los jugadores del Madrid volvieran a coser en la camiseta el escudo que arrancaron en el Clásico. Y lo hicieron a toda mecha con una poderosa arrancada de Kovacic, que combinó con su amigo Modric en la frontal. El 18 se la puso a Cristiano, en posición franca, pero el disparo del portugués se marchó arriba. Era el primer minuto y Cristiano desaprovechaba la primera. Luego, el ritual habitual en los últimos tiempos: mirada al cielo y manos en la cabeza.

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Bale, rodeado de contrarios en el partido ante el Shakhtar. (AFP)

Tocaba el Madrid con ocho jugadores en el campo del Shakhtar. La pelota era propiedad del duopolio Modric-Kovacic, que hacían del partido su rondito particular. Los ucranianos defendían acumulando jugadores por detrás del balón como un filatélico acumula sellos, pero a los blancos no les entraban las prisas. Tocar, moverse y volver a tocar. Un juego sencillo que suele ser muy eficaz.

Precisamente en una acción de toque se gestaría el primer tanto de los de Benítez. Fue en una doble pared entre Isco y Modric. El croata vio el desmarque de Bale, que arrancaba desbocado por la izquierda. El galés se metió en el área y fue generoso: asistió a Cristiano en el segundo palo y el cabezazo del luso acabó en gol no sin suspense.

Omnipresente Kovacic

El Madrid no cambió su programa por verse por delante. Kovacic, ubicuo en el medio, mostraba su jerarquía con la pelota y su presencia sin ella. Sí, amigos, los blancos dominaban y presionaban. Ver para creer. De una jugada calcada al primero pudo llegar el segundo, pero Cristiano conectó un cabezazo suave como una toallita de bebé que atrapó sin problemas Pyatov.

Pero como todo no podían ser buenas noticias para Benítez, a la media hora de juego cayó Varane, uno de los pocos jugadores que no habían pasado todavía por la enfermería de Sanitas, siempre a rebosar en los últimos meses. Entraba por el Danilo, el primo moreno de Secretario, para actuar a banda cambiada, mientras que el comodín Nacho pasaba a jugar de central.

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Pyatov se estira ante el disparo de Carvajal que sería el tercer gol del Madrid. (AFP)

Casemiro parecía un vástago de Pujol: no paraba de robar. El Madrid crecía a partir del brasileño y empezaba a tener espacios porque el Shakhtar se desperezaba en busca de un empate que no parecía tarea fácil. Sólo de una jugada a balón parado o de un fallo individual de la zaga blanca podría sacar partido el equipo del viejo Lucescu.

Nada más comenzar la segunda parte el Madrid hizo el segundo. Fue en una diagonal soberbia de Casemiro, propia del mismísimo Xabi Alonso. Cristiano arrancó la moto como en sus mejores tiempos, se metió en el área y vio la llegada de Modric de segunda línea. El croata dribló a un rival y marcó con un disparo seco ante el que nada pudo hacer Pyatov.

Y dos minutos después, el Madrid, desmelenado a toque de corneta, lograba el tercero. Lo marcó Carvajal y fue de una belleza conmovedora. Primero cañito en el área y luego una vaselina maravillosa para más inri con la zurda. Los blancos sentenciaban el partido con todo el segundo tiempo por delante. En pleno vendaval tuvo Cristiano el cuarto, pero la rápida salida de Pyatov evitó el tanto.

Llegaba el cuarto después de una galopada de Bale por la banda izquierda. El galés, que recuperó las sensaciones de corredor, la puso al área donde Cristiano, rodeado de rivales inmóviles como conos, remató contra uno de ellos, pero el rechace volvió a sus pies y a la segunda, no perdonó. El abrazo entre los dos cracks madridista era el editorial del partido.

Las imprudencias se pagan

Inauguró el marcador del Shakhtar Teixeira al transformar un penalti innecesario de Casemiro, que tan pendiente estaba de forzar la amarilla, que se hiperventiló y derribó a un rival que estaba dentro del área perfectamente defendido por Carvajal. Un pequeño borrón perdonable en el contexto de su imponente partido.

Levantó el pie el Madrid en los últimos minutos, ya con Benzema y Kroos en el campo, que habían salido por Modric y Bale. El Madrid iba a pagar muy, pero que muy caro el cambio del croata. Los de Benítez se lo habían ganado, pero el relax en la Champions, como las imprudencias, siempre se paga y los blancos encajaron el segundo gol a la salida de un córner. Lo marcó Dentinho después de que un compañero prolongara la pelota en el primer palo en una jugada que lleva haciéndose desde los años setenta sin que nadie sepa defenderla si se ejecuta bien.

Benítez, con los carrillos colorados como pimientos morrones, gesticulaba pidiendo calma a sus jugadores. Quedaban siete minutos y el Madrid, siempre tan endeble de carácter, volvía a no sentir las piernas. Y claro, a un equipo tan blandito de espíritu, le llegó el tercero. Fue otra vez Teixeira, con los blancos al borde de un ataque de nervios, quien puso un angustioso 3-4 en el marcador. A miles de kilómetros de distancia, el público del Calderón coreaba el «Benítez, quédate», tomándose al Madrid a cachondeo. El pitido final puso fin a la angustia de los madridistas, que a punto estuvieron de dilapidar en diez minutos horribles el notable partido que habían hecho en los ochenta restantes.

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