GP DE EUROPA

Daniel Ricciardo reina en la locura de Bakú con remontada de Alonso y Sainz hasta los puntos

Daniel Ricciardo en el podio (Getty)
Daniel Ricciardo en el podio (Getty)
Ignacio L. Albero

Bakú se convirtió por segundos en una noche madrileña, un paseo veraniego por la Calle Huertas. En la estrechez de sus calles se congregó la multitud de monoplazas, pegajosos en sus primeros metros. Hamilton defendió su liderato fácil: la tangana estaba detrás. Raikkonen y Bottas medían los límites de la pista, con excesos de adrenalina. La regla invisible que intentaron trazar desembocó en un peligroso toque, acompañado de un cariño del muro: Bottas pincha, Kimi llora.

Y Carlos Sainz trompea en medio de la manada. Kvyat se incorporaba por fuera tras el giro a izquierdas, le quiso evitar, y deslizó para evitar el mal mayor. Pudo ser dramático pero controló su toro,  le dio la vuelta, y desde la última plaza, comenzó su remontada. El asfalto parecía idóneo para un moonwalk de Michael Jackson: deslizaba en exceso, y costaba calentar los neumáticos.

Perdido en la nada, Fernando Alonso crecía progresivamente desde la parte más humillante. Una leyenda pisoteada por la mala suerte y una constante pelea de orgullo en su aventura de McLaren-Honda. Con una eterna paciencia, exprimiendo el zumo, amargo, de su lánguida naranja mecánica. Del penúltimo al undécimo, buscando unos puntos cargados de moral para su equipo.

Bottas pusó el duro tras pinchar, y se hundía a la última plaza, en una estrategia suicida. El motor de Verstappen decía basta, Kvyat también abandonaba, y salía el primer Safety Car de la carrera. Pérez estaba tercero, cerca de ese podio que no le suele fallar una vez al año. Cuando se marchó el coche de seguridad, atacó a Vettel, se pusó en paralelo, y poco le faltó para ser segundo. Ocon si pasó a Kimi: quinto. Furia rosa.

La locura sólo había empezado: de la nada, Charlie Whiting sacó otro Safety, cuando quizá debió ser Virtual. Pista sucia, con trozos del alerón de Kimi en pista, y todos en fila india. Lewis se quejaba, pegó un frenazo, y Vettel le tocó por detrás. Seb ardía, se colocó en paralelo, y, sí, enajenado, golpeó al Mercedes. Una actuación de niño pequeño, inverosímil, una ida de olla con la sangre hirviendo en sus venas. A lo Zidane con Materazzi.

Y lo peor venía por detrás. Se relanzaba la carrera con una imagen brutal: Pérez, Massa y el Ferrari en paralelo, como una carrera de cuadrigas en Ben-Hur. También aparecía Ocon por detrás. Aquello iba a acabar como el rosario de la aurora. A los Force India se les rompió el cuenco de leche, destrozando su cuento que les alzaba hacia el podio. Se quemaron en sus pretensiones: toque entre ambos, Pérez fuera; Ocon, al final. Sufría Vettel con Massa, antes de que volviera otro Safety… que acabó en bandera roja. Exceso de suciedad en pista. Todos para dentro.

Bandera roja y continúa la locura

En la resalida, Lewis Hamilton seguía jugando con Vettel: mismo frenazo en el mismo sitio. No hubo susto, pero sí se puso en paralelo. Tensión, con el de Mercedes zigzagueando agresivo, a un lado y a otro. Seb iba caliente, pero no podía con el británico. Otra imagen a tres: Magnussen, Hulkenberg y Massa. El Haas por delante, Massa con problemas, y Nico golpeó con el muro en la 7: pinchazo y fuera. Ricciardo, como si fuera la Playstation, adelantaba a todos: tercero.

La carrera era una maravilla en todos los sentidos, una imagen disonante a la soporífera en 2016. Fernando Alonso, silencioso, iba ganando posiciones con el anémico MCL32. Un pilotaje sobrio, notable, que sin excesos, le alzaba hasta la sexta posición. Carlos Sainz a su vera, séptimo. Las circunstancias de carrera les tenía allí, en una zona imposible el sábado. Esto es la Fórmula 1.

Lo mismo debió pensar Lewis Hamilton cuando su headrest se levantaba inexplicablemente: manos a la cabeza, puñetazo en la mesa de Toto Wolff. Lo golpeaba el 44, para que volviera a su sitio, conduciendo con una mano en la recta. Una demostración de ambición, superioridad, y clase. No le valió a Charlie: le obligó a cambiarlo. Cayó con la parada hasta el noveno; a pelear en pista. Vettel, 10 segundos de stop&go por su locura con Hamilton. Se reencontraban ambos peleando por la séptima. Quedaban 20 vueltas. Ricciardo, líder.

Fernando Alonso, en puntos

Fernando Alonso y Carlos Sainz no pudieron parar la avalancha de monoplazas que llegaban por detrás: Ocon, Bottas, Vettel y Hamilton les pasaban. Seguían en puntos, octavo y noveno. La remontada no perdía un ápice de mérito. «Podríamos haber ganado esta carrera», cantaba Alonso en radio. Razón no le faltaba: Ricciardo, Stroll y Ocon marcaban el podio virtual. Otro mensaje, incontables, para Honda y su ineficiencia. Un piloto que vive y sueña por y para la victoria. Un campeón.

A Magnussen sufría del síndrome Fernando Alonso: le pasaba hasta el apuntador. El de McLaren soñó con pasarle… pero sufría la pérdida de potencia de su propulsor nipón. Carlos Sainz le adelantaba; él aguantaba por sus primeros puntos de la temporada. Ricciardo tenía la victoria, Stroll soñaba con un inexplicable podio, y Bottas, tercero, empujaba por llegar hasta el Williams. Vettel y Hamilton, en pareja, peleaban por la cuarta plaza. Faltaban menos de diez vueltas, y el podio iba a tener una composición que ni un Kandinsky.

El demiurgo que había esculpido tal obra maestra iba a finiquitar su esquizofrénico trabajo con Bottas pasando en la línea de meta a Stroll. Todo terminaba como un chiste: un australiano, un finlandés y un canadiense subiéndose al podio de Azerbaiyán. El siempre oportunista Ricciardo volvió a erigirse como la alternativa en una incalificable prueba: victoria en la locura. Una eterna sonrisa, adictiva, contagiosa, le acompañó allí arriba. El día que tenga un poco más en su coche…

Aquello fue un capítulo 9 de Juego de Tronos, los dos primeros días en Los Juegos del Hambre, cualquier película de Quentin Tarantino. Sobrevivieron los elegidos en una constante pelea de obstáculos. No lograron matar a Carlos Sainz y Fernando Alonso, en los puntos, octavo y noveno. Los primeros para el de McLaren. Una remontada que, seguramente, pasará desapercibida para muchos; pero no para aquellos que piensan en sus alineaciones de 2018. McLaren-Honda sigue perdida, Fernando no. Quiere ganar. Lo necesita. Y hace mucho que le dejó de dar igual el cómo.

Clasificación GP de Europa
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