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España: ¡profecía de un hundimiento!

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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

«Ten cuidado de lo que piensas y lo que dices, porque se puede transformar en la profecía de tu vida», San Francisco de Asís.

Todo cuanto somos y hacemos en esta vida es fruto de nuestros actos y consecuencia de nuestras decisiones. La forma que cada uno tiene de lidiar con ello es en lo que radica la verdadera diferencia. Siempre he considerado que las palabras son simples y a la vez triviales, al mantenerse habitualmente muy lejos del esfuerzo que supone conseguir nuestras metas. Hace unos días vi una entrevista a Kilian Jornet, en la que le preguntaron con cierta ironía cuánto tiempo necesitaría una persona normal para conquistar un determinado pico. La moraleja se resumía en que aquello que una persona normal era capaz de conseguir en dos ó tres días, Kilian lo subía y bajaba en apenas tres horas. ¿Porque se lo cuento? Porque me sigue sorprendiendo el asombro de determinadas personas hacia lo que creemos imposible, dado el sarcasmo con el que el presentador le formulaba la pregunta. 

Lo cierto es que el ser humano es capaz de hacer posible lo imposible, pero para ello nuestra motivación y mentalidad juegan un papel fundamental, y ambas dependen de un control mental que debemos trabajar diariamente. ¿No tienen ustedes la sensación de que estamos ante una generación emocionalmente débil, donde todo debe ser suavizado? Yo sí, porque hasta la verdad se considera ofensiva. Por mi parte estoy orgullosa de haber sentido la inclinación a obligarme, casi de una manera demoníaca, a ser más fuerte de lo que en realidad soy.

Por ello me prometí tomar una gran decisión todos los días. Y no me ha ido mal. A fin de cuentas, nuestro destino es fruto de nuestras decisiones, y éstas son consecuencia de nuestros pensamientos. Tener la valentía de transformar pensamientos en decisiones y posteriores actos es lo que define a las personas admirables de aquellas que fracasan en el repetido intento de hacer algo con su vida, sea lo que sea. El miedo al fracaso es el rasgo principal de un fracasado, y por más buena voluntad que se tenga, sin valentía no se llega a ningún sitio. Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la elección de la actitud personal que adopte frente a su destino. Y de palabrerío, buenas intenciones, falta de agallas y falta de determinación ha demostrado saber mucho el Gobierno de España estos últimos meses. El confinamiento fue una solución drástica empujada por el miedo sobre nuestras cifras de pandemia, que cabe destacar han sido las peores de toda Europa. Evitar el 8M, así como adoptar otras muchas precauciones cuando Italia era un claro ejemplo de lo que se nos venía encima, era una política preventiva necesaria, que se convirtió en un acicate que ha hecho prevalecer este Gobierno como gran espada de Damocles. Pedro Sánchez insinuó a todos los españoles entonces, que existía la mayor movilización de recursos de toda la historia de la democracia. Recursos en forma de moratorias, préstamos y ERTE, que no son más que una patada hacia adelante que nos lleva a tierra de nadie, con más deuda para el Estado, más deuda para las empresas y más morosidad para una banca herida de muerte. 

Los datos de nuestro PIB en el segundo trimestre, así como los resultados trimestrales, nos demuestran que la economía española ha sido absolutamente aniquilada por la falta de liderazgo del Gobierno tras el covid-19. España ostenta el privilegio de liderar el hundimiento del PIB sobre las principales economías del mundo, con un meritorio -18,5%, sustancialmente superior al -9,5% de USA o del -12% de la eurozona. Esta métrica trimestral, supone una destrucción anualizada del PIB del -55% ¡algo absolutamente desastroso!

Pésima gestión

Lo peor de este dato es la pésima gestión en materia económica, ya que las consecuencias de los ERTE llegarán pasados seis meses de su extinción, momento en el que las empresas se verán absolutamente asfixiadas al verse obligadas a mantener durante seis meses los puestos de trabajo de una economía brutalmente hundida. Así lo hemos visto con la ampliación de capital de IAG por 2.750 millones de euros. Es la demostración de que una de nuestras principales compañías está seriamente malherida por el hundimiento del turismo. A ello le podemos sumar los 11.000 millones de euros en pérdidas contables del Banco Santander, entre otros. Datos y resultados cuanto menos reveladores de lo que se nos viene encima señores. 

Lejos de atender al origen del problema, que es la iniciativa privada, me alucina que este Gobierno de izquierdas siga vendiendo como gran triunfo el plan de acción de la Unión Europea sobre el fondo de recuperación. Un fondo que ha supuesto una absoluta humillación para Italia y España. Allá donde el eje latino exigió un mínimo de 400.000 millones en transferencias, terminó con una aprobación de medidas de control de 390.000 millones de euros en ayudas sin deuda. Estar ligeramente por debajo de la solicitud de mínimos bajo mi punto de vista es ¡una humillación! y una demostración de la negligente capacidad negociadora de nuestro pésimo Gobierno. 

Ante tal situación no puedo dejar de preguntarme si esto es todo lo que el Gobierno de Sánchez puede ofrecernos, dadas las circunstancias. Es decir, ¿acaso queremos un país cuya principal virtud sea aplazar los problemas y pedir constantemente ayudas a un ente superior? Tener una cuota de poder dista mucho de liderar un país que necesita políticas locales, más allá de las ayudas que como miembro de la UE podamos percibir. No me sirve la demagogia de la transición ecológica, o la digitalización. El debate de España tiene que focalizarse en cómo recuperamos la iniciativa privada. Los autónomos y las PYMES somos el eje más vulnerable, y a la vez más importante de España en estos momentos, y ¡deben apuntalarnos! España tiene el reto de decidir si es un Estado que premia o castiga a aquellos que asumimos riesgos a cambio de muchos sacrificios. Y ya no es una cuestión de ideologías, es una cuestión de pragmatismo contrastado por los datos que vamos conociendo. Alguien debería decirle a nuestro presidente que no está bien mentirse a sí mismo. El hombre que se miente a sí mismo y escucha su propia mentira suele llegar a un punto en que no sabe distinguir la verdad dentro de él mismo, ni a su alrededor, y por lo tanto pierde todo respeto por sí mismo y por los demás. Como decía San Francisco de Asís, hay que tener cuidado con lo que decimos y lo que pensamos, ya que podría convertirse en una profecía de lo que se nos viene encima, algo que al parecer no debería olvidar el Ejecutivo de Sánchez. A veces la única forma de recuperar la estabilidad, es perder el equilibrio.

Gisela Turazzini, CEO, Blackbird Bank

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