BARRIÓ A WAWRINKA EN TRES SETS Y ES CAMPEÓN DE ROLAND GARROS (6-2, 6-3, 6-1)

La leyenda Nadal ya tiene su Décima

Roland Garros
Nadal besa su décima Copa de Roland Garros. (Foto: AFP)
Nacho Atanes
  • Nacho Atanes
  • Redactor de deportes y canterano de OKDIARIO. Desde 2016 cubriendo la información de tenis. También baloncesto, fútbol, ciclismo y otros contenidos.

El grito de todo un país paró el tiempo a las 17:24 horas del 11 de junio de 2017. Rafael Nadal había hecho lo que tantas otras veces, pero para nada era como las anteriores. Tres años después, la resurrección de la leyenda española se completaba con un nuevo título en Roland Garros, la Décima corona de campeón. Lo hizo destrozando a Stanislas Wawrinka (6-2, 6-3, 6-1) con la grandeza que le corresponde a uno de los mejores tenistas de la historia. Rafa es París y su llanto de alegría contagió a todo el mundo del tenis en otro momento para guardar firmado por el balear.

El corazón de pelotas dibujado por el tricampeón Guga Kuerten sirvió para amenizar los minutos previos a la final. El brasileño se convirtió en héroe absoluto en el lustro que sirvió de cierre para el siglo XX por sus hazañas en Roland Garros, posiblemente sin saber que pocos años después un extraterrestre pasaría por encima su colección de títulos hasta situarla en las dos cifras.

Ese hombre, de nombre Rafael y apellido Nadal, saltó a la Philippe Chratier  con semblante de concentración, como si se jugara la vida en su primera final de Grand Slam. Lejos de lo que pudiera mostrar, era la décima vez se plantaba en la pista central del complejo en el domingo final de competición, en busca de añadir una copa de mosqueteros más a su vitrina. La Décima en cuestión.

El planteamiento de Wawrinka desde el inicio de partido era el previsto. Si se trata de un jugador agresivo, en esta final lo iba a ser más, condicionado por el dominar a Nadal por encima de todas las cosas. El suizo tiene un ritmo de bola incomparable en el circuito, pero la resistencia del español le llevó a tener que levantar cuatro bolas de break en su segundo turno. Había salvado una anteriormente Rafa, demostración que que las espadas estaban en todo lo alto desde el inicio.

Rafa Nadal vs Stanislas Wawrinka
Rafa Nadal vs Stanislas Wawrinka en la final de Roland Garros. (Getty)

Avisó una vez Nadal pero a la segunda no iba a perdonar. Inaugurando el modo arrollador en el partido, el nueve veces campeón mantuvo su saque con solvencia y en el siguiente servicio se encargó de que a Wawrinka le fuera imposible empatar. La brecha comenzaba a abrirse y Rafa aún no había pasado de la cuarta marcha. Le quedaba margen y lo iba a hacer para cerrar el set con una nueva pareja de juegos, uno de su propia cosecha, el definitivo, de nuevo, rompiendo el saque de su rival. La leyenda ponía la primera de las tres piedras necesarias para la Décima.

Hablábamos de la estrategia de Wawrinka, pero el plan de Nadal era el que estaba saliendo a la perfección. Sacrificando brillantez al principio, el muro de Manacor se había encargado de cansar física y mentalmente a un jugador que venía de un partido a cinco sets en semifinales, llevándose como regalo un contundente 6-2.

Imposible competir con Rafa

Pero la cosa no iba a parar aquí. Después de adelantarse en el marcador, Rafa no iba a parar, y tomó un paso adelante en la pista para seguir con la racha y ponerla en seis juegos consecutivos, incluyendo una nueva rotura, esta vez en blanco, y sin fallar una sola bola. Se esperaba el subidón de Wawrinka y este llegó, pero jugar contra este Nadal implica quedarse sin gasolina a la mínima, por muy rápido que vayas. Los juegos iban pasando hasta que llegó el punto del partido, que no de partido (aún).

Una derecha inolvidable, posiblemente entre las tres mejores que haya conectado el campeonísimo en toda su trayectoria en París. Sirvió para poner al público en pie de nuevo –ya lo habían hecho en la presentación– y colocar un highlight a la altura de lo que se atisbaba como el décimo Roland Garros. El partido, después de esto, siguió con su avance con coherencia, cada uno a su saque y a la espera de si Nadal podía cerrar con la iniciativa. No dudó, claro. 2-0 y a uno de la gloria.

Nadal
Rafa Nadal celebra un punto en la final de Roland Garros. (AFP)

París ya respiraba una nueva victoria de Nadal, un olor que a pesar de los tres años de incomparecencia no se había olvidado, y el gran protagonista se encargó de poner más cerca si cabe un momento para la historia del tenis. Negándole todas las opciones habidas y por haber a Wawrinka, una derecha invertida marca de la casa confirmaba un nuevo break inicial para abrir el tercer set. Don Rafael estaba disfrutando en su casa.

Un set de órdago y la Décima

«A partir de aquí, a disfrutar y a hacer disfrutar», debió pensar Nadal, sin perder su cara de póker y la actividad de piernas, porque el repertorio de golpes ganadores fue de absoluto órdago a la grande. Lo vio Wawrinka y destapó sus cartas, algunas también con winners para el recuerdo. Y es que Stan no estaba jugando para nada mal, pero ya se sabe lo que ocurre si Rafa está inspirado en París.

Eran los mejores minutos de tenis del partido, sin ninguna duda, y posiblemente los mejores también del torneo. Al fin y al cabo, el indiscutible jugador destacado se estaba viendo de igual a igual con una máquina de golpear a la pelota que además, jugaba ya sin presión. Tampoco fue suficiente para romper el servicio a Rafa, concentrado hasta lo inenarrable y jugando al tenis como los ángeles.

Con la segunda ruptura en contra Wawrinka, que lo había intentado de todas las formas posibles, se convenció de forma definitiva de que iba a ser imposible arrancarle un solo set a Rafa en este 2017. De hecho no iba a poder hacer un juego más. El decimoquinto Grand Slam de Nadal se rozaba con la yema de los dedos y con una volea fallida de Stan, Rafa se echó al suelo, como tantas otras veces. La Décima es una realidad

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