CAMPEÓN DEL OPEN DE AUSTRALIA 2017

Federer gana a Nadal en cinco sets la batalla de los dioses en otra final memorable

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Federer celebra la victoria. (Getty)
Nacho Atanes
  • Nacho Atanes
  • Redactor de deportes y canterano de OKDIARIO. Desde 2016 cubriendo la información de tenis. También baloncesto, fútbol, ciclismo y otros contenidos.

A las 13:15 horas, Roger Federer despertó de su sueño a toda España. De nuevo millones de personas detrás del televisor desde tempranas horas, con la esperanza de ver a Nadal levantar su decimoquinto Grand Slam, pero un suizo que monopolizó el tenis durante años demostró que es capaz de mantenerse en una batalla a cinco sets y vencer al gran monstruo físico y mental del circuito por 6-4, 3-6, 6-1, 4-6 y 6-3. Gloria para Roger y también para Rafa, que es un auténtico regalo para este país, y para el tenis.

En la final de las finales estaban presentes dos veteranos, dos auténticas leyendas del tenis que, a pesar de conocerse milimétricamente, llevaban tiempo sin enfrentarse en un partido de estas lides. Es por ello que el comienzo distó de representar una batalla de poder a poder y sí un tramo para marcar territorio al saque y mostrar credenciales tenísticas y sobre todo mentales de cara a una victoria final.

Los juegos al saque se sucedieron hasta el 3-3, donde no quedó más remedio que rendirse a la perfección federeriana. El tenista suizo alcanzó la plenitud técnica durante dos juegos y contra ello no puedes combatir ni aunque te llames Rafael Nadal y seas el mayor guerrero de la historia del tenis, al menos no en el primer set. Break y todo cuesta abajo para Roger de cara a apuntar su nombre en la primera manga.

A pesar de los esfuerzos de Rafa, que tiró de coraje y derecha para aguantar su saque y frenar el vendaval de tenis de su rival, el saque de Federer iba a convertirse en una losa para las esperanzas de remontada del español, que perdía la primera manga y confirmaba el necesitar de una remontada para repetir la gesta de 2009.

Comprobar la reacción de un jugador tras perder el primer set de una final suele resultar un punto de inflexión para el camino a seguir en el resto del partido. Muchos suelen fallar, pero con Rafa no hay duda, su «¡vamos!» en la tercera bola lo confirmaba, no se iba a rendir. La primera pelota de rotura llegaba para el de Manacor, que ya estaba haciendo dudar a Roger del guión marcado en el inicio de segundo set. A la segunda nadie lo debatió, Nadal se ponía 2-0.

Federer pronto iba a intentar rendir cuentas pero Nadal desempolvó la derecha alta al revés del suizo, auténtica kryptonita en los duelos épicos del pasado lustro, para levantar dos pelotas claves y evitar el contra break. Seguía el monopolio de juegos para él e iba a continuar con una nueva rotura en el cuarto juego.

«A ver quién se atreve ahora a dudar de mí», parecía decir Rafa a través del idioma que mejor sabe hablar, el del tenis, y a pesar un nuevo arrebato tenístico de Federer, capaz de recortar con dos juegos consecutivos, el segundo set ya tenía dueño, y ese era Nadal.

Otro de los puntos inevitables en una final entre los dos grandes instigadores de la etapa de oro del tenis de los últimos es lo inverosímil de sus partidos. Los caminos del señor son inescrutables y los de los partidos entre Nadal y Federer, también. Después del golpe de Rafa en el segundo parcial, los tres puntos de break con los que se colocó el de Manacor al inicio del tercero parecían significar el despegue hacia el liderato, pero tres aces repletos de grandeza del suizo no solo abolieron una nueva rotura sino que cambiaron el signo del partido hasta ponerse con 3-0 a favor y con Nadal sufriendo lo indecible para evitar el cuarto.

Ahora era el manacorense el que no encontraba sus golpes con la continuidad necesaria y Federer, a lo suyo, seguía acortando los puntos para evitar el cansancio físico pero siempre con el peso del juego en su muñeca. Un nuevo break ponía al límite el partido y a Nadal contra las cuerdas. Solo quedaba confiar en el héroe de España.

La estrategia ultraofensiva de Federer en su regreso a la –absoluta– élite era clara y a un set del título, el hambre le iba a espolear todavía más. Rafa debía tomar la referencia del segundo set, hacerle correr, impedirle atacar con claros visos de triunfar, y el arma era su derecha. Sin excesivos alardes y sí con decisiones muy inteligentes fue mermando el juego de Roger, y a la primera oportunidad, un break para la esperanza. Se había vuelto a levantar.

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Nadal celebra un punto en la final. (Getty)

Tocaba sufrir para mantener los saques y forzar el quinto, posiblemente entradas las tres horas del partido, y convertir la Rod Laver Arena en una sala de torturas para Federer. Era adelantar acontecimientos, pero tras ver a Rafa imponerse en el mejor punto del partido –decisivo, además–, no se podía pensar en otra cosa. Una montaña rusa de sentimientos marcaba el partido, y ahora era la esperanza, mirando el resultado, el tiempo de juego y sobre todo, el repunte de juego de Nadal, la que lucía entre los españoles. Nadal había forzado el quinto.

Rey en el quinto set

Entrados en la batalla definitiva del partido deseado, el hambre de dos leyendas iba a volver a ponerse en una balanza, en un set, por decidir el campeón del Open de Australia. Federer había marcado el guión del partido el 90% del tiempo, pero eso había cambiado. Nadal encontró la derecha y con ella un break inicial que cambiaba la esperanza por júbilo.

Quedaba muchísimo y Federer iba a confirmarlo con tres puntos fantásticos que le dieron dos pelotas de rotura, pero Rafa estaba espectacular, y tenía su derecha. No se iba a dejar romper. Federer estaba tocado de mente, pero su talento va más allá de las leyes y, después de asegurar su primer juego del parcial, iba a forzar una heroicidad de Nadal para que mantuviera el suyo.

El cansancio empezaba a mellar también a Federer, que sabía que remontar al muro que supone Nadal en un quinto set es uno de los grandes retos existentes en el mundo del deporte, pero más de cuatro años sin un Grand Slam merecían el esfuerzo. De nuevo se puso 0-30 el suizo, pero al otro lado de la pista se seguía jugando mejor que bien. Una batalla de poder a poder, con winners como constante, que se acabó llevando Roger, Tablas y ambos a tres juegos de la victoria.

Golpeó primero el suizo, aprovechando la inercia del juego anterior para cerrar su saque en blanco, y nadie podía imaginar lo que iba a suceder después. Una macedonia de aciertos de Federer y errores de Nadal colocaban el 0-40 en el marcador, al borde de la muerte, pero una vez más,  el Superman español lo iba a levantar. Sin embargo, dos golpes fuera de catálogo de Roger iban a ejercer de villanos de España. Sacaría para el título.

El partido era una locura, y la seguridad de que Nadal no se iba a rendir hasta la última bola aún le daba dosis de dramatismo. Rafa se colocó con ventaja, pero el saque de Federer iba a acabar mandando, y el ojo de halcón confirmó la validez de su regreso a los altares en un duelo que entra de lleno en la historia del tenis.

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