SELECCIÓN ESPAÑOLA

Diez años del sueño del baloncesto en España: el oro del Mundial de Japón

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España celebra el campeonato del mundo de 2006. (ACB)
Nacho Atanes
  • Nacho Atanes
  • Redactor de deportes y canterano de OKDIARIO. Desde 2016 cubriendo la información de tenis. También baloncesto, fútbol, ciclismo y otros contenidos.

El recuerdo de los títulos y logros de la selección española de baloncesto acostumbra a ser débil, siempre escondido por la renovación de las medallas y posiciones de privilegio que, temporada tras temporada, los jugadores que defienden la camiseta de España logran con una regularidad que permite la mejor generación del deporte de la canasta en la historia de nuestro país.

Sin embargo, existe un antes y un después de la gran meta, la hazaña que destaca entre todas las realizadas por este combinado, aquella que se culminó y celebró un 3 de septiembre de 2006, hace exactamente diez años: el oro en el Mundial de Japón.

Cualquier titulo mundial u olímpico en el que se proclame vencedor una selección que no se llame Estados Unidos, puede ser catalogado como una gran sorpresa, y en este caso, esa sorpresa, ese campeonato del mundo representa la sonrisa de un país, España, diez años después del gran hito. 

El título se logró después de un trabajado y sufrido camino del que se borró el a priori gran candidato, Estados Unidos, derrotado por Grecia en semifinales, convirtiéndose así los helenos en principales favoritos para levantar el título mundial en Saitama. En la final se enfrentarían a una España que estaba ante su gran oportunidad de subir a lo más alto del cajón mundial de la mano de una generación que ya había asombrado al planeta baloncesto con un oro en el mundial Junior de Lisboa en 1999.

Los Juniors de Oro –Gasol, Navarro, Felipe, Berni…–, unidos a veteranos como el capitán Carlos Jiménez o Jorge Gargajosa, y nuevas apariciones que acabaron por consolidarse en la más absoluta élite con el paso de los años, caso de Rudy Fernández, Sergio Rodríguez o un Marc Gasol convocado a última hora, formaban un grupo insuperable a nivel personal y dirigido por el técnico que ha pasado a la historia del baloncesto español, Jose Vicente, Pepu Hernández.

Pero no sin sufrimiento se logro esta hazaña. En semifinales se daría el gran duelo que a la postre acabó, para muchos, dando el Mundial a España. Esperaba Argentina, con su gran generación al completo y campeona olímpica en Atenas dos años atrás. Los sudamericanos plantearon un partido duro, de batalla continua, que atrancó a los españoles en un inicio dubitativo en el que veían como Ginóbili, Nocioni, y Scola alentaban a los suyos a sumar en ataque después de hacer caer al combinado nacional en las trampas de su aro.

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Pau se retira lesionado del partido frente a Argentina. (ACB)

La magia del Chacho y el triple de Nocioni

A pesar de que Pau y Garbajosa lograban sumar para mantener a España en el partido, la entrada de un entonces imberbe Sergio Rodríguez fue la que permitió el cambio de dinámica que hizo al conjunto, entonces de blanco, creerse que podían aspirar a una final mundialista. La victoria se puso a mano con un tiro libre de Calderón que daba ventaja a 19 segundos del final, pero la última posesión era para Argentina.

El triple de Nocioni, héroe en España durante la mitad de su carrera profesional, no entró y el rebote y posterior arrancada de Rudy para evitar las faltas del rival acabaron con los pupilos de Pepu celebrando una final soñada, pero que se vería empañada por la lesión de su gran estandarte, Pau Gasol, que se rompió un dedo del pie instantes antes y no podría participar en el encuentro decisivo.

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Los jugadores españoles celebran el título mundialista. (ACB)

Conjura, final y título para la historia

Pero España, que había tocado la eliminación con sus propios dedos, se conjuró para ganar un oro que dedicar a los aficionados y a su gran compañero y líder. Desde el salto inicial de Carlos Jiménez, el combinado nacional mostró una cohesión que pasó por encima de Grecia, y cada triple de Navarro y Garbajosa no hacía sino aumentar la bendita sangría que acabó con el sonido de la bocina final que confirmaba el título mundial de todos los españoles.

Las imágenes de los jugadores celebrando, Pau medio cojo incluido, levantando la Copa de campeones del Mundo al cielo de Saitama, y Pepu y Carlos Jiménez abrazados –el padre el entrenador murió el día antes de la final– nunca serán olvidadas, a pesar de que esta generación se haya empeñado en seguir haciéndonos sonreír con sus gestas durante los diez años posteriores, y los que quedan, a base de BA-LON-CES-TO. 

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