Fórmula 1: Gran Premio de Bélgica

Rosberg se pasea con Alonso y Hamilton mágicos

Nico Rosberg se hizo con la victoria en Bélgica. Carrerón de Hamilton y Alonso (Getty)
Nico Rosberg se hizo con la victoria en Bélgica. Carrerón de Hamilton y Alonso (Getty)
Ignacio L. Albero

Las paradojas de la Fórmula 1 se presentaban en Spa con imágenes atípicas en la actualidad más colindante. Los despistados dominicales, que se acercan de vez en cuando a la pantalla, les producía un pequeño esguince cerebral el ver a Hamilton y Alonso en última línea de parrilla. «¿Seguro que no es al revés?», preguntaba uno de los familiares distraídos. Y es que, por desgracia, esa imagen ya es de hemeroteca.

En contraposición, para alegría a la vista, Spa presentaba aforo completo: ni La Latina en la fiestas de la Paloma. Otra visión extraña para los tiempos difíciles que presenta el nuevo juguete turbo. Y la tercera y definitiva sorpresa llegaría en la primera curva del legendario Spa-Francorchamps, donde, por cierto, no se veía apenas ni una amenazante mancha gris que desembocara en aguas futuras.

Sería difícil explicar en un párrafo lo que sucedió en la primera vuelta. En la primera curva. Rosberg embragó de forma inmaculada, Verstappen se lanza al interior con Raikkonen pegado a él, Vettel sale por fuera buscando un imposible y… se tocaron. Los dos Ferrari. A Arrivabene se le puso cara de cigarrillo caducado; Verstappen rompió su endplate derecho y Carlos Sainz era octavo saliendo desde la decimocuarta.

Otra salida de videojuego, de realidad virtual, de frotarse los ojos un par de veces y buscar otra vez los grafismos para comprobar que el niño grande lo había vuelto a hacer. Es el Jon Snow de la Fórmula 1: por mucho que le echen en cara quien es su padre; sigue empeñado en escribir su historia en los libros de oro del deporte. Se le fue al traste todo cuando pinchó su neumático trasero derecho en la vuelta 2: los trozos de fibra de carbono que llamaban a un Safety Car que llegó tardío. La actuación ya estaba ahí, como Robert Duvall en Apocalipsis Now. 

Si pensaba alguno que lo de Sainz fue lo más prodigioso del día; Hamilton y Fernando Alonso se unieron formando un tándem mágico, como antaño. Un amor antagónico, unido por la admiración y un pasado oscuro que les convirtió en enemigos íntimos. La madurez, las victorias, las derrotas, las alegrías y tristezas… Muchos años viéndose de lejos para escribir la última línea de su coexistencia en Spa, reivindicando que son los mejores pilotos del mundo: de la última fila al cuarto y quinto puesto. 

La tinta del teclado debería agotarse en elogios a Fernando Alonso, esas manos, extintas para algún ‘sabio’, que siguen conduciendo el lánguido MP4-31 hasta donde la física le permite. Enésimo monoplaza que se aleja de su talento; y enésima vez que lo empapela en un no está tan mal. Antes de tales magnitudes, Magnussen se la pegó subiendo Eau Rouge, provocando, primero el Safety Car y, acto seguido, la bandera roja.

La remontada de Hamilton y Alonso

Se relanzó la carrera con Alonso buscando el difusor de Hulkenberg, tercero. El motor Honda no le brindó tal alegría en Kemmel, y Hamilton le pasó en la siguiente vuelta. Verstappen y Raikkonen, a tiros; y Lewis poniendo nervioso a Nico desde la distancia. Fernando aguantaba a Massa como podía, y se acercaba a un Hulkenberg que no podía con Hamilton. Un batido de nombres que peleaba por el podio: Rosberg comandaba, Ricciardo le seguía, el 44 quería más.

Tras las paradas protocolarias, fruto del desgaste de los neumáticos, Checo Pérez pasaba a Massa y Fernando, que sufría horrores por mantener al McLaren en sexta posición. Venían Vettel, Massa, Bottas y Raikkonen a por él: imposible mantenerles con el motor Honda. El alemán le pasó como el que masca chicle y los cocodrilos por detrás olían la sangre. Si aguantaba en la séptima iba a ser de Santuario al lado de Covadonga.

Iban a tener que ir pensando en planos y medidas porque el milagro era real: Fernando Alonso mantenía a raya a los dos Williams y el Ferrari de Kimi. Por delante, Lewis Hamilton empujaba por un imposible vuelta rápida a vuelta rápida: alcanzar a Daniel Ricciardo. La vieja escuela que comenzó en última fila demostrando, uno con más coche que otro, que manos mandan aquí.

La victoria era para un Nico Rosberg de sombrero y gabardina: carrera impecable para él. Pasaba Ricciardo entre vítores… y aparecía Lewis Hamilton. Un prueba heroica que vuelve a manifestar el talento del tricampeón. También pasó Fernando Alonso, séptimo, en otra remontada de esas que pasan más desapercibidas por no acabar en el podio. Una de esas carreras que el despistado dominical ni valorará ni entenderá porque, para ellos, Alonso está ‘acabado’. Esperen a 2017…

Así terminó la carrera en Spa (F1)
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