Fórmula 1: Gran Premio de Europa

Imparable Rosberg, Pérez en el podio y otro hundimiento de Alonso y McLaren-Honda

Nico Rosberg se llevó la victoria en Bakú, en un nuevo desastre de McLaren-Honda y Alonso (Getty)
Nico Rosberg se llevó la victoria en Bakú, en un nuevo desastre de McLaren-Honda y Alonso (Getty)
Ignacio L. Albero

La ciudad de las luces se apagó con el primer despunte del alba. No había que mirar ni a oeste ni a este, que decía Gandalf, los focos de las torres llameantes se centraban en la trampa para ratones de Bakú. Una salida, una primera curva, miles de escapatorias creadas para salvar muros… y destrozar carreras. No era una cuestión puro de rendimiento, las manos para salvaguardar desgracias iban a hablar alto en el estreno de este trazado. La salida era el primer ángulo mortal para demostrar la habilidad de los pilotos.

Los primeros metros fueron una entrada ordenada a un concierto masivo. A pesar de la locura prometida, pocos cambios sucedieron. Rosberg, Ricciardo y Vettel lideraban; Lewis Hamilton no se movía de la décima posición. Fernando Alonso adelantaba una posición en la salida, que era duodécimo. Pudo haber marchado 8º, pero Verstappen le sacó de la trazada en la primera curva, haciéndole traccionar peor que sus rivales y viendo una fila de monoplazas pasarle por la izquierda.

Seis vueltas y las primera conclusión era obvia: todo era un juego reservado a la recta de entrada a meta. Lo que perdías en los columpios, lo ganabas en los toboganes. Un tobogán reservado para los mejores motores que fardaban como Beckham en un desfile de moda. Los boxes también se vestían de pasarela y allí comenzaba el jaleo de cambio de neumáticos: el graining había aparecido como una pandemia en Azerbaiyán.

La carrera se convertía en una aventura de posiciones virtuales, con difícil ubicación real para cada monoplaza. Hamilton adelantaba monoplazas como el que se calza un helado en verano: tranquilo y disfrutando. Nico Rosberg continuaba liderando la carrera con esa superioridad insultante que sólo puede provocar recelos en rivales y afición.

En el ala oeste de la casa negra, Alonso y Button se peleaban con su MP4-31 que en la recta era un tractor o un Guardia Civil dirigiendo el tráfico. Ni resistían ni atacaban. Su papel en el gran premio no iba a pasar, difícilmente, de meras comparsas. No era así para Carlos Sainz, que marchaba camino de otra mega remontada. En la vuelta 20 era noveno, en zona de puntos, cuando había salido en la decimoctava posición. Canadá 2.0.

Sainz y Alonso se hunde

Lo de la posible ‘carrera loca’ se iba a quedar en leyenda si la procesión se prorrogaba como la del Cristo de la Buena Muerte: todo en orden. Las temidas escapatorias se empezaban a cubrir de telarañas esperando alguna potencial víctima. Alonso volvía a parar, Sainz sufría con sus neumáticos, y los Ferrari se peleaban entre ellos por la segunda posición. Raikkonen por delante de Vettel era sinónimo de Civil War. No duró ni un suspiro la batallita: Kimi se abrió dejando a Sebastian pasar con neumático nuevos.

Carlos paraba y Fernando le ganaba la posición: ‘undercut’ perfectoEl pesimismo inicial oteaba fulgores de puntos para Alonso y McLaren: la locura de la estrategia les podía dibujar un mini paraíso de nombre top 10. Lewis Hamilton rogaba a sus ingenieros resolver un problema en su monoplaza y éstos, por reglamento, no podían decir nada. Dos vueltas de culebrón en el receptor del 44 que optaba por toquetear todo el volante cambiando todo tipo de parámetros.

La mala suerte volvió a visitar la puerta de Carlos Sainz que replicaba los problemas de Daniil Kvyat: los dos Toro Rosso, KO. Otra remontada de vértigo que no pudo culminarse por parte del español. La hazaña estaba ahí, para todos los público. Otra vez. Carlos sigue lanzando señales para que el faro de Red Bull o Ferrari le divise en el océano. Su talento sigue arrastrando las cadenas del mal fario y la antítesis del mediático.

Esa que también sigue condenando a Fernando Alonso a un sufrimiento inhumano para un campeón. Sostiene la pesada carga de la mediocridad como un recién llegado a la escuela. Cuando veía asomar tímidamente algún punto en la lejanía, su MP4-31 decidió imitar a su vulgar antecesor y volver camino a los boxes con un problema en el cambio. Otro domingo más, de fracaso, en la oficina.

No hubo más sobresaltos: Nico Rosberg se hacía con una aplastante victoria, rubricada en un meritorio Grand Chelem. El de Mercedes vuelve a poner distancia con un Lewis Hamilton que firmó un fin de semana para olvidar: quinto y con problemas constantes en su monoplaza. Sergio Pérez adelantaba a Kimi en la última vuelta para ganarse el podio en la pista. Otra estrella sin luz en la Fórmula 1 que no deja de pedir un hueco mejor que el Force India.

Así las cosas, la Fórmula 1 sigue siendo un deporte de estrella de tres puntas como símbolo. El 2017 espera mientras las Flechas de Plata no se cansan de alcanzar el centro de la diana. Fernando Alonso intenta disparar y acertar de vez en cuando en cualquier zona que le reporte puntos. La paciencia es un don para unos pocos. Un amigo me dijo que morir es aprender a esperar y vivir, vivir es aprender a ver en la oscuridad. Alonso sigue conduciendo en tinieblas mientras espera un, quién sabe, futuro cambio en su suerte.

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