Fórmula 1: Gran Premio de Canadá

Hamilton golpea, Sainz se la pega y Alonso no es de GP2

Lewis Hamilton se llevó la pole en Montreal. Alonso saldrá 10º Getty)
Lewis Hamilton se llevó la pole en Montreal. Alonso saldrá 10º Getty)
Ignacio L. Albero

La clasificación comenzó entre malas venturas meteorológicas: la lluvia era una contingencia real. La realización enmarcaba en una panorámica el circuito santo que rememora al semidiós de Gilles Villeneuve. Un trazado irresistible para el aficionado, una isla artificial que se levanta para dar gloria a un deporte de héroes. El homenaje no iba a ser sólo el de unas letras impresas en la salida o un número en el casco para dos caídos en batalla: la ofrenda se demuestra en la pista.

Cierto es que los sábados no son mucho más que unas aceitunas antes de la comida: traerlas de Jaén o de territorio foráneo son clave para abrir el apetito antes del convite dominical. Ferrari amenazaba con su dieta mediterránea a Mercedes, fruto de una mejora en su unidad de potencia. En el jardín de Lewis Hamilton se asomaba algún enano.

Fernando Alonso y Jenson Button se peleaban con su monoplaza para colarse en la utópica Q3. La potencia del motor en Canadá es como tener una nevera de cervezas en la playa: esencial. McLaren-Honda calza un buen outfit veraniego, pero el frigorífico está prácticamente vacío. Su unidad de potencia sigue estando lejos de la zona noble.

La Q1 era una delirante procesión de monoplazas buscando no ahogarse en el tímido charco que empezaba a ser el Gilles Villeneuve. El asfalto deslizaba como un puente de Calatrava y los tiempos ya no se pintaban de verde: Palmer, Wehrlein, Ericsson, Nasr, Haryanto y el accidentado en los Libres 3, Magnussen, se quedaban fuera.

Sainz se la pega; Alonso en la Q3

Un trallazo en el ‘Muro de los Campeones’ destrozó las esperanzas de Carlos Sainz hacia la Q3. Volaba en vuelta rápida, apuró al límite, buscando un milímetro de distancia que no existió. El Toro Rosso lo rozó, se descontroló, y no hubo piedad para piloto y monoplaza. Un único error en siete carreras, en una zona donde los más grandes han fallado. Esto no es Mónaco: los puntos se comen el domingo. Mañana Sainz saldrá hambriento a por la reivindicación.

La bandera roja se agotó para relanzar la emocionante Q2. En el alambre, como dos funambulistas, se tambaleaban Fernando Alonso y Jenson Button. Los Force India eran la amenaza y potenciales verdugos. Tras el primer envite, Pérez y Hulkenberg estaban por delante. Quedaban 5 minutos, y las esperanzas de McLaren-Honda se nublaban como el día en Montreal.

En un día negro, Alonso dispersó las nubes en McLaren a base de ese talento que derrocha casi sin querer. Button se quedaba a milésimas de estar en la Q3, y Alonso, que en el sector 2 era más lento que su compañero, realizó un tercer sector espacial. Dibujó una odisea en Canadá, al estilo del cineasta Kubrick.  Por tercera vez consecutiva ponía el desaliñado MP4-31 en un reservado de Pachá.

Lewis Hamilton también guardaba un homenaje al recientemente fallecido Muhammad Ali. Pegó muy fuerte con un 1:12.812 que dejó a más de uno en la lona. Volaba como un halcón y picaba como un enjambre. Nadie pudo superar tal estratosférico crono: Rosberg, segundo; Vettel, tercero. Alonso saldrá décimo, en busca de unos nuevos puntos casi imposibles para cualquier otro. Porque como diría el legendario púgil: «Para ser un gran campeón, tienes que creer que eres el mejor, si no lo eres, haz como si lo fueras». A Fernando Alonso no le hace falta aparentar.

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