FINAL EUROPA LEAGUE: LIVERPOOL VS SEVILLA

La Europa League es la Feria del Sevilla

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Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

El partido nació furioso como el hijo del Increíble Hulk y con más pelotazos que un Nadal-Djokovic. Los dos equipos adelantaban sus líneas y acortaban las dimensiones del campo. Emre Can tenía la misión de derribar a Banega para cortocircuitar el juego de ataque del Sevilla y se esmeró en lo suyo. Dominaban los de Emery, más tranquilos que un Liverpool sumido en la hiperventilación.

Pasaron los cinco primeros minutos sin noticias de Mignolet ni de Soria. Como el centro del campo era un atasco perpetuo, ambos equipos buscaban el pase largo y la segunda jugada. Había más cuerpeo que fútbol. Siete minutos tardó la final en vivir su primer tiro a puerta. Fue de Can y lo desvió Soria no con demasiada seguridad.

El Liverpool rascaba y desde el banquillo del Sevilla se pedía tarjeta en cada falta. En cada jugada había corrillo de los sevillistas a Eriksson, un maestro en hacerse el sueco, obviamente. Un centro muy pasado de Clyne lo remató Sturridge en el segundo palo y lo sacó Carriço bajo los palos. Sufrían y respiraban los sevillistas.

A los 11 minutos Eriksson pagó sus deudas con el Sevilla al dejar sin señalar un claro penalti de Carriço, que cortó con la mano la acción de Firmino dentro del área. El sueco se ganaba la barra libre en la próxima Feria. Las protestas ahora cambiaban de bando y Klopp ponía una de sus caras clásicas a lo Jim Carrey.

Banega gobierna

Banega, que si amara su profesión jugaría en el Madrid, o en el Barça, o en el Bayern, o en el United… o en cualquiera de los diez equipos grandes de Europa, gobernaba el partido como le salía de los pies. No ha habido ningún partido en el que Banega jugara bien que el Sevilla no acabara ganando. Era un aviso de un jugadorazo al que el fútbol nunca le ha interesado demasiado.

El Liverpool echaba en falta a Coutinho, devorado por esa pareja de pitbulls que son Nzonzi y Krychowiak. A los 24 minutos una galopada de Lallana terminó en una asistencia a Sturridge, cuya torpeza de cara al gol es tan legendaria como su velocidad. El veloz e impreciso punta del Liverpool se plantó delante de Soria y le pegó un pelotazo al cuerpo. El dominio era del Sevilla, pero las ocasiones (vale, ocasioncitas) eran del Liverpool.

Los de Klopp empezaron a tocar algo más la pelota y el Sevilla daba dos pasitos hacia atrás. Eriksson tampoco vio una mano de Rami dentro del área –quizá más involuntaria que la de Carriço–, a pesar de que Alberto Moreno gesticuló y pidió la jugada más que un catalán cuando viene a Madrid.

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Lovren golpea a Gameiro. (Reuters)

Una cornada de Lovren a Gameiro al filo de la media hora hizo que Eriksson desenfundara por fin una amarilla que el Liverpool se estaba ganando a gritos. Y precisamente el francés pudo adelantar al Sevilla después de una espectacular chilena que él solito se cocinó rodeado de reds. A falta de fútbol, al partido le sobraba intensidad.

Sturridge, héroe por accidente

Y a los 34 el Liverpool encarriló la final. Lo hizo Sturridge con un gol impropio de su falta de talento. La jugada la guisaron entre los dos talentosos del equipo de Klopp, Firmino y Coutinho, y la pelota acabó en los pies del torpe delantero inglés en la frontal. Pero como hasta un reloj averiado da bien la hora dos veces al día, Sturridge metió el gol de su vida: la pegó con el exterior, casi sin querer, y su disparo cogió una rosca perfecta que posterizó la estirada de Soria.

También es mala suerte que un delantero que se gana la vida sólo por la velocidad de su cuerpo te meta un gol de talento. Emery pedía calma a los suyos, mientras que los aficionados reds iban encargando pintas para todos. El Liverpool se creció y con espacios el rock and roll de Klopp amenazaba con ser mortal.

En el 38 Sturridge, esta vez sí, hizo honor en su torpeza al intentar tocar un remate de Lovren que iba a ser gol cuando estaba en fuera de juego. Eriksson, obviamente, anuló el tanto que podría haber cerrado la final para el Liverpool. Pero tampoco vio la tercera mano del Sevilla dentro del área, gracias a Dios y a la Virgen de la Macarena.

Y en el 44 Sturridge volvió a demostrar que es el Higuaín negro. Fue incapaz de embocar a medio metro de la portería un centro desde la derecha de Clyne. El Liverpool merecía ir ganando tres cero. Pero el Sevilla tuvo entonces dos grandes noticias: el descanso y el resultado.

Gameiro iguala…

Y nada más empezar el segundo tiempo el Sevilla igualó el duelo. No tardó ni 20 segundos. Fue en la jugada del saque de centro. Mariano se aprovechó de un mal despeje de Alberto Moreno, le dribló con un humillante cañito y puso el pase de la muerte para que Gameiro, que encontraba un hueco la primera vez en el partido, hiciera el 1-1. Emery no podía soñar nada mejor.

Partido nuevo a 45 minutos. Bueno, a 44. Y tuvo el segundo Gameiro tres minutos después en una contra tras un gran pase de Banega, pero se cruzó en su camino Touré para evitar el desastre para el Liverpool. El Sevilla, ahora sí, tenía el partido justo donde quería.

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Los jugadores del Sevilla celebran el 1-1 de Gameiro. (Reuters)

El Liverpool acusó el golpe, pero poco a poco empezó a rehacerse. Pero a los 60 el Sevilla estuvo a punto de hacer buena aquella conferencia de Benito Floro sobre la importancia del saque de banda en el juego ofensivo. Escudero sacó como si fuera del Stoke, Nzonzi prolongó y Gameiro, solo delante de Mignolet remató de media volea, pero su disparo lo repelió con los pies el guardameta francés.

… y Coke remonta

Tres minutos después el Sevilla anotó el 2-1. Fue una jugada combinativa que cocinaron entre Vitolo y Banega, que tiró una enorme pared, y la pelota acabó en los pies de Coke que, como Sturridge en el primer tiempo, le pegó con el exterior y marcó un golazo. En Basilea ya sólo se escuchaba a los sevillistas. Klopp preparaba cambios porque su equipo se había caído de golpe.

Y en el 69 Coke marcó el tercero. El capitán del Sevilla estaba en fuera de juego, por eso el asistente levantó la bandera, pero la pelota venía de un jugador del Liverpool, así que Eriksson desautorizó a su linier y dio por bueno el gol del Sevilla ante la furia de Klopp. El sueco acertaba esta vez.

Klopp iba a la desesperaba y sacaba a todos los delanteros del Liverpool. Si hubiera tenido a Ian Rush y a Michael Robinson también los habría sacado. Pero el Sevilla manejaba el partido sin agobios y al Liverpool, sobrado ahora de rematadores, le faltaban pasadores. Coke tuvo el cuarto en sus botas después de una magnífica contra de los de Emery.

Al final, el Sevilla manejó los últimos minutos con oficio y seguridad, como quien sabe que está en una competición con la que mantiene un idilio permanente. Porque la Europa League es la Feria del Sevilla. Y olé.

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