Una sensación que basa sus razonamientos en el cerebro

¿Por qué es tan difícil mirarnos a los ojos cuando hablamos?

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Una tarea difícil de realizar

Hablar con una persona se antoja como el acto más habitual que existe. La capacidad de relacionarse de cada uno, los gustos, la complicidad o el desacuerdo son alguna de los aspectos más destacados para que una conversación pueda resultar atractiva o no. Sin embargo, siempre existe el mismo «problema»: mirar a los ojos a la persona con la que estamos hablando ¿Por qué ocurre esto? A la mayoría de la gente suele sucederle, sobre todo durante las primeras conversaciones. Hoy, te explicamos el por qué de esta extraña sensación ¡No te lo pierdas!

Mírame a los ojos

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Todo tiene que ver con la capacidad cerebral

Un equipo de investigadores de la Universidad de Kioto (Japón) han realizado curioso estudio en el que han determinado la verdadera razón de esta extraña sensación. Mirarnos a los ojos mientras hablamos nos cuesta, y no tiene nada que ver con la timidez, sino con la capacidad de pensar de nuestro cerebro. Mantener la mirada fija en los ojos de la otra persona durante una conversación suele costar más de lo habitual y todo tiene que ver, según los investigadores, con la capacidad de nuestro cerebro a crear frases.

La clave reside en la incapacidad de nuestro cerebro para manejar algunas tareas relacionadas con el pensamiento al mismo tiempo que se capta la visión de la vista en el otro conversador. Una sensación que se hace más habitual cuando la otra persona es menos conocida y se está conversando acerca de temas poco trabajados por el receptor. Es decir, se trata de una especie de acto reflejo, ya que nuestro cerebro necesita utilizar más recursos y evita mantener el contacto visual.

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La Universidad e Kioto es la creadora de este estudio

Para demostrar sus teorías, la Universidad de Kioto llevo a cabo un estudio con 26 voluntarios. La misión consistía en realizar asociaciones de palabras al mismo tiempo que miraban un rostro implantado en un ordenador. La sensación del contacto visual impedía que los voluntarios pudieran ejercer de la mejor forma una conversación. Los enlaces entre las palabras eran más complicados a medida que el rostro virtual clavaba más los ojos en los del voluntario. «Aunque el contacto visual y el procesamiento verbal parecen independientes, las personas frecuentemente evitan mirar a los interlocutores durante la conversación. Esto sugiere que hay interferencia entre estos procesos», explican desde la Universidad e Tokio.

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