CaixaForum Madrid muestra cómo el ser humano se ha representado a través de épocas y culturas distintas

CaixaForum Madrid muestra cómo el ser humano se ha representado a través de épocas y culturas distintas

La directora general adjunta de la Fundación ”la Caixa”, Elisa Durán; la directora de CaixaForum Madrid, Isabel Fuentes, y el conservador del Departamento de Exposiciones Internacionales del British Museum y comisario, Brendan Moore, éste último vía streaming, han presentado en CaixaForum Madrid la exposición La imagen humana. Arte, identidades y simbolismo, una gran panorámica del arte figurativo que atraviesa fronteras culturales, cronológicas y geográficas.

Se trata de una muestra colectiva que acoge 145 obras de arte y objetos de los vastos fondos del British Museum, acompañados de una selección de 7 obras contemporáneas pertenecientes a la colección de la Fundación ”la Caixa”, así como un óleo de gran formato del Museo del Prado, una instalación del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) y una instalación interactiva del artista digital Rafael Lozano-Hemmer que permite reforzar los vínculos entre el público y los contenidos de la exposición, prestada por el artista y de la Galería Max Estrella.

Esta exposición explora obras del ser humano creadas en todo el mundo a lo largo de distintos períodos históricos. Muchas de ellas son representaciones arquetípicas imbuidas de un complejo simbolismo; otras, libres de toda asociación metafórica, están concebidas como descripciones realistas de la figura humana tal como la observa el artista. Unas representaciones del cuerpo que —al igual que todas, de hecho— responden al deseo primordial de definir y explicar el lugar que ocupamos en el mundo.

Encarnan nuestros conocimientos sobre la vida, son modelos de quienes creemos ser y de lo que aspiramos a ser. Pese a la asombrosa variedad que presentan en cuanto a su estética y finalidad, las figuraciones que recoge la exposición encarnan ideas y conceptos comunes a todas las sociedades y pueblos.

Así, el recorrido se divide en cinco ámbitos temáticos, precedidas por una introducción, que rehúyen cualquier cronología, y que servirán para explorar la imagen humana: Belleza ideal, Retratos, El cuerpo divino, El cuerpo político y La transformación corporal.

De esta forma, la exposición abarca un eclético abanico de culturas, pueblos, ideas y prácticas artísticas del pasado y del presente que permiten acercarnos a distintas formas de plasmar la identidad través de técnicas diversas, desde la más profunda estilización hasta el hiperrealismo. Con un enfoque atractivo, fresco y accesible, promueve (además del disfrute estético) la reflexión, la comparación e invita al público a extraer sus propias conclusiones.

El hecho de tratar un tema tan universal y cercano –nosotros mismos—representa una gran oportunidad para cruzar fronteras y generar un diálogo en cada uno de los cinco ámbitos de la exposición.

El discurso de la exposición aborda la actualidad y yuxtapone joyas del Arte Antiguo con espectaculares obras más recientes de culturas diversas, así como también otras firmadas por artistas como Henri Matisse, Goya, Luis de Madrazo, David Hockney, Albrecth Dürer, Édouard Manet, Auguste BoucherDesnoyer, Tom Wesselmann, Antoni Tàpies, Christopher Williams, Vanessa Beercroft, Koya Abe, Frank Auerbach, Anton van Dyck, Craigie Horsfield, Ali Kazim, Esther Ferrer, Farhad Ahrarnia, Juan Navarro Baldenberg, Óscar Muñoz, Rafael Lozano-Hemmer, Craige Horsfield, Ali Cherri y David Oxtoby, entre otros.

La obra más antigua y la más contemporánea

La obra más antigua de la muestra es un cráneo humano modelado, procedente del antiguo Jericó (actual Cisjordania), de hacia el 8.000 a.C., y es considerado uno de los artefactos más notables de las colecciones del British Museum. Por contra, la obra más reciente es de 2016: una serigrafía del famoso artista iraní Parviz Tanavoli.

La primera sección del recorrido indaga en cómo artistas de tradiciones diversas han querido representar el cuerpo en su forma más perfecta y elevada. En sociedades tan distintas como las de la Grecia clásica, la India medieval y el Japón de comienzos de la era moderna encontramos la misma preocupación por el ideal de belleza física plasmado de acuerdo a unos estándares determinados de armonía y proporción.

Más que como un análisis del temperamento individual, estas figuras idealizadas son concebidas como expresión de virtud y aspiración colectiva. Se trata de arquetipos culturales que reflejan normas y creencias de las comunidades en las que han surgido. Si bien se podrían establecer una serie de patrones compartidos entre culturas, cada comunidad representa el ideal de belleza de una forma distinta.

Así en este ámbito dialogan desde una escultura clásica romana correspondiente a un desnudo masculino del dios Pan asociado con Dionisio, del 45 al 25 a.C., a una estatua sepulcral de un funcionario egipcio que responde a los cánones de belleza de final del Imperio Antiguo de Egipto, entre 2345 y 2181 a.C.

En este ámbito destacan especialmente el variado conjunto de figuras de cuerpos femeninos que, de hecho, se cuentan entre las creaciones artísticas más tempranas y diferentes entre sí. Entre el 4.000 y el 2.000 a.C., aproximadamente. Estas representaciones, a menudo asociadas con la fertilidad, vieron la luz en un área geográfica inmensa que abarcaba Europa, Oriente Medio, el mar Egeo, Egipto y el valle del Indo.

En la muestra, se pueden contemplar una figura voluptuosa del cuerpo de una mujer originaria del 5.000 a.C. del norte de Siria e Irak, así como figurillas más abstractas del cuerpo de la mujer halladas más adelante en Irak, en Belén (Cisjordania), o en Keros, isla perteneciente a las Cícladas griegas.

En este ámbito, también se contraponen representaciones femeninas modernas como la sensual litografía de Henri Matisse Grande Odalisque à culotte bayadère (Gran odalisca con pantalón a rayas) realizada en Niza en 1925 con la obra contemporánea Eva Saumell, carrer de Manso, Barcelona, a cargo de Craigie Horsfield, que «pinta» la vida moderna a través de la fotografía, y con un grabado de la serie los Caprichos de Goya que ofrece una reflexión acerca de la explotación de la belleza femenina y el carácter transitorio de la juventud.

Junto a estas obras, se expone también una revisión radical de Venus del espejo de Velázquez, firmada por el artista digital Koya Abe, en que la diosa aparece adornada con tatuajes japoneses tradicionales. A menudo, y especialmente en la tradición artística europea, el cuerpo femenino representado por artistas varones aparece como un objeto pasivo de deseo sexual. Sin embargo, a finales del siglo XX y ya en el XXI artistas socialmente comprometidos han criticado y desafiado el concepto normativo de belleza y los estereotipos tanto de la identidad femenina como de la masculina.

Pero aunque buena parte del arte contemporáneo rechace la belleza como ideal de la creación, el uso y la manipulación de la imagen de belleza en medios de comunicación, moda y publicidad sigue siendo un tema controvertido. En esta línea, se expone una fotografía crítica de Christopher Williams que, bajo el título Untitled (Study in Yellow and Red/Berlin), recrea una modelo en ropa interior posando de perfil. Aunque a simple vista, ésta parece responder al canon de imágenes sexualizadas y glamurosas, cuando uno se detiene a mirar los detalles percibe imperfecciones que normalmente se ocultan a la cámara.

A través de estos detalles, el artista evidencia la falsedad de la belleza «ideal» que fomentan los medios de masas. La expresión de la personalidad a través del retrato Este segundo ámbito parte de la individualidad expresada a través del arte visual. Por definición, un retrato es la imagen de una persona determinada. Y aunque su función básica es hacer patente la apariencia externa del modelo, también puede expresar aspectos de su naturaleza individual, su personalidad y su posición social.

Si nos fijamos en los diversos retratos que recoge esta muestra veremos que las formas conceptuales del género y los medios con los que se presentan la apariencia y la identidad personal en el arte son intrincados y ambiguos. Los retratos ofrecen una visión subjetiva y parcial del modelo, no una imagen incontestable. Sus estilos abarcan del realismo mimético al naturalismo idealizado, de la distorsión a la abstracción.

Un retrato puede revelar lo que un individuo tiene de único y singular, o bien enfatizar sus cualidades genéricas y presentarlo como un «tipo» o clase de persona determinado. La naturaleza equívoca del retrato como vehículo para la representación individual es aún más evidente en la expresionista Head of Julia (Cabeza de Julia) del británico Frank Auerbach.

Aunque está basada en la observación atenta del natural, la pieza de Auerbach se acerca a la abstracción, con sus difuminados y sus trazos enérgicos: aquí, la representación pictórica tradicional se ve desplazada por una intensa vitalidad psicológica. En cambio, el melancólico estudio que el maestro flamenco Anton van Dyck hizo del escultor Hubert van den Eynden es un ejemplo excelente del deseo de capturar tanto la apariencia externa como el estado mental del modelo.

Y contrasta con el autorretrato de tamaño natural de Ali Kazim, en el que el cuerpo desnudo e inerte del artista está despojado de todo signo de identidad, clase y pertenencia. En este ámbito, también se puede ver el retrato que David Hockney pintó del comisario Henry Geldzahler, amigo y mentor del artista. Se trata de un retrato muy característico de su producción en 1973.

También se pueden ver ejemplos como un autorretrato de Michelangelo Pistoletto, una litografía de Édouard Manet, un retrato de Utagawa Kunimasa sobre los famosos actores del periodo Edo, así como diversas esculturas de diferentes épocas y algunas medallas. El cuerpo divino y el cuerpo político En el ámbito El cuerpo divino, la muestra explora el uso de imágenes en prácticas religiosas y sagradas con las representaciones asociadas a dioses y diosas, santos, ancestros sagrados y otros seres sobrenaturales.

Las características iconográficas de estas figuras, que recrean formas humanas idealizadas, suelen responder a unas concepciones y a unos preceptos teológicos estrictos: rostro, cuerpo, postura, gesto, indumentaria y atributos simbólicos, todo pretende transmitir el carácter y las virtudes propias de la divinidad representada.

En esta línea, en la exposición se pueden ver desde una cabeza romana del dios Apolo en mármol, una figura del dios hindú Visnú, un Buda sentado, pasando por una figura de Amón-Ra, considerada una suprema divinidad egipcia, a una Virgen María entronada con el niño Jesús, del siglo XV, al lado de la contemporánea Black Madonna with twins, de Vanessa Beercroft. La siguiente sección ahonda en la representación humana de gobernantes, monarcas y líderes políticos. Todos ellos han difundido desde siempre imágenes de sí mismos como expresión visible de su autoridad y poder. El objetivo de estas representaciones icónicas, que muestran gran variedad de estilos y formatos — desde estatuas colosales hasta monedas producidas en masa—, es glorificar al gobernante y dejar un testigo de sus logros para la posteridad.

En este ámbito comparten protagonismo rostros de faraones y faraonas de Egipto, una escultura de cuerpo entero del emperador Marco Aurelio, retratos de reyes de Etiopía y de la República Democrática del Congo, una representación de la Reina Madre de Ghana o la colección de monedas de oro y plata romanas que muestran a numerosos dirigentes, entre ellos Julio César, Marco Antonio o Cleopatra. Uno de los personajes que más trabajó su propia imagen con el objetivo de mostrarse como la encarnación del poder fue Napoleón Bonaparte, tras erigirse en emperador de Francia y primer cónsul de la República francesa.

En la muestra, se puede ver el grabado Napoleon le Grand (Napoleón el Grande), de Auguste Boucher-Desnoyer, en que éste aparece ataviado con numerosos símbolos de poder como una corona triunfal de oro, el gran collar de la Legión de honor y un cetro con el águila imperial. También se puede ver un lienzo de gran formato de Isabel la Católica, a cargo de Luis de Madrazo, procedente del Museo Nacional del Prado. Este retrato la muestra coronada y de pie, con un suntuoso traje escarlata embellecido con perlas y oro. En la mano izquierda lleva un cetro, símbolo de su autoridad real, y la mano derecha reposa sobre un pequeño volumen, seguramente un breviario (libro de oraciones para la liturgia), símbolo de su piedad.

En este ámbito, conviven también una estatua de Mao Tse Tung con una espectacular escultura del emperador romano Marco Aurelio, y una videoinstalación cedida por el MACBA de Ali Cherri que ofrece una impactante imagen de derrocamiento de la imagen de un gobernante y reflexiona sobre la volátil historia de la Siria moderna.

También con una chapa y un pin de apoyo electoral en campaña de los políticos estadounidenses Barak Obama y Donald Trump ofrecen una imagen de ferviente contemporaneidad. Estos dos pequeños objetos nos muestran el poder y la intencionalidad de las imágenes incluso en los soportes más funcionales y mundanos.

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