Un libro recopila las mejores frases de la historia del cine

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Imagen de la película Casablanca.

Algunas son míticas: «Creo que esto es el comienzo de una hermosa amistad» («Casablanca»); «Nadie es perfecto» («Con faldas y a lo loco») o simplemente «Rosebud» («Ciudadano Kane»). Las mejores frases de la historia del cine se publican ahora reunidas en el libro «Dímelo otra vez, Sam», de TB Editores.

El editor y experto en cine Mauricio Bach ha realizado la selección, que presenta como un homenaje a los guionistas de cine, en su opinión, nunca suficientemente reconocidos, a pesar de que maestros como Hitchcock lo tenían claro.

«Para hacer una buena película se necesitan tres cosas: el guión, el guión y el guión», decía el autor de «Psicosis». En opinión de Bach, no es exagerado afirmar que el pleno reconocimiento de la figura del guionista no ha llegado hasta la moderna revolución de las series televisivas.

Así, sucede que nombres como David Simon («The Wire»), Vince Gilligan («Brewaking Bad») o Mathew Weiner («Mad Men») están en boca de todos, mientras que casi nadie sabe quienes eran Morrie Ryskind o George S. Kaufman, dos de los guionistas de cabecera de los hermanos Marx.

Uno de los elementos que ayudan a explicar esa «oscuridad pública» del guionista es que a menudo el texto definitivo de las películas surgía después de la intervención de varias personas, y a veces contaban con el toque final del llamado «script doctor», una figura generalmente anónima y bien pagada.

Bach menciona algunos ejemplos de escritura colectiva que resultaron obras maestras, como «Casablanca», que empezaron a redactar los gemelos Julius y Philip Epstein, pero que dejaron incompleto al recibir un encargo para trabajar con Frank Capra en la serie de documentales bélicos «Why we fight». Entró entonces en escena Howard Koch, que equilibró el cinismo de los Epstein con una buena dosis de romanticismo, con el resultado por todos conocido.

Escritores famosos como William Faulkner, Scott Fitgerald, Dorothy Parker o Raymond Chandler se ganaron la vida en Hollywood, aunque dos de los guionistas más célebres de la edad dorada, por su agudeza verbal, fueron Herman J. Manckiewicz («Cena a las ocho», «Ciudadano Kane») y Ben Hecht («Primera plana», «La ley del hampa»).

En el libro, la recopilación de frases aparece dividida por géneros y en orden cronológico. Billy Wilder (con Charles Bracket y I.A.L. Diamond) y Woody Allen son los nombres más recurrentes en la comedia.

Ese «Nadie es perfecto» espetado por Joe E. Brown a Jack Lemmon cuando desvela su identidad masculina y da la inesperada puntada final a «Con faldas y a lo loco» no habría tenido lugar si no fuera porque Monroe llegaba siempre tarde al rodaje, lo que hizo que Wilder y Diamond buscaran un final sin su presencia. O «El sexo sin amor es una experiencia vacía, pero dentro de las experiencias vacías es una de las mejores», que dice Allen en «La última noche de Boris Grushenko».

No faltan referencias a películas españolas, como la frase que inmortalizó Chus Lampreave en «Mujeres al borde de un ataque de nervios»: «Lo siento señorito, pero yo soy testiga de Jehová y mi religión me prohíbe mentir».

O Santiago Segura en «El día de la bestia» cuando Álex Angulo le pregunta: «Tu eres satánico, ¿verdad?», y él responde: «Sí señor, y de Carabanchel». En el caso del cine negro, el autor sitúa a Humphrey Bogart y Robert Mitchum como los reyes del lenguaje seco y las réplicas cortantes.

«Maté a un hombre por mirarme como tú me estás mirando» (Bogart en «Callejón sin salida» de William Wyler) o «Nunca he aprendido gran cosa escuchándome a mí mismo» (Mitchum en «Retorno al pasado» de Jacques Tourner).

 

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