En un sector históricamente dominado por miradas externas, la historia de la familia Yébenes es una excepción luminosa. Medio siglo después de que Maribel Yébenes abriera su primer centro, su hija Myriam se ha convertido en una de las voces más influyentes en el liderazgo femenino dentro de la estética y la medicina estética. La expansión internacional hacia México culmina un camino que comenzó mucho antes de que la palabra empoderamiento formara parte del diálogo social. Yébenes lo resume con una serenidad que solo tienen aquellos que han crecido entre retos y convicciones: «Después de 50 años liderando el camino de la estética… Yo me quedo siempre con lo bueno y con lo gratificante», afirma. Para ella, cada etapa ha estado sostenida por el conocimiento, la innovación constante y un amor sincero por la piel y por quienes confían en su trabajo.
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Myriam Yébenes encarna un tipo de liderazgo que combina raíces y visión, emoción y rigor, historia y futuro. Un liderazgo que no solo habla de estética, sino de mujeres que abrieron camino cuando nadie lo esperaba y de hijas que continúan esa senda con valentía serena. Porque, como ella misma recuerda, todo lo que construye nace de algo muy sencillo y profundamente poderoso: «Es mucha pasión lo que hay detrás».
Ese legado emocional comenzó en 1975, cuando su madre, Maribel, emprendió en un contexto en el que apenas había mujeres al frente de empresas. Myriam lo recuerda con una claridad que todavía la conmueve. «En ese momento prácticamente ninguna mujer trabajaba… pero cuando eres pequeña y ves a tu madre fuera de casa, cumpliendo su sueño, lo ves con mucha normalidad», explica. En un mundo que asociaba aún la ambición con las figuras masculinas, para ella fue natural crecer rodeada de mujeres líderes: en su casa, en su colegio, incluso en el propio entorno profesional. «Vivo en un mundo de mujeres», dice con una sonrisa, aunque reconoce que los hombres ya representan el 30% del equipo. Ese ambiente moldeó su idea del liderazgo: aprender de otras mujeres que creen en su voz y en su capacidad para transformar.
La decisión de continuar con el legado familiar llegó temprano, cuando apenas tenía quince años. A esa edad, muchas adolescentes imaginan futuros abstractos, pero Myriam lo tenía claro. «Con mis 15 años decidí empezar en este mundo», recuerda. Lo que comenzó como un impulso intuitivo se convirtió en un compromiso sólido: estudió Derecho y Empresariales, pero también Estética y Enfermería para comprender la piel desde todos los ángulos posibles. Habla de ello con emoción, como quien sigue sorprendiéndose del camino: «Yo creo que cuando empiezas con 15 años no sabes lo que va a venir y una vez que empiezas a trabajar conoces este mundo. Me encantó». Y ahí aparece la palabra que atraviesa toda su historia: pasión. La repite con intención, como si fuera la clave de todo lo que construye.
Esa pasión también se traduce en una forma clara de liderar, aprendida de Maribel: un liderazgo femenino que se distingue por su cercanía. «Es un liderazgo muy cercano, muy de comunicación de saber formar muy bien a los equipos y hacerlo tú primero perfectamente», explica. No se trata de dirigir desde la distancia, sino de acompañar, escuchar y enseñar desde la experiencia real de la cabina. Detrás de cada decisión estratégica late un propósito: ayudar a las personas a entender su piel, a sentirse mejor, a recuperar la confianza que a veces la vida erosiona. «Es esa parte de propósito poder ayudar a cada una de las personas con las que hablamos», afirma.
Pero si algo demuestra la madurez de una empresa familiar es su capacidad de crecer sin perder su esencia. La apertura en México, dentro del Palacio de Hierro –uno de los referentes de lujo más importantes del país– marca un hito en sus 50 años de trayectoria. Myriam lo describe con gratitud y lucidez: «Es un honor que nos hayan llamado para este proyecto», reconoce, consciente de la magnitud del desafío. La expansión internacional la obligó a replantear estructuras, protocolos y formaciones. «Ha habido que cambiar absolutamente todas las estructuras…», admite con franqueza. Y aun así, habla del proyecto con entusiasmo, como si fuese la continuación natural de un sueño que empezó hace medio siglo y que ahora cruza fronteras.
