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Halloween 2018: La ciencia del mal

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La ciencia del mal

Ahora que estamos en plena celebración de Halloween y nos encanta ver películas donde los malos son tenebrosos y horribles de solemnidad, parece una buena idea saber cuál es la ciencia del mal y qué se esconde detrás de esos comportamientos terribles que, en realidad, se basan en el mundo en que vivimos incluso cuando los vemos a través del celuloide, la literatura o el cómic. ¿Realmente somos malvados por naturaleza?

Pues, la verdad, según a quién preguntes, te puede decir que sí. Y es que Marcelino Cereijido, que es investigador y doctor en fisiología, y que incluso ha publicado estudios y libros al respecto, asegura que el afán por dañar a otras personas o seres vivos no es solo un comportamiento humano que proviene de un componente cultural o social, ni siquiera psicológico, es algo que está en nuestra biología, muy dentro de nosotros.

El nombre del ensayo de este investigador es curioso, ya que lleva por título Hacia una teoría general sobre los hijos de puta. Y es que, para Cereijido es importante explicar a través de la ciencia y la tecnología el comportamiento humano, y el mal forma parte de él tanto como respirar o bombear sangre desde el corazón.

Según este investigador, existe un tipo de personaje que nos acompaña dentro de la raza humana desde que comenzamos a caminar por este mundo hace ya miles de años, incluso antes de empezar a trabajar en la agricultura y la ganadería.

La ciencia del mal

Cereijido advierte que hay personas que hacen el mal a propósito, porque sí, no como una forma de vida, sino porque es algo que llevan dentro. Lo hacen de manera sistemática, sin importar a quién.

A pesar del título de su libro, no pretende culpar a las madres que se dedican a la prostitución. En realidad, es una forma de hablar que puede variar según el idioma y las costumbres.

Sea como fuere, y desde un punto de vista histórico, este tipo de personajes malvados han causado daño y desdichas de nivel incalculable. Son los culpables de las guerras, unas fuentes de desgracia mucho más destructivas que las epidemias o los fenómenos naturales.

El creador de esta teoría echa mano de toda su experiencia en temas como genética y fisiología, pero también en filosofía o historia y letras. Así pues, explica que este tipo de personas pueden hacerse, pero también nacer. Es decir, las circunstancias de un individuo pueden detonar su maldad, pero también su herencia genética.

El caso es que la maldad es biológica, tanto como las personas necesitan dormir, otras buscan el mal porque por naturaleza siguen sus propios instintos, y se saben porque responden a pautas y patrones identificables desde un punto de vista molecular, fisiológico, celular y genético.

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