Cuando el tamaño sí importa

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Un trabajador en España.

En España es común escuchar a políticos y a buena parte de la población hablar de la gran importancia que tienen las pequeñas y medianas empresas pero, en cambio, el mensaje hacia las grandes empresas se convierte en hostil. De hecho, como ya explicamos en OKDIARIO, las pequeñas y medianas empresas disfrutan de ciertas ventajas que, cuando crecen en número de empleados y facturación, van perdiendo, lo que dificulta que incrementen su tamaño.

Pero si observamos los datos quizás nos deberíamos replantear el machacar a impuestos y regulaciones a las grandes empresas, y ampliar los beneficios de las pequeñas y medinas empresas a estas. De hecho, existen iniciativas como Cre100do en el que participan la Fundación Bankinter, el Círculo de Empresarios y el ICEX que, siendo conscientes de la importancia que tiene el tamaño de las empresas para lograr ser más competitivas e innovadoras, promueven el crecimiento de hasta 100 empresas durante 5 años.

A enero de 2017, según el Ministerio de Empleo y Seguridad Social más del 54% de las empresas en España no tienen asalariados y el 40% son microempresas, esto es, el 94% de las empresas en nuestro país tienen menos de 10 empleados, lo que confirma el minifundismo empresarial que padecemos. Las pequeñas empresas de entre 10 y 49 empleados significan el 5% del total de empresas y las medianas —de 50 a 249 empleados— el 0,8% del empleo. Por último, las empresas de más de 250 trabajadores solo representan el 0,2% del total de empresas de nuestro país.

Fuente: elaboración propia a partir del Ministerio de Empleo y Seguridad Social.

Si nos fijamos en el número de empleados por el tamaño de empresa, la situación cambia completamente puesto que las grandes empresas —el 0,2% del total de empresas— generar el 31% de los puestos de trabajo, con tales datos podemos empezar a ver la importancia que tiene tener empresas de gran tamaño. Además, las medianas empresas generan el 14% el empleo total. En cambio, las empresas de menos de 10 empleados, que significan el 94% del total de empresas, solo cuentan con el 37% del total de ocupados.

Fuente: elaboración propia a partir del Ministerio de Empleo y Seguridad Social.

La importancia de las grandes empresas también se traduce en un mayor valor añadido para la economía nacional, puesto que aportan cerca del 39% del total del PIB, según la OCDE, frente al 19% que aportan tanto pequeñas como medianas empresas y el 23% de las empresas con menos de 10 trabajadores y autónomos.

Fuente: elaboración propia a partir de OCDE.

El tamaño empresarial influye de manera positiva en la competitividad de las empresas en los mercados internacionales y, fruto de ello, podemos observar como las grandes empresas, según la propia OCDE, realizan en torno al 50% del total de las exportaciones de España, las medianas empresas el 20,7%, las pequeñas el 13,3% y las microempresas el 9,5%.

Asimismo,  la productividad de los trabajadores de las grandes empresas más que duplica la productividad de los trabajadores de las pequeñas empresas, tal como indica la OCDE, puesto que los primeros aportan un valor añadido de entorno a los 84.000 dólares frente a los 37.000 dólares de los segundos. Dada dicha productividad, es fácil comprobar como en las grandes empresas se pagan salarios mayores. De hecho, la propia Encuesta de Población Activa (EPA) advierte que “los centros de mayor tamaño concentran a los trabajadores con salarios más elevados”, ya que en el año 2014, por ejemplo, el 56,7% de los trabajadores de las grandes empresas se encontraban en los 3 deciles superiores de la escala salarial, esto es, tenían un salario superior a 2.173,5€ mensuales.

Fuente: elaboración propia a partir de EPA.

En conclusión, aplicando el dicho aquel de que el “Sil lleva el agua y el Miño la fama”, las pequeñas y medianas empresas han obtenido una gran popularidad en la sociedad, algo beneficiosos sin duda, puesto que generan una parte importante de la actividad económica de nuestro país, pero, con los datos en la mano, las grandes empresas deberían gozar de ese buen prestigio, o incluso más, del que disfrutan las empresas de reducido tamaño. Eliminar trabas burocráticas y bajar impuestos puede ayudar a no limitar el crecimiento de las empresas, acabando con el minifundismo, haciendo que estas sean más competitivas y productivas, lo que permitiría unos mayores salarios.

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