Abstención responsable

Abstención responsable
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Resulta que el partido que más capacidad y sentido de Estado está demostrando es el que peor está explicando los porqués de sus decisiones. Resulta que si Podemos no está en la Mesa del Congreso es gracias al empeño de una formación que se presentó a las elecciones con el firme propósito de que el populismo y sus aristas, sea por vía de demagogia encapsulada de socialdemocracia o a través de una suerte de moderantismo por horas bajo paraguas de falacia consumada, nunca llegara al poder. Las mismas siglas que han impedido que el nacionalismo convergente y detergente catalán —convergen en su pulsión totalitaria, para lo cual limpian a todo sospechoso botifler que no avale la pureza ideológica a la causa— consiga tener grupo parlamentario propio en la Cámara Baja. El único partido político que ha facilitado en las últimas semanas que pueda haber investidura, moviendo y trasladando el tablero político y la atención social y mediática a otra esfera. No está mal lo hecho extra focos. Hasta aquí, política.

Pero resulta que a ese partido que ha impedido la ignominia nacionalista, que ha bloqueado el acceso populista al Gobierno y que ha permitido una vía posible de acuerdos y entendimiento, aún le cuesta construir un relato que haga entendible y digerible lo realizado. Le falta saber explicar mejor —o simplemente explicar— cómo ha conseguido hacer todo eso. Sigue bajo el paroxismo retórico que hace del lenguaje un enrevesado sistema de palabras y simbología sin sentido. Definir como abstención técnica lo ocurrido en las últimas semanas desluce la buena praxis entre bambalinas. Nadie entiende qué significa eso de técnica, cuando es perfectamente asimilable aterrizar lo negociado bajo un concepto como responsable. Abstención responsable posiciona y define. Te dice qué haces y por qué lo haces. Vender responsabilidad, sentido de país, o de Estado es, políticamente, poderoso a estas alturas del juego. Sin clichés ni lugares comunes.

Al partido de Rivera le hace falta menos Twitter y más didáctica en televisión. Más calle y menos Trending topics. Porque ahí no se gana el futuro político ni el escenario sociológico. Sólo el protagonismo digital. Y Ciudadanos llegó a la escena política para algo más que para generar contenidos para ciertos medios: ofrecer mensajes diferentes a un país cansado de caras y jetas. Si te mimetizas en mantras y titulares, desapareces en su espesura, sobre todo por la bisoñez de una formación llena de voluntades al que le falta una larga transición por la baja política, la de tierra y barro.

Al PP hay que exigirle, no insultarle. Hay que obligarle a reformar la administración pública, la educación y la competitividad de jóvenes y emprendedores, no menospreciarle bajo amenazas soberbias de ahora te quito lo que te pienso dar con la nariz tapada. En la Ejecutiva naranja defienden que no pueden mezclarse, desde su inmaculada concepción, con quien ha permitido y liderado un partido que ha hecho de la corrupción un problema estructural de país. Es razonable. Y entendible. La búsqueda del posicionamiento ecléctico es una quimera y es lo que ha hecho daño a Ciudadanos en estos meses. Pero que no olviden que si en Cataluña el voto vino del centro izquierda, el voto de fuera de Cataluña viene del otro lado. No acercarte demasiado para no quemarte ni confundirte con lo que no quieres ser está bien, pero si te alejas en demasía, ocupado por defenderte de ataques etiquetados, corres peligro de perder todo lo ganado, de diluirte en la espesura de lo insignificante. Ahora más que nunca, en política es más importante la venta que la excusa. La explicación antes que el argumento. El titular por encima del comentario. Pero no llamen técnica a lo que ha sido, por el bien del país, una abstención responsable.

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