Conquista su undécimo Roland Garros tras derrotar a Thiem en la final

Nadal sigue siendo el rey de Roland Garros

Nadal
Rafael Nadal celebra la victoria en Roland Garros. (Getty)
Nacho Atanes
  • Nacho Atanes
  • Redactor de deportes y canterano de OKDIARIO. Desde 2016 cubriendo la información de tenis. También baloncesto, fútbol, ciclismo y otros contenidos.

Un nuevo domingo de junio en París, el acontecimiento nacional e internacional del día se celebraba en la capital francesa, y el día parecía acompañar después de que los que le precedieron atormentaran a los organizadores. Roland Garros llegaba a su fin un año más y el rey y el príncipe de la tierra batida asomaban como contendientes de lo que prometía ser una cita histórica para el tenis. Lo fue y no lo fue, porque el rey, una vez más y ya van once, provocó que se repitiera la misma historia en la Philippe Chatrier. La historia de Rafael Nadal, la leyenda que levantó la Undécima haciendo inerte al talentoso Dominic Thiem, al que derrotó en tres sets (6-4, 6-3, 6-2) y mandó un mensaje extrapolable al resto del circuito. Su dominio en tierra batida tendrá que esperar.

Los afilados golpes de Thiem pondrían a prueba a un Nadal brillante por momentos en los encuentros que el cuadro le obligó a superar para la final. Las pequeñas desconexiones del número uno dejaban un resquicio para la esperanza de Dominic y su equipo. El primer set no había sido el punto fuerte de Rafa en su camino en Roland Garros 2018, pero tras sortear y verse obligado a sacar de inicio, se colocó con un 2-0 ejemplarizante pero que se esfumaría de inmediato debido al empuje de Thiem. Las tablas iban a marcar la primera manga. 

Si hay un deportista en el mundo con el que se cumple aquello de «si perdonas, lo acabas pagando», es Rafa Nadal. Dominic Thiem dominó casi cada intercambio de los primeros ocho juegos de partido, cedió el noveno al resto sin poner en demasiados apuros y cuando quiso darse cuenta, había despertado a la bestia. Al servicio, y con 5-4 abajo, el austriaco sucumbió ante la presión y el peso de las bolas altas de Rafael, que se hacía con la primera manga de la final tras muchos minutos y casi sin comerlo ni beberlo. No era el mejor Nadal, pero la Undécima estaba a doce juegos de convertirse en real.

Después de un primer set con un revés que apenas llegaba al aprobado, Rafa activó su golpe a priori menos bueno para instalar una nueva trampa en el camino de Thiem. El austriaco debía hacer frente a su fragilidad mental tras la dura pérdida del primer set y a los golpes de su rival, que venían, ahora sí, desde todos lados. El resultado, un break inicial que colocaba a Nadal con el mando absoluto del choque, a la espera de un nuevo coletazo de Dominic que podría ser el último.

Dotado con la valentía y el desparpajo de un intrépido y preparado aspirante, el tenista de Wiener Neustadt puso todo su juego a disposición del público antes de lo esperado, aparentemente recuperado de su bache inicial en el segundo set. Dispuesto a todo, asistimos a la auténtica sublimación del tenis sobre tierra en el séptimo juego de la mencionada segunda manga. Dejadas, golpes con efectos inverosímiles, ganadores…. y un vencedor. Por supuesto, Rafael Nadal.

Ni los calambres frenan al rey Nadal

La frustración de Thiem quedaba patente, pero el motivo, lejos de quedarse en una simple derrota en el partido, residía en la incapacidad presente y futura para hacer abdicar al rey de la tierra en su plaza favorita. A los 32 años, don Rafael Nadal Parera, no tiene visos de poner fin a su reinado en París, y con la sobriedad de quien se acostumbra a ganar, esperó su oportunidad al saque para finiquitar el penúltimo paso hacia su undécimo Roland Garros.

Con un poderío incontestable en su derecha, Nadal quiso comenzar mandando por tercera manga consecutiva y así allanar el camino hacia el título por la vía rápida, pero encontró dos problemas antes de coronarse de nuevo en la Chatrier. El primero, el juego de un Thiem que no volverá a hacer un partido de ese nivel sin llevarse un set, posiblemente, en el resto de su carrera. El segundo, unos calambres que dejaron la mano del decacampeón dormida durante unos minutos, susto mediante en el corazón de los españoles, antes de despertar para terminar de poner el lazo a la final y pasar de diez a once, seguir haciendo historia y demostrar que sí, que Rafael Nadal sigue siendo el rey de Roland Garros. 

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