Bolas calientes, pitos calientes

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Felix Brych manda que se retiren a los jugadores del Atlético. (AFP)
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

Hay una leyenda urbana, creada como tantas mentiras por la propaganda catalanista, que asegura que el Real Madrid tenía a un enano infiltrado en los sorteos de la UEFA –pequeñajo como Messi cuando llegó a Barcelona–, que se metía debajo de la mesa con un mechero y calentaba las bolas para que al equipo blanco siempre le tocara el rival más débil.

Hay mucha gente que todavía cree en la leyenda de las bolas calientes, sobre todo en Barcelona, que son muy de inventar sus propias leyendas hasta el punto de que se han construido toda una historia imaginaria como  nación, algo así como un Narnia con fuet y barretina.

Pero las bolas calientes, como los Reyes Magos, los políticos honrados o los hipsters sin barba, no existen. Hay que ser más inocente que Fresita para creer que los sorteos de la UEFA están amañados. Eso, o querer abrir el cajón de mierda, como decía Estela Reynolds, para que salpique al Real Madrid.

Pero imaginemos por un momento que las bolas calientes existieran y que el Real Madrid encabezara una conspiración en la sombra, por supuesto auspiciada por Franco y el Conde Duque de Olivares, para que en los sorteos siempre le tocara el peor equipo. ¿No sería más inteligente que las bolas calientes controlar los pitos calientes? Quiero decir: que me toque el rival más fácil en el sorteo no me asegura pasar de ronda –véase el Wolfsburgazo–, pero que los árbitros siempre me echen una mano cuando hace falta, sí que me asegura la clasificación y los títulos.

Y eso es lo que maneja a la perfección en Barça en la última década: los pitos calientes. Desde 2006 el Barcelona ha conquistado cuatro Champions –antes sólo había ganado una en 100 años, de falta y en la prórroga al octavo clasificado del Calcio– y en todas y cada una de estas cuatro Champions en una década ha tenido ayudas arbitrales, algunas sonrojantes, descaradas, vergonzosas, históricas.

Ya saben: Marcus Merk, Obrevo, Stark, De Bleeckere, Bussaca… hasta Felix Brych, incorporado a la nómina de los árbitros de cámara del Barcelona esta misma semana. El Barça controla los pitos calientes y eso le está dando muy buenos resultados. Cuando su equipo se atasca, siempre está el árbitro para echar una mano. Los datos de penaltis a favor –batirá el récord mundial en esta Liga– o de partidos jugados contra diez –lleva 30 en la Champions– no admiten dudas: el Barça es el equipo de los pitos calientes. Y con un pito bien caliente, bien se gana.

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